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La guía de Río de Janeiro que se reinventó con ‘tours’ virtuales

Tatiane Araujo sufrió los efectos secundarios de la pandemia, que la lanzaron a la precariedad laboral de un día para otro

La guía turística Tatiane Araújo da Silva, de 36 años, en Piedra Arpoador, en la playa de Ipanema, uno de los puntos más turísticos de Río de Janeiro (Brasil).
La guía turística Tatiane Araújo da Silva, de 36 años, en Piedra Arpoador, en la playa de Ipanema, uno de los puntos más turísticos de Río de Janeiro (Brasil).© Leonardo Carrato / VII (EPS)
Naiara Galarraga Gortázar

El apocalipsis pandémico de Tatiane Araujo tiene fecha: el 17 de marzo de 2020. “Mi buzón se llenó de correos con anulaciones de clientes. Recuerdo que me senté en el suelo y lloré”, relata esta guía turística de Río de Janeiro. Todo lo construido por esta brasileña de 36 años se volatilizó aquel martes con el primer confinamiento en la postal más conocida del país. El virus le arrebató de un zarpazo la preciada clientela llegada de Canadá, Estados Unidos, Italia, Sudáfrica, Rusia o el resto de Brasil que la contrataba a través de Tours by Locals, una red mundial de guías locales; el hotel con más solera de la ciudad, el Copacabana Palace, o su empresa, Rio Art Experience.

Araujo diseña itinerarios que combinan lugares que uno no puede perderse con experiencias que un extranjero difícilmente se aventuraría a emprender solo en Río: “El Pan de Azúcar, el Cristo, una galería de arte…, visitar una favela, probar una cachaça de jengibre en una taberna popular o el batido de maracuyá más auténtico de la ciudad”. Explica divertida: “Algunos extranjeros tienen terror a comer o beber cualquier cosa”. Para los que vivían del turismo en Río —una urbe tan bella como difícil—, el horizonte está encapotado. “Mi sector no tiene ninguna garantía de que regresará en 2023”, decía el martes de Carnaval en un coqueto hotel con tarifas inimaginables cualquier otro año.

Sin vuelos ni cruceros, los hoteles están vacíos. La epidemia ha sido más cruel con las trabajadoras, especialmente con las del sector informal. Ha agravado la precariedad laboral o hundido en ella a millones de mujeres en Brasil, América Latina y el mundo. Algo más de la mitad de los 23 millones de latinoamericanos que perdieron el trabajo y dejaron de buscar otro por el coronavirus son mujeres, según el balance sobre 2020 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Ellas han sido expulsadas en mayor medida, con tres puntos más en Latinoamérica. “Es significativo teniendo en cuenta los avances observados en la participación de la mujer en los mercados laborales de la región en las últimas décadas”, señala la OIT.

La mitad de las brasileñas mayores de 14 años no tiene trabajo ni busca uno. No es el caso de Araujo, que creció en Italia, estudió allí Turismo, habla cuatro idiomas y vivió en Nueva York. Regresó a Río en 2013, a tiempo de disfrutar de los gloriosos años del Mundial y los Juegos Olímpicos.

Enclaustrada, cuando vio que la pandemia no amainaba emprendió una reinvención. Aprendió a editar vídeos porque, si sus turistas no podían ir hasta Río, ella les llevaría los paseos por la ciudad a sus ordenadores o a sus móviles. Uno es en directo desde la playa de Copacabana, otro recorre favelas, un tercero es artístico. Vende los tours vía Instagram por unos 70 dólares para grupos hasta de seis personas. “No consigo ganar lo que ganaba antes, pero pago algunas facturas”. Para el alquiler, tiene que tirar de sus menguados ahorros.

La falta de perspectivas la tiene inmersa en una montaña rusa emocional. Pero derrocha imaginación y no deja de idear planes alternativos. Desde clases de cocina italiana hasta instalarse un tiempo con una amiga en una ciudad más barata. Aunque se le acaban los ahorros, se sabe privilegiada. “Vivo de alquiler, no tengo hijos. Puedo venderlo todo y comprar un vuelo de vuelta a Italia”. Pero quiere permanecer en esta ciudad que apasiona incluso en la decadencia. Está al límite, exhausta.

Factores estructurales explican el distinto impacto de la pandemia en el trabajo de las mujeres y los varones. En América Latina, 6 de cada 10 trabajan en el sector informal. Y las que tienen empleos se concentran en el sector servicios, que las cuarentenas paralizaron. Sus puestos suelen ser peores. Más inestabilidad, menos paga. Y por culpa de los tradicionales roles, millones de ellas perdieron sus trabajos o tuvieron que asumir el cuidado de hijos o mayores. El cierre de escuelas y guarderías es una losa especialmente pesada para las latinoamericanas. Esta vez no cabía la opción de dejar a los niños con las abuelas u organizarse con las vecinas. El alumnado de la red pública brasileña solo ahora comienza a regresar a las aulas. La paga brasileña del coronavirus amortiguó el golpe hasta fin de año, aunque no para Araujo, cuyos ingresos superaban el límite.

Recalca el Atlantic Council que reducir las desigualdades de género intensificará la productividad, impulsará el crecimiento económico y reducirá la pobreza en América Latina. “En tiempos de crisis, las mujeres pueden ser grandes contribuyentes a la recuperación económica”, afirma. Tatiane está convencida de que los turistas regresarán a Río de Janeiro algún día…, pero ella necesita ganarse la vida hasta entonces.

Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).

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