La década prodigiosa de Los Pueblos Más Bonitos de España
Hace 10 años, 15 municipios fueron los primeros en sumarse a la que es hoy una popular lista que pone a sus integrantes en el mapa e impulsa la llegada de visitantes. Hoy su objetivo es expandirse a territorios donde aún no tienen presencia y luchar contra la masificación turística
Año 1987. En Anento, a una hora en coche al sur de Zaragoza, solo queda el pastor, que duerme en el pueblo de al lado. Casi nadie conoce sus calles medievales, los restos del castillo o el manantial del Aguallueve. A principios del siglo XXI, los vecinos van regresando; para 2014 hay más de 100 censados, y unos 2.000 visitantes anuales que acuden atraídos por sus encantos de núcleo aislado, encajado en un valle, y gracias “al boca-oreja”, señala Enrique Cartiel, uno de los primeros repobladores y actual alcalde. En 2023, la población se mantiene —121 habitantes, con niños y jóvenes—, pero los turistas se han disparado a más de 40.000 al año, hasta 5.000 en un solo fin de semana. Anento, que hace tres décadas estaba muerto, lucha ahora por no volver a morir, esta vez de éxito. Su inclusión, en 2015, en la asociación de Los Pueblos Más Bonitos de España lo ha colocado, más que en el mapa, en una diana mediática, a él y a los otros 115 municipios que la integran, muchos de ellos en la llamada España vaciada.
Los Pueblos Más Bonitos de España se inscribe en el registro de asociaciones en el año 2010. “Queríamos crear una organización como la que funcionaba en Francia [Les Plus Beaux Villages de France] desde 1982″, comenta su presidente, Francisco Mestre. Entre los fundadores había gente que, como él, se dedicaba al turismo, también arquitectos y personas interesadas en poner en valor el patrimonio de la España rural, pero no alcaldes. “En 2012 comenzamos a contar el proyecto en los ayuntamientos”, recuerda Mestre. El 1 de enero de 2013 entran los 14 primeros pueblos, y en la edición de Fitur de ese año se presenta oficialmente la red, arropada por sus homólogas italiana y belga. Siete meses después, en julio, se adhiere Santillana del Mar (Cantabria). “Sabíamos que iba a funcionar bien, porque lo veíamos en el modelo francés, pero no que íbamos a tener tanto éxito”, reconoce Mestre.
“Nos pareció una idea muy buena; la cuantía que se solicitaba para el mantenimiento de la asociación era asequible. Llevamos a Pleno la propuesta de presentar candidatura, y todo el mundo estuvo de acuerdo”, recuerda Carlos Luís Boné, que era, y sigue siendo, alcalde de Valderrobres. Este municipio de 2.500 habitantes, en la provincia de Teruel, fue de aquellos 14 pioneros, algo que le otorga perspectiva para valorar la experiencia en el largo plazo. “Sobre todo nos ha servido para darnos cuenta de lo atractivo que es lo que tenemos”, destaca Boné. Convertirse en Pueblo Más Bonito de España lo ha incentivado para mantener su casco histórico, declarado Bien de Interés Cultural (BIC). “Hemos invertido mucho en recuperar una parte del castillo que no estaba rehabilitada, así como calles y edificios”, indica el alcalde.
Si el primer requisito es tener una población de menos de 15.000 personas —la gran mayoría está por debajo de las 3.000— el segundo es atesorar patrimonio natural o arquitectónico, oficial y certificado (BIC, conjunto histórico, parque natural). Antonio Pardo, alcalde de El Burgo de Osma (Soria), con 5.200 vecinos y uno de los últimos en incorporarse (lo hizo el 1 de enero de 2023) presume de conjunto histórico artístico, de catedral gótica, de yacimiento arqueológico celtíbero, de la proximidad del Cañón del Río Lobos y de tradición gastronómica. La asociación valora también los restaurantes y hoteles en marcha, las plazas de aparcamiento, los espacios para autocaravanas o cómo se trabaja la marca digital, a través de web turística o en redes sociales.
El urbanismo y la conservación son clave. “Tenemos pueblos con unos centros históricos bellísimos, pero engullidos por un urbanismo atroz; en la costa encontramos muchos. A menos que se delimite muy bien dónde acaba el casco antiguo y empieza lo nuevo, no podrán entrar”, aclara Mestre. Se miran los materiales —prohibidos el aluminio y las barandillas de metal—, los suelos de las calles, la gestión patrimonial, el tráfico y cuestiones estéticas, como que no haya bajantes en las fachadas, parabólicas ni aires acondicionados a la vista. “Ese conjunto de grandes y pequeños detalles se analiza minuciosamente porque es lo que luego hará que el visitante diga: ‘Qué pueblo tan bonito”, afirma. Todo está categorizado en la carta de calidad, que es el instrumento para auditar de forma objetiva; en ella se reflejan los ítems que tienen en cuenta los inspectores de la asociación.
Dos técnicos realizan las auditorías, las iniciales y las de control (cada cuatro o cinco años). Ambos, junto a un tercer técnico y cuatro alcaldes, forman la comisión de calidad, garante de que las directrices se sigan “a rajatabla”. En su última reunión determinaron que los pueblos más bonitos de España no pueden instalar paneles solares, a riesgo de expulsión. Los estatutos de la asociación contemplan la posibilidad de echar al municipio que deje de reunir las condiciones que lo hicieron ser elegido. Por ahora, no ha invitado a nadie a marcharse. “Preferimos dar un plazo para solucionar los problemas detectados”, apunta Mestre. Sí hay alguno apercibido, confiesa sin dar nombres, sobre todo por grafitis y congestión de tráfico, consecuencia directa del aluvión turístico. Valderrobres ha pasado de 13.000 a 40.000 visitas a su conjunto monumental. El Burgo de Osma ha recibido en 2023 un 50% más de viajeros internacionales.
La asociación contabiliza unas 25 o 30 peticiones por año, de las que suelen pasar el filtro una media de 11, aunque a veces son menos (en 2022 solo fue seleccionado Puentedey). Se anuncian en la asamblea general, en diciembre. Y los elegidos entran oficialmente el primer día del año siguiente. La asamblea de 2023, la del décimo aniversario, tuvo lugar del 15 al 17 en Grazalema (Cádiz), y se anunció la incorporación de cinco nuevos pueblos: Ampudia (Palencia), Comillas (Cantabria), Parauta (Málaga), Trevejo y Trujillo (Cáceres). ¿No se corre el riesgo de terminar saturando? “Nuestro techo estaría en 150 o 160 localidades, como en Francia; nos quedan alrededor de ocho años en los que seguir creciendo”, responde Mestre. “En ese tiempo queremos implantarnos en provincias en las que aún no estamos”, añade. Hay territorios muy maduros, como Teruel o Castilla y León, con poco margen ya para más pueblos bonitos, y otros, como Murcia, Barcelona, Girona o Gipuzkoa, sin apenas presencia. Cubrir esos agujeros territoriales internos se suma al objetivo de ganar presencia de puertas para fuera. “Estamos trabajando con Turespaña para la internacionalización. Los extranjeros demandan autenticidad y belleza, y eso se lo ofrece la España de interior. Hemos pasado página con el sol y playa”, anuncia.
Un semáforo para regular el tráfico turístico
La congestión de personas y tráfico se está convirtiendo en un problema para pueblos pequeños que no están preparados para el aluvión turístico, y reclaman ayudas para adaptarse (aparcamientos, servicios públicos, mantenimiento de los entornos naturales), al tiempo que ven surgir nuevos hoteles, alojamientos rurales y restaurantes. La asociación de Los Pueblos Más Bonitos de España trabaja, junto a la Secretaría de Estado de Turismo, en un semáforo digital, que se implementará en su web en 2024, para avisar a los visitantes, en tiempo real, del grado de masificación turística (rojo, amarillo o verde) de la localidad a la que quieren acercarse.
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