Espuma artesanal en Montreal
De cervezas especiadas a una elaboración con aroma a plátano, ruta por cuatro microcervecerías entre tanques de fermentación y música en directo
La primera planta de cerveza en Montreal abrió sus puertas en 1650, apenas ocho años después de la fundación de la ciudad. Sin embargo, algunas crónicas señalan que ya se producía años atrás de manera doméstica por los primeros colonizadores franceses. El consumo de esta bebida en la ciudad más grande de la provincia de Quebec siempre ha sido elevado por razones específicas. Por ejemplo, el clima, que no permite el abundante cultivo de la vid, y que los primeros colonos provenían de regiones de Francia más familiarizadas con la cerveza y la sidra. Con la llegada de las tropas británicas a mediados del siglo XVIII fue necesario incrementar considerablemente la producción cervecera. Y por si fuera poco, una gran cantidad de irlandeses también se instaló en estas tierras.
Así, de una elaboración local y con recursos limitados se pasó con los años, y gracias a las innovaciones industriales, a un incremento de la producción cervecera. La época de la Ley Seca en los vecinos Estados Unidos generó además un fenómeno temporal de turismo de bar, a lo que hay que sumar el contrabando al sur de la frontera canadiense, pues no fue un fenómeno aislado. Con el tiempo, las compañías Molson y Labatt se convirtieron en los gigantes de la elaboración de cerveza y marcas de otros países fueron ganando espacio en el mercado.
Pero desde los años 70 surgió un movimiento en diversas ciudades del mundo que ha buscado revindicar a la cerveza desde una perspectiva alternativa al gusto uniforme y a los designios de las grandes compañías. No se trata únicamente de beberse una cerveza, también de degustarla, de incluirla en las mesas y cartas entre alimentos de alta calidad, de experimentar con sus ingredientes y cocinar con ella.
Las microcervecerías montrealenses (microbrasseries, en francés) se caracterizan por tomar como base las cervezas checas, belgas y alemanas, pero incorporando notas originales, como el uso de la miel de arce y del clavo para conseguir sabores más peculiares.Y ante las dificultades de comercializar sus elaboraciones en grandes supermercados, muchas de ellas han optado por abrir bares para la degustación en sus propias plantas productoras. La experiencia es total: compartir barra con otros aficionados a la espuma artesanal, degustar curiosos platillos, observar en directo el proceso de elaboración y dejarse recomendar por personas altamente capacitadas en la materia.
Para constatar la riqueza de las microcervecerías de Montreal en cualquier época del año, proponemos un recorrido que mezcla gente de todas las tendencias, animadas barras, tanques de fermentación, música y costales de malta.
01 Cheval Blanc: la pionera
(809, rue Ontario Est)
En 1987, Cheval Blanc fue la primera microcervecería que obtuvo un permiso gubernamental para vender sus bebidas en el lugar de producción. Ubicado en el barrio Centre-Sud, el recinto fue durante décadas una taberna frecuentada por obreros. Actualmente, durante el día, es un local tranquilo donde los vecinos de calles aleñadas disfrutan de una buena cerveza mientras leen el periódico. Pero por las noches se transforma: entre sombras y lámparas rojas, uno juraría estar en una escena de alguna película de David Lynch. Clientela variopinta (oficinistas, parejas derramando miel, bebedores grunge) y lo más reciente de la música indie –en inglés y francés– por los altavoces, salvo los lunes, reservados a jóvenes músicos de jazz.
Éloi Deit es el maestro cervecero. A las referencias clásicas de la carta añade nuevas creaciones durante el año. Esta microcervecería es reconocida por ofrecer elaboraciones con fuerte aroma a especias, algo que se constata al degustar, por ejemplo, la Coup de Grisou (con sabor a clavo), una Loch Ness (donde se percibe gusto a caramelo) o una Blonde d’Achouffe (con fuertes notas cítricas). Su carta de alimentos contiene un suculento grill (parrilla) de queso artesanal, palomitas biológicas y huevo duro marinado en vinagre (clásico de la cocina quebequense). Junto a la barra se puede apreciar in situ la producción de sus distintas cervezas.
02 L’amère à boire: ambiente universitario
(2049, rue Saint-Denis)
Inaugurada en 1996, esta microcervecería se encuentra en el barrio latino, entre cafés, teatros, salas de concierto y restaurantes. François, camarero del establecimiento, comenta que esta zona de la ciudad, frecuentada por turistas de todo el mundo, es también centro de reunión para estudiantes y profesores de la cercana Universidad de Quebec.
L’Amère à boire es apreciada por los amantes de las cervezas tipo Ale y Lager. Su producto más reconocido es la Cerná Hora, a la usanza checa. François señala que producen sus propias levaduras y que en la carta aparecen alrededor de 15 referencias distintas. Vale la pena probar la Montréal Hell (una lager de inspiración alemana) y la Stout Impérial, una ale que homenajea a las oscuras cervezas inglesas y que contiene marcadas notas de chocolate. Para acompañar, un plato de salchichas al cilantro, una hamburguesa de conejo con cebollas caramelizadas en cerveza o un cordero estilo Marruecos.
03 Dieu du Ciel: recompensas mundiales
(29, rue Laurier Ouest)
A unos pasos del bulevar Saint-Laurent, la arteria más representativa de Montreal, se encuentra Dieu du Ciel, reconocida –en diversas listas– como una de las 100 mejores microcervecerías del mundo. Fundada en 1998 por tres estudiantes en microbiología y alojada en un antiguo restaurante ruso, Dieu du Ciel es un concurrido punto de encuentro entre quienes culminan una tarde de compras por las boutiques de la calle Laurier, así como para estudiantes y jóvenes profesionales que inician la fiesta antes de trasladarse a las discotecas de Saint-Laurent.
En 1999, Jean-François Gravel, maestro cervecero y uno de los socios fundadores, elaboró Fumisterie, la primera cerveza en la historia de Quebec que utiliza cáñamo; tiene 5.5% de alcohol y un curioso sabor. También conviene probar la Route des épices, multipremiada cerveza que incorpora un poco de pimienta. En caso de visitar Dieu du Ciel durante el invierno, nada mejor que un tarro de Peché mortel, negra intensa con 9.5% de alcohol con el que combatir el frío exterior y que deja un reconfortante sabor a café en el paladar. Para acompañar las cervezas en Dieu du Ciel, se sugiere pedir la pizza de tocino o escuchar recomendaciones sobre su extensa oferta de quesos regionales.
04 HELM: territorio 'hipster'
(273, rue Bernard Ouest)
El barrio Mile-End de Montreal ha sido durante décadas hogar de una importante comunidad de judíos ultraortodoxos, pero en los últimos años se ha ido reconvirtiendo en un referente de la cultura hipster que disfruta, desde 2006, de la microcervecería HELM, acrónimo en lengua francesa de los cuatro ingredientes básicos de la cerveza: houblon, eau, levure, malt (lúpulo, agua, levadura y malta). Aquí, las bebidas de la carta, desarrolladas por el maestro cervecero Denis Leblanc, llevan por nombre las principales calles del barrio.
Por ejemplo, Bloomfield, una cerveza blanca de inspiración alemana con aroma a plátano; Hutchison, con 7,5% de alcohol y peculiar sabor a pino, o la cerveza Clark, rubia de baja fermentación ideal para las tardes calurosas. Para acompañar nada mejor que unas alitas de pato, un suculento tartar de salmón o unas albóndigas de puerco a la cerveza. Los fines de semana el local cuenta con reconocidos DJ y una mesa de ping pong. También es un sitio idóneo para seguir, con un buen tarro de cerveza en mano, las proezas de les Canadiens, el equipo local de hockey sobre hielo.
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