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Columna
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'Patria', una apuesta fuerte, trascendente y ganada

No hay nada que deje de interesarme en esta serie, la que más me ha gustado de todas las que se han realizado en este país

Fotograma de la serie 'Patria'. En vídeo, el tráiler de la serie.
Carlos Boyero

Nunca tuve demasiada paciencia, ni obligación cultural, ni esfuerzo, ni espíritu de sacrificio para encontrar el paraíso al final del túnel ante los libros que me aburrían, me resultaban incomprensibles y herméticos, no me arañaban ninguna fibra emocional. Y algunos de ellos habían recibido todo tipo de bendiciones académicas y certificado de arte mayor. Me ocurría lo mismo con el cine. O con determinados seres humanos. Suponían una pérdida de tiempo, cuando aún creías que este servía para otorgarte cosas gozosas. Pero era maravilloso cuando no podías ni querías dejar de leer una novela, disfrutar con cada una de sus páginas, sentirte transportado a un universo magnético, temer la llegada del final. Son libros a los que sigo retornando, sin que aparezca jamás la decepción, que me siguen provocando las inolvidables sensaciones de la primera vez que los visité.

Me ocurrió hace unos años con el descubrimiento temprano de la novela de Fernando Aramburu Patria. Lo hice antes de que aparecieran críticas, reseñas y análisis que la avalaran. La devoré de un tirón (solo interrumpido por la necesidad de dormir), fascinado por los personajes, las situaciones y la atmósfera, intrigado por su desarrollo con temblor hacia la sanguinaria sordidez de lo que narraba, admirando su compleja descripción de todos y de todo, contagiado por su tristeza y su desolación, expectante ante su imprevisible desenlace. Al parecer, esas sensaciones fueron compartidas por infinitos lectores. Es lo que ocurre algunas veces con algo que recibe la definición de clasicismo.

Y, por supuesto, tuve dudas cuando me enteré de que iban a realizar una serie de televisión adaptando un libro tan poderoso. A su favor jugaba el hecho de que la iba a producir la marca HBO, creadora de las mejores series que se han hecho en el siglo XXI, capaz de lograr auténtico arte en un formato que casi siempre había optado por lo convencional, la mediocridad, lo previsible. Inevitablemente, ese sello podía implicar garantía de cierta calidad, la apuesta de los más dotados por una novela imprescindible que había supuesto un fructífero terremoto en las librerías de este país.

El encargado de tarea tan arriesgada, el guionista y creador de la serie, ha sido Aitor Gabilondo, alguien que había dado con la fórmula del éxito comercial en varias producciones exhibidas por Telecinco. Series como El Príncipe y Vivir sin permiso, productos hábiles, a la medida de las apetencias del consumidor y que personalmente me provocaron más frío que calor, tan triunfantes como olvidables. Y después de tanto anhelo por constatar cómo se habían portado las imágenes cinematográficas con las palabras escritas de Aramburu, me citan en una sala para ver Patria. Se compone de ocho capítulos. La veo en dos sesiones. Podría haberlo hecho en una sola. Sin que apareciera ni un momento de fatiga. Han logrado un resultado magnífico, una adaptación tan creíble como apasionante de ese relato denso, terrorífico, lleno de sombras y de algunas luces, de seres humanos en circunstancias permanentemente violentas y trágicas, de gente quebrada y ya para siempre a la deriva por el zarpazo de un monstruo llamado ETA que duró cinco décadas. Todo es verosímil en ella. El ambiente, el lenguaje, lo que se muestra y lo que se sugiere, la acción y la reflexión, la ausencia de maniqueísmo, la descripción de una pesadilla que parecía inacabable, los afectos traicionados, el silencio cómplice o temeroso del entorno hacia las víctimas, el fanatismo y sus brutales consecuencias, la ejecución física y moral que ejercen los asesinos y las torturas que les aplica el Estado al detenerlos, la amenaza, el odio y el consecuente pavor como protagonistas de una sociedad alarmantemente enferma.

Félix Viscarret dirige los cuatro primeros episodios y Óscar Pedraza los restantes. Con mucho mérito. Y detrás de todo ello hay un trabajo inteligente, cuidadoso y homérico del inventor, Aitor Gabilondo.

No veo el nombre de Fernando Aramburu en los guiones, pero quiero imaginar que reconocería como suyo el mundo que retratan las imágenes. La elección de todos los elementos que componen Patria ha sido tan meditada como audaz. Y aciertan. La credibilidad que aportan los excelentes y para mí desconocidos intérpretes, casi todos ellos vascos, es absoluta. Igualmente la trama, los diálogos, los escenarios interiores y exteriores, el ritmo, la excepcional fotografía, el clima, el lenguaje externo e interno.

No hay nada que deje de interesarme en Patria. Me provoca muchos y agradables sentimientos. Es la serie que más me ha gustado (y no me olvido de la primera y brillante temporada de La peste) de todas las que se han realizado en este país. HBO ha estado a la altura de su prestigio. Desconozco cómo funcionará Patria en las audiencias. Pero su calidad es transparente, ahí está. Aitor Gabilondo y su equipo pueden dormir tranquilos.

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