Cinco paradas imprescindibles en Etiopía
De asombrosas iglesias esculpidas en la roca a las fuentes del Nilo Azul, viaje a enclaves y momentos emblemáticos del país africano, como la fiesta del 'timkat'
Adis Abeba, capital etíope desde 1887, es un prólogo inevitable para una ruta por enclaves emblemáticos del país africano. Un caótico paisaje urbano marcado por el contraste entre la selva de rascacielos, expresión de un crecimiento capitalista controlado por el poder militar (y por China), y una imparable barracópolis. Además de su descomunal Merkato, merece la pena visitar dos museos de la ciudad, el Nacional —hogar del homínido Lucy— y el Etnográfico, que ofrece una plural pero insuficiente muestra de la complejidad étnica etíope. Tras unos días en la bulliciosa Adis Abeba, es momento de encaminarse hacia el norte del país.
El lago Tana
La primera parada es Bahir Dar (cuyo nombre significa junto al mar), una ciudad ordenada a unos 500 kilómetros de distancia. En la avenida paralela a la orilla del lago Tana se suceden hoteles y bares de ambiente agradable, y los mercados exhiben suntuosos cestos de mimbre. Es el centro de operaciones para las excursiones por el lago, el más grande del país y fuente del Nilo Azul. A la belleza natural del paisaje y la riqueza de su fauna —se avistan desde pelícanos hasta cocodrilos— se suman decenas de interesantes monasterios e iglesias de los siglos XIII al XIV. Decorados con imágenes de vivos colores, presentan los principales temas de la religiosidad etíope: un cristianismo monofisita que proclama una idéntica naturaleza divina en las tres personas de la Trinidad y confiere el protagonismo exclusivo a Jesús.
Esa concepción unificadora se proyecta sobre el conjunto de los fieles, miembros de una comunidad esencial. Este igualitarismo del pueblo de Dios estalla, literalmente, en la esplendorosa fiesta del timkat. Cada año, a mediados de enero, se moviliza a todos los creyentes, vestidos con el blanco de la pureza, para protagonizar colectivamente la escena del bautismo de Jesús. La fiesta genera su propio reflujo; además de los arriesgados movimientos de masas para recibir el agua sagrada, suelen imponerse bloqueos por parte de los celebrantes a los autobuses turísticos que discurren por la carretera que conduce a las disminuidas cataratas del Nilo Azul, que nace en el lago Tana.
Gondar, enclave portugués
Situada unos 160 kilómetros al norte del lago Tana, Gondar ocupaba una posición estratégica. Fue capital del reino en el siglo XVII, albergando numerosas iglesias. Entre las supervivientes al asalto del Mahdi sudanés —a finales del XIX—, los frescos del templo de San Antonio fueron trasladados al Museo du Quai Branly de París. Queda la iglesia del Monte de la Luz de la Trinidad, del siglo XVII, probablemente la más bella del país, y donde bajo el techo de querubines se produce el encuentro entre las raíces bizantinas y la iconografía autóctona.
El recinto real amurallado concentra edificios de la edad de oro de Gondar, empezando por un castillo que nos traslada a la Edad Media. La salvadora presencia militar portuguesa del siglo XVI logró conservar la impronta arquitectónica luso-indiana del majestuoso castillo de Fasilidas. A este emperador se le atribuye también la construcción de una gran piscina acastillada, que hoy convierte el timkat de Gondar en el más espectacular de este país del Cuerno de África.
Un prodigio técnico en Lalibela
De Gondar a Lalibela, un breve vuelo. Después, la atracción emblemática de Etiopía no decepciona. Las iglesias de Lalibela resultan asombrosas, tanto por ser un excepcional logro técnico —excavando en la roca una decena de templos con los recursos del año 1200— como por su calidad estética, allí donde era posible ejercerla: en la iglesia cruciforme de San Jorge, la obra maestra, así como en relieves y ventanas. Es verosímil que los reyes de la dinastía Zagwe (siglos XII y XIII) quisieran realizar en Lalibela una Nueva Jerusalén, a costa, eso sí, de un trabajo esclavo de terrible dureza. La agotadora visita de las iglesias rupestres invita a probar una bebida local fría, el tej, mezcla de miel y alcohol, o una cerveza. Menos recomendable resulta mascar las hojas del excitante khat, una planta estimulante a la que son adictos millones de etíopes.
Los monasterios del Tigray
Para llegar al monasterio de Debre Damo, en Tigray, hay que subir por una cuerda de 15 metros
Un recorrido en parte sin asfaltar, que pasa por pequeños poblados, permite acercarse a los monasterios excavados en la roca del Tigray, cuna de la Etiopía clásica. Son más de 100, producto de la expansión del monaquismo a partir del siglo VI. Algunos se reservan para amantes del riesgo; acceder al de Debre Damo requiere subir por una cuerda de 15 metros que lanzan los monjes desde arriba, y al de Yemata Guh se llega exclusivamente a través de un estrecho sendero esculpido en la piedra y asomado a un precipicio. No todos son así, aunque incluso uno de los más accesibles, el de Salvador de Kesho, obliga a subir y bajar por rocas peladas. Los hay decorados con pinturas y son un valioso antecedente del complejo de Lalibela. Además, el paisaje circundante es siempre magnífico.
Axum, estelas y mito nacional
En el extremo norte, Axum fue el centro político durante el primer milenio de historia etíope. Sus estelas fúnebres, algunas de más de 30 metros, muestran en las inscripciones el gran poder de sus reyes. Cabe ver la ciudad como heredera de los sabeos —templo de Yeha—, lo cual enlaza con la omnipresente leyenda de la reina de Saba. Otra leyenda, la del traslado del Arca de la Alianza bíblica hasta Axum, trata de ser avalada por la conservación de la iglesia de Santa María de Sion. Las mujeres no pueden entrar en el templo, de factura gondariana. Bajo la Trinidad clónica de siempre, lo explica la secuencia del Paraíso: Adán y Eva aparecen vestidos como reyes, hasta que una carnosa Eva va al manzano. Resultado: expulsión, desnudos, del paraíso.
Y antes del regreso a la capital, junto a Santa María se encuentra St. George, una tienda donde venden los curiosos kitab, rollos manuscritos de protección individual que enlazan el culto oficial con el acceso personal a lo sagrado.
Guía práctica
- Ethiopian Airlines opera cuatro vuelos directos semanales entre Madrid y Adis Abeba, la capital de Etiopía, desde 540 euros, ida y vuelta, con conexiones a otros destinos africanos
- Tuareg organiza un viaje de 13 días a Etiopía para asistir al timkat de Axum, desde 2.190 euros. Salida el 17 de enero
- Turismo de Etiopía
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