¿Sucursal o franquicia?
Las personas importantes, que se mueven por el mundo con dos o tres móviles, se mueven en realidad con dos o tres cabezas, son verdaderos monstruos
Hubo un tiempo, antes de los móviles listos, en el que íbamos de un lado a otro dentro de nuestra mente. Ahora también, sólo que nuestras mentes permanecen fuera del cuerpo: las hemos transferido al teléfono.
¿Qué hay dentro de una mente?
Hay fantasías, cálculos, monólogos, conversaciones imaginarias, sueños y frustraciones, además del cumpleaños de mamá, del sistema métrico decimal, de los días de la semana, los nombres de los meses y la lista de los reyes godos junto al resto de los conocimientos adquiridos en el bachillerato y olvidados a lo largo de la vida. Todo eso, ahora, se encuentra en el móvil. De ahí que sea posible llevar la cabeza en el bolsillo. Ahora bien, como no somos nada sin ella, sin la cabeza, la sacamos cuando vamos en el metro o en el autobús, la encendemos, y nos ponemos a fantasear, a calcular, a monologar, a conversar, a soñar o a felicitar a mamá.
Eso, en fin, es lo que hace la gente de la fotografía: asomarse a su mente, aunque parezca que se asoman a un aparato.
Perder el móvil equivale, pues, a perder la cabeza o a andar decapitado, que viene a ser lo mismo. Los pasajeros de ese vagón de metro andan, por tanto, ensimismados, dentro de sí, aunque dé la impresión de que están fuera, en el trasto que sostienen entre las manos. Las personas importantes, que se mueven por el mundo con dos o tres móviles, se mueven en realidad con dos o tres cabezas, son verdaderos monstruos. No resultaría exagerado, en fin, afirmar que el teléfono listo es una sucursal de la mente. Pero si ustedes prefieren llamarlo franquicia, llámenlo franquicia.
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