Noelia Tomoshige, la pastelera japonesa que rompe moldes en Getafe
Monroebakes, una nueva pastelería en la localidad madrileña, elabora dulces de obrador ligeros y bajos en azúcar, de corazón japonés y técnica francesa, influidos por la tradición repostera española
Se llama Noelia Tomoshige, y a sus 32 años anda rompiendo moldes con sus interpretaciones golosas. Con la ayuda de su marido, el risueño Zhen, japonés como ella misma, y el apoyo de su brazo derecho, la repostera Anna Drosky, regenta desde hace pocos meses una insólita pastelería en Getafe (Madrid): MonroeBakes. Su trabajo no es el de una promesa emergente, sino el propio de una pastelera con mayúsculas que ahonda en parcelas golosas poco conocidas en España. “Mis dulces tienen corazón japonés, tradición española y técnica francesa”, asegura. Composiciones elegantes, ligeras, frágiles y bajas en azúcar. En conjunto, una pastelería de obrador novedosa desde la perspectiva europea tan sujeta a los patrones de la repostería francesa.
Pregunta. ¿Te condiciona tu doble nacionalidad?
Respuesta. Nací en Sevilla de padres japoneses. Llegaron a España en los setenta tras ganar un concurso en Japón organizado por la Embajada Española. El premio no era otro que venir a España para formarse con los mejores. Les gustó y se quedaron. Mi padre montó un negocio discográfico de flamenco y mi madre regresó a Japón, donde abrió varias academias de baile. Ambos residen en Sevilla. Mi padre ejerce de guitarrista y mi madre de profesora de baile. Por sentimientos y origen me siento tan japonesa como española. A pesar de haber nacido en Sevilla me eduqué dentro de la cultura japonesa, en mi casa se hablaba japonés y nos alimentábamos con la comida propia de las familias niponas. Al mismo tiempo iba al colegio en Sevilla. He crecido entre esas dos culturas y cuando comencé a estudiar pastelería sabía que iba a estar condicionada por múltiples factores. Me expreso en japonés, inglés y español indistintamente.
P. ¿Cómo te iniciaste en el mundo dulce?
R. Viví en Sevilla hasta los 19 años, donde me convertí en nadadora profesional. Me marché a Estados Unidos y al regresar me mudé a Madrid, donde me licencié en Turismo en la Universidad Complutense. Al finalizar pasé al retail del lujo con grandes marcas. Así hasta que en 2019 seguí un curso de pastelería japonesa en Japón y otro en Le Cordon Bleu en Madrid. Al concluir ambos, en septiembre de 2021, abrí MonroeBakes.
P. ¿Qué especialidades te motivan?
R. Me gusta la fusión de la pastelería occidental con la japonesa. Poca gente conoce esta dulcería. Tal y como explico a mis alumnos en los cursos que imparto en Madrid, en Japón hay dos tipos de pastelería, la japonesa tradicional llamada wagashi (mochi, dorayaki, etcétera), menos dulce que la occidental; y la japonesa moderna, resultado de la fusión con la francesa, libre, repleta de chispazos creativos, justo la que más practico y me motiva. Elaboraciones suaves y bajas en grasas y azúcares como los entremet de cerezas y vainilla; los mille crêpe de fresas y ganache de chocolate blanco; las tartaletas de pistacho, mandarina y yuzu; el rollcake de sésamo negro o la tarta de queso que preparo en dos versiones: estilo japonés, poco dulce, esponjosa en lugar de cremosa; y la clásica española, que elaboramos también con té matcha. Me suelo inspirar en tartas francesas a las que incorporo ingredientes japoneses.
P. En tus dulces los colores son determinantes
R. Por supuesto. El dorado representa la fortuna; el morado equivale a salud; el blanco es amor; el rojo se asocia con la suerte. En nuestra cultura cada color tiene su simbolismo.
P. ¿Tu objetivo profesional?
R. Dar visibilidad a la pastelería japonesa con la que he crecido. Reinventarla a mi manera, crear nuevos dulces con la ayuda de las técnicas francesas, asegurándome de que detrás de cada elaboración haya una historia, una razón de ser y un producto. Convertir en extraordinarias las cosas más sencillas.
P. ¿Gusta a tus clientes?
R. Cada vez cuento con más adictos. Recibimos a numerosos clientes que nos llegan pidiendo tartas poco empalagosas, más ligeras y bajas en grasas. Hay un hueco importante para esta forma de interpretar lo dulce. Nuestra estética también es diferente. La cuidamos igual en los dulces cotidianos que en las tartas y dulces de aniversario, parte importante de nuestro trabajo.
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