Cómo observar la gran migración de aves en el Estrecho de Gibraltar
Millones de pájaros cruzan la reserva natural del Guadalquitón, en Sotogrande, y los parques naturales de Los Alcornocales y del Estrecho entre agosto y septiembre en un vuelo desorganizado, solitario y lleno de peligros

Las aves y los aviones no solo tienen en común la capacidad de volar, también avistarlos y fotografiar sus respectivos vuelos es la afición de muchas personas. Para hacerlo existen miradores situados en lugares estratégicos. Sitios de paso, como lo son el Estrecho de Gibraltar y los alrededores del aeropuerto de Málaga, por citar dos ejemplos. Entre Sotogrande y Tarifa, en la provincia de Cádiz, se concentran varios entornos verdes y acuáticos: la reserva natural del Guadalquitón y los parques naturales de Los Alcornocales y del Estrecho. En cada uno de ellos se puede pasear, montar en bicicleta y avistar diferentes especies de aves durante su largo vuelo migratorio, que les lleva desde el norte de Europa hasta África. Un vuelo que realizan para buscar los recursos que les hacen falta para subsistir y que les lleva hasta la zona del Sahel, entre el desierto del Sáhara y la sabana. Algunas aves llegan hasta Sudáfrica, como las golondrinas y las cigüeñas. La distancia media que recorren es de unos 4.000 kilómetros.
El entorno del Estrecho de Gibraltar es una zona de paso estresante para las aves y de estancia relajada para unas pocas personas privilegiadas que nidifican durante las vacaciones en residencias privadas con jardín y piscina o se hospedan en el resort So / Sotogrande, un oasis en la Costa del Sol en el que jugar al golf, al tenis y al polo, montar a caballo, navegar en velero y disfrutar del sol. La reserva natural del Guadalquitón es una antigua finca que se extiende a lo largo del borde occidental de lo que se denomina Sotogrande Bajo, uno de los distritos en los que se divide esta lujosa urbanización. Guadalquitón es una zona de conservación junto al mar en la que hay bosques de alcornoques, matorrales, brezo y dunas, además de los humedales de la desembocadura del río Guadiaro, que hace de frontera natural entre los distritos de Sotogrande Bajo y La Reserva. Tanto la reserva como el estuario son espacios abiertos a los senderistas y a los observadores de aves. Un lugar para ver especies que no son endémicas durante su viaje migratorio anual, así como especies acuáticas y rapaces.

Los parques naturales Los Alcornocales y del Estrecho están más retirados pero, gracias al servicio que presta la empresa Eco&Bike, a los huéspedes del resort acceder a los mismos les resulta muy cómodo, tanto como recorrer ambos parajes en bicicleta de montaña eléctrica. En el primero hay, además de alcornoques, ríos, arroyos y un embalse, una selva de laurisilva fruto de la humedad proveniente de la costa. El hilo musical del entorno corre a cargo del mirlo acuático, del martín pescador y de las currucas, aves a las que les gusta cobijarse entre los helechos. Menos cómodas se encuentran las aves que sobrevuelan el parque natural del Estrecho, que abarca los municipios gaditanos de Algeciras y Tarifa, esperando el momento oportuno para cruzarlo, entre agosto y septiembre.

Las aves tienen sus horas de vuelo asignadas, cuenta una mañana de mediados de julio, en algún lugar entre Tarifa y la Torre Guadalmesí, el doctor Alejandro Onrubia, un biólogo que, desde hace 26 años, forma parte de un proyecto de la Fundación Migres de seguimiento a largo plazo de los patrones migratorios de las aves en el Estrecho de Gibraltar. La gran migración en esta zona se da por la noche, sobre todo de aves de pequeño tamaño, como los son los alcaudones y los ruiseñores. Si vuelan en un vuelo batido, en aleteo intenso, que es como lo hacen la mayor parte de las aves, les interesa volar de noche porque lo hacen a temperaturas más bajas, a unos -2 grados centígrados (vuelan a alturas de unos 2.000 metros). Esto hace que se reduzcan las posibilidades de deshidratación y de caer en pleno vuelo al mar y morir. Por el día migran las aves que hacen uso de las corrientes térmicas ascendentes. También se pueden encontrar con corrientes descendentes que les tiran hacia abajo. Para un pájaro, volar con 35 grados y con un abrigo de plumas es agotador. Cuanto más grande es el ave, más le cuesta cruzar el Estrecho. A los buitres se les ve mucho deambular por la zona, testando si se dan las condiciones ideales. Lo que saben todas es cual es el punto más corto entre un lado y otro del Estrecho.
La zona del Estrecho es un puente entre dos continentes. Alberga riqueza y singularidad natural por las adversas condiciones climáticas y el paso de diferentes culturas a lo largo del tiempo. Los vientos de poniente y levante han moldeado el terreno, levantado dunas y establecido las rutas migratorias de las aves. Las hay residentes: cigüeña blanca, halcón abejero y peregrino, milano negro, buitre leonado, águila imperial y alimoche. Una riqueza que se multiplica con la escala que hacen en la zona las aves migratorias y que se pueden contemplar desde la red de observatorios del parque en distintas épocas del año o mientras se pedalea pegado a la costa entre Tarifa y la torre de vigilancia de la época medieval Guadalmesí.

Si en el pasado Tarifa era un lugar remoto y temido, hoy es el sitio que muchos de sus residentes han escogido para vivir. Javier Sánchez, guía de la mencionada Eco&Bike, cambió La Marina de Sotogrande por Tarifa. Además de las aves que se pueden ver sobrevolando la zona, Sánchez puede llevar al grupo que le sigue a visitar unas antiguas y abandonadas construcciones militares de la dictadura franquista que incluyen cuarteles, arsenales, grúas, cañones, búnkeres y baterías que la naturaleza no para de engullir por el miedo de los políticos a hacer algo con todo ese patrimonio tan sensible.
En el momento que se deja de mirar África —al otro lado del Estrecho y siempre a la vista durante la ruta—, y esa formación geológica denominada flysch (una especie de reloj rocoso que aflora del mar), no es raro ver a aficionados y a profesionales de la observación de aves. El doctor Onrubia realiza su trabajo en lo que él denomina “el trono”: un sitio ubicado en alto y equipado con una silla plegable de tela, una botella de agua, una agenda electrónica, un contador manual y unos prismáticos “muy cascados” con lentes Swarovsky y Zeiss. Su cabeza la protege de los rayos del sol con un sombrero. Para seguir los vuelos migratorios nocturnos, la Fundación Migres se vale de unos radares instalados en los alrededores: “Aun así se nos pasan muchas aves. Nosotros lo que vemos cruzar son las aves jóvenes de ese año”, cuenta Onrubia. Las aves han aprovechado la primavera y el verano en Europa para alimentarse y criar. En septiembre, dice que la zona estará llena de aves rumbo a África y de aficionados a su avistamiento. Muy cerca de donde nos encontramos hay un observatorio con capacidad para unas 400 personas. De repente corta la charla y dice: “Mira, un bando de casi mil cigüeñas y un bandito de milanos negros”. Onrubia cuenta que los parques eólicos tienen a unos vigilantes que paran las máquinas cuando avistan un bando de cigüeñas, de buitres o de cualquier otra especie, para evitar colisiones. Dice que esta medida ha reducido la mortalidad de las aves en un 90%. Han pasado de caer unos 200 buitres al año a caer unos 15 o 20.

Todo son peligros en torno al vuelo migratorio. Emprender el vuelo no significa conseguir llegar al destino final. Destino que, por otro lado, las aves desconocen. Solo saben que tienen que volar en una dirección y buscarse la vida. Todo lo que hacen es por defecto. Por genética. Lo que no saben estas especies, algunas de ellas en peligro de extinción, como el alimoche y la cigüeña negra, es que son modelos reproducidos por los ingenieros aeronáuticos. Sus perfiles les guían a la hora de diseñar aviones. La naturaleza les lleva a los ingenieros miles de años de ventaja.
Guía práctica
En la zona de influencia del Estrecho es más fácil ver a alguna especie rara de ave, o a un corzo o a un ciervo o a un zorro, que un hotel. Los pocos que hay están escondidos, como el resort SO/ Sotogrande, equipado con un campo de golf, cuatro restaurantes, Kids Club, spa, gimnasio, pequeño anfiteatro para espectáculos (aforo de 200 personas) y tres piscinas (una de niños y dos de adultos). El resort, en colaboración con la empresa Eco&Bike —su centro de operaciones está en Estepona, en la vecina provincia de Málaga—, facilita a los huéspedes salidas guiadas en bicicleta de montaña eléctrica por los parques naturales de Los Alcornocales y del Estrecho.
Para el avistamiento de aves lo más conveniente es contactar con la Fundación Migres, organización sin ánimo de lucro creada en 2003 con el objetivo de profundizar desde el punto de vista científico y divulgativo en el fenómeno migratorio de las aves y el cambio climático, promoviendo sus opciones como elemento generador de riqueza en el Campo de Gibraltar.
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