Julien Dossena, el diseñador que resucitó la marca Paco Rabanne
Ocho años después de su fichaje como director creativo, el francés ha completado la transformación de la firma franco-española Paco Rabanne en una marca global trascendiendo su cliché retrofuturista.
A lceo Dossena era un artista singular. Escultor de oficio, su extraordinaria habilidad para replicar cualquier estilo, de cualquier época y en cualquier material lo convirtió en uno de los nombres recurrentes de los salones artísticos de principios del siglo XX. El problema fue que sus marchantes (en especial, Alfredo Fasoli) vendían sus obras como genuinas, que si una Venus griega, que si una Madonna policromada, a sus espaldas. Y hubo escándalo. “La anormalidad de su trabajo se convirtió en algo tan natural que solo tiempo después nos dimos cuenta de que lo que estábamos presenciando era la reencarnación de un maestro del Renacimiento y de un escultor del Ática”, refería Hans Cürlis en su épico documental de 15 horas Schaffende Hände (Manos creadoras). Lo que el cineasta alemán venía a decir es que, a la vista del trabajo de Dossena, esa ley no escrita que asegura que una obra de arte solo puede originarse una vez, en función de ciertas peculiaridades histórico-temporales, quedaba anulada. Bien, pues ahí hay una lección que, hoy, el tataranieto de aquel singular artista lleva a gala en su propio cometido: el de diseñador de moda.
“En cierto sentido, soy un artesano. Por eso cuando conoces tu oficio eres capaz de adaptarte a un trabajo o a otro, puedes expresarte en diferentes marcas de acuerdo con el momento, para hacer de ellas algo deseable, que es lo que me gusta de mi profesión”, concede Julien Dossena con una sonrisa tras recordarle la hazaña de su antepasado. La suya no desmerece a su lado: como director creativo de Paco Rabanne, puesto al que llegó en 2013 tras foguearse en Balenciaga, ha reconstruido desde sus cimientos la enseña que una vez fue santo y seña de modernidad en una etiqueta que, además de codiciada, pasa prácticamente por original. “Siempre he pensado y actuado así, porque creo que lleva su tiempo no ya construir una marca, sino que esta pueda existir en el paisaje de la moda. Y no podemos obviar que hay mucha gente que había olvidado la existencia de Paco Rabanne, de lo que significaba. Devolver sus valores, su relevancia, su modernidad al mercado ha supuesto todo un proceso. Pero, al mismo tiempo, tenía la libertad de crear una nueva firma, por así decirlo, de empezar una página en blanco”, explica el diseñador francés (Bretaña, 1982), que a poco de su llegada a la casa franco-española ya expresaba su anhelo de sentar su personal cátedra. Ocho años después —lapso excepcional para estos tiempos de auges y caídas vertiginosas en la industria del vestir—, es posible hablar de un Paco Rabanne más Dossena que Rabanne. “Es una propuesta de presente y tiene que ser por fuerza así. Además, si no me expresara tal como soy, sería una pérdida de tiempo”.
Puig, el grupo español propietario de la marca —de la que participa desde 1968 con una seminal alianza perfumera—, no desglosa los beneficios de sus activos, pero atendiendo a los resultados globales de 2019 (los últimos datos que proporciona, que el balance del nefasto 2020 no llegará hasta primavera) y sabiendo que Paco Rabanne es uno de sus fuertes (junto a Carolina Herrera), tampoco hay pérdida: algo más de 2.000 millones de euros en ventas y un beneficio neto atribuido de 226 millones que evidencian el buen camino. “Siempre me he centrado en el producto, en lo concreto, antes que en cuestiones más borrosas como el estilo de vida o las celebridades. No, yo lo que quiero es crear y vender un producto lo más preciso posible”, alega Dossena. “Lo que hago es observar a las mujeres y los hombres que me rodean y tratar de intuir qué es lo que desean de una marca como Paco Rabanne. Eso también me ha llevado a poner más de mí colección tras colección, a construir una narrativa personal y expandir mi vocabulario, de manera que se entienda cada vez más. Por eso creo que la gente ya sabe qué es hoy Paco Rabanne en términos de moda”. En efecto: existe una nueva generación de rabanners, jóvenes y no tanto, fans fatales de una etiqueta que ha trascendido su cliché (véanse la cota de malla y los materiales metálicos sobre los que cimentó su futuro en 1966 con aquellos Doce vestidos imposibles de llevar) para significarse como prêt-à-porter de lujo, aquí y ahora. “A los chicos no les importa quién estuviera antes, quién fundó la marca o de dónde viene esto o aquello. Eso es lo bueno y lo malo de las nuevas generaciones. Su relación con la moda es más inmediata, les gusta lo que ven, o no. A nosotros nos consideran casi como una nueva marca, una firma cool. ¡Hasta la malla les parece novedosa!”, esgrime. “Luego puedes ser didáctico, haciéndoles ver que detrás hay unas raíces, una historia, un legado. Pero también puedes pasar y mirar solo hacia adelante. En realidad, no es un problema”.
—¿Ha tenido la oportunidad de conocer o hablar en algún momento con el señor Rabanne?
—No, y la verdad es que me encantaría, porque llevo trabajando durante mucho tiempo bajo su nombre y con su legado. Tener un diálogo y saber qué piensa sería genial, porque esta es una cuestión sensible: hablamos de la obra de alguien real, que ha salido de él, de su visión creativa, artística, y uno nunca tiene la certeza de si va a conectar. Pero estoy seguro de mí mismo, en tanto que he lidiado con la herencia que ha dejado desde el respeto, con nobleza, recuperando sus valores. Esta es una marca muy especial, muy intelectual también; piensa que en ella se mezcla la radicalidad española con el preciosismo francés. Aproximarse a algo así resulta especialmente complicado, aunque después de siete, ocho años, nuestro trabajo ha demostrado su validez y su valor”.
Estudiante de Bellas Artes en la Duperré parisiense antes de pasarse al diseño de moda en La Cambre de Bruselas (en las escuelas de su país no encontraba su horma ni espoleaban su interés), Dossena celebra aquella primera formación porque, dice, le ha ayudado con las referencias culturales precisas para crear algo distinto a partir de lo ya conocido. “Me salen de manera instintiva, es una bendición”, afirma, y reflexiona a continuación: “Cuando estudias, te alimentas. Esos años de aprendizaje son el único momento de tu vida en el que tienes la libertad de descubrir aquello que te va a tocar, a moldear, los libros a través de los que vas a manifestarte, el arte que dará forma a tu gusto…”. ¿Podemos hablar entonces de una labor de comisariado indumentario? “Sí, algo hay de eso”, responde entre risas. “Pero considero que hay que ir más allá de las ideas. Como digo, pongo todo el énfasis en el producto. Llevo haciéndolo desde que empecé, hace 15 años: estudiando el volumen, analizando los largos, observando el movimiento del cuerpo dentro de una prenda… En realidad, me veo más como un director de cine”, tercia. Pues la película en la que anda metido es una superproducción, en tanto que se ha propuesto hacer de Paco Rabanne una enseña global, con las divisiones de moda y perfumes plenamente integradas, al tiempo que expande horizontes con la colección masculina, presentada en 2019 y, ahora mismo, en suspenso por la pandemia del coronavirus, y una próxima línea de belleza sin género, en pleno desarrollo. “Es difícil porque, siendo honesto, este no es un momento creativo. Pero sí creo que precisamos ser más bravos, mostrar coraje para proponer cambios y abrir caminos. Eso y mostrar cierta alegría”, razona.
—¿Cree que la industria de la moda es honesta en esa voluntad de cambio de la que tanto alardea ahora?
—Observo mucha buena voluntad, porque el cambio resulta inevitable. El mundo necesita expresar esos sentimientos de inclusión, de diversidad, de igualdad, de respeto por el medio ambiente, y eso tiene que reflejarse en nuestro trabajo. En nuestro caso, forma parte de la esencia misma de la marca, está en el corazón de lo que hago. Lo que sí rechazo de plano es el marketing oportunista, el greenwashing. Por supuesto, no hay nada más sostenible que dejar de producir ropa. Pero ese no es nuestro trabajo, claro.
Después de mucho dirimir opciones de presentación a la altura de las circunstancias (desfiles online, cortos para visualizar en streaming, formas de comunicación de marca ensalzadas en este año pandémico), el diseñador decidió mostrar la propuesta primavera/verano 2021 de Paco Rabanne en un desfile presencial. Atentos a sus razones: “La de la moda es una industria que emplea a muchas personas: directores de casting, modelos, empresas de producción… Son un montón de profesionales que subsisten gracias a estos montajes, es su forma de ganarse la vida y no quería dejarlos en la estacada. Decirles: ‘Ah, lo siento, este año no trabajas’, con toda la destrucción de empleo que estamos viendo, me parece muy injusto”. La propia colección es un alarde de empatía y esperanza: “Trato de no deprimirme al mirar por la ventana y no ver a nadie en la calle. Pero me niego a hacer marketing de esta situación: como la gente está confinada en casa, vamos a crear ropa cómoda. Mira, si quieres estar cómodo, te vas a comprar el chándal a la tienda de deporte. Desaprovechar esta oportunidad para ofrecer algo más de moda no me parece correcto”.
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