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Por qué España vende a África y América pesticidas prohibidos en Europa

Una investigación de Greenpeace concluye que más de 81.600 toneladas de productos químicos para la agricultura se enviaron a países en desarrollo en 2018. España es uno de los exportadores, con un 6%

Varios activistas de Greenpeace África y pequeños agricultores del condado de Makueni protestan para lograr la prohibición de los ingredientes activos dañinos que se encuentran en los pesticidas vendidos en el mercado agrícola de Kenia en octubre de 2019.
Varios activistas de Greenpeace África y pequeños agricultores del condado de Makueni protestan para lograr la prohibición de los ingredientes activos dañinos que se encuentran en los pesticidas vendidos en el mercado agrícola de Kenia en octubre de 2019.Paul Basweti (Greenpeace)

Para empezar, “que un producto esté prohibido en Europa no implica que sea ilegal en África”, insiste Diego Ayala, entomólogo del Instituto de Investigación para el Desarrollo (IRD, por sus siglas en inglés), en Marsella (Francia). Su declaración nace en respuesta a una nueva investigación de Greenpeace, basada en el análisis de 400 informes de empresas europeas, que concluye que Europa vendió en 2018 más de 81.600 toneladas de algunos pesticidas prohibidos en sus tierras—entre ellos el dicloropropeno, la cianamida, el paraquat, el herbicida trifluralina, el acetoclor y la atrazina— a 85 países, de los cuales tres de cada cuatro son países en vías de desarrollo. España se sitúa en lo alto de la lista con un 6% de esos agroquímicos a su cargo, según los resultados que se han publicado este jueves.

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La Unión Europea decidió prohibir estos pesticidas por tener efectos perjudiciales para el ecosistema como, por ejemplo, contaminación de aguas, la alteración de las poblaciones de insectos polinizadores, de aves y peces. Además, también porque pueden aumentar el riesgo de padecer enfermedades como el Párkinson o el cáncer y afectar los sistemas endocrino y reproductivo del ser humano, algo que Naciones Unidas ya advertía hace tres años, denunciando graves abusos por parte de la industria que produce dichos productos.

Al ver el mapa de Greenpeace que ilustra las exportaciones, Europa figura como un centro intocable del cual parten centenares de flechas rojas más o menos gruesas por todo el mundo. El 82% de las exportaciones del Reino Unido, principalmente de paraquat y de 1,3-dicloropropeno, se mandan al continente americano, con Estados Unidos liderando la recepción y Brasil siguiendo de cerca. México, Colombia y Ecuador también reciben altas dosis de estos pesticidas prohibidos en Europa. En África, Sudáfrica es uno de los mayores destinos de la industria europea, sobre todo de alemanes y franceses, junto a Marruecos y 18 otros países del continente. India, Indonesia y otros países asiáticos tampoco escapan al mercado y reciben químicos por parte de los grandes países europeos, sobre todo de Francia. El objetivo de estas zonas en vías de desarrollo es luchar contra las plagas, las malas hierbas, los insectos y los microorganismos que ponen en riesgo el monocultivo, pese a que algunas sean claramente nocivas para la salud.

Por lo tanto, ese mapa del trabajo llevado a cabo por los periodistas e investigadores de la institución Unearthed y por Public Eye, una organización no gubernamental orientada a la sostenibilidad, da lugar a una pregunta inevitable: ¿Por qué Europa sigue fabricando y mandando estos productos tóxicos fuera de sus fronteras? Doug Parr, director científico de Greeanpeace UK que participó en el proyecto, no tiene una respuesta clara, pero de lo que está seguro es que es posible vivir sin ellos. “Son químicos muy, pero que muy nocivos”, comienza. “Europa ha demostrado que la agricultura puede seguir su curso sin usarlos. Tenemos que ayudar a esos países en vías de desarrollo y darles alternativas en función de sus condiciones”.

Para Parr está claro que hay una “explotación en curso”, y ver que su país, Reino Unido, es el mayor exportador europeo, responsable del 40% de las notificaciones (32.000 toneladas), le resulta chocante. Pese a todo ello, reconoce que en su momento estos pesticidas fueron de gran ayuda y trajeron innovaciones en la agricultura. “Pero ahora hay que dirigirse hacia otro panorama”, precisa. Además, a escala global, las más de 81.600 toneladas de pesticidas vendidas en 2018 son una cantidad a tener muy en cuenta. “Imagínese que todo esto está esparcido por el mundo, provocando todo tipo de efectos en la cadena alimenticia, en la biodiversidad y en la salud del ser humano”.

Quizás estos productos serían legales en Europa si los necesitáramos

Diego Ayala, Instituto de Investigación para el Desarrollo

Pero la cuestión no es simple y el tema supone un debate en el seno de la comunidad científica. Los países africanos tienen otras condiciones climáticas, se enfrentan a otro tipo de plagas que los europeos y muchos dependen de la agricultura para sobrevivir. Los pesticidas les permiten controlar las especies que amenazan su cosecha y asegurar así su economía, según Ayala: “Créame que si tuviésemos las mismas situaciones que tienen allí, no tardaríamos en validar de nuevo esos productos”.

En definitiva, ¿África utiliza estos pesticidas, sencillamente, porque los necesita y porque, todavía, no tienen al alcance otras soluciones? Fabrice Chandre, del departamento de Salud del IRD y asesor para la Organización Mundial de la Salud, explica que los países africanos sufren plagas que no se parecen en absoluto a las de Europa. “Quizás un producto que funcione para nuestros insectos no es eficiente para los suyos. Quizás nosotros tenemos un solo parásito que perjudique nuestra cosecha, y ellos se enfrentan a varios y con mayor densidad. Hay que mirar el balance entre el coste y el beneficio”, añade. “Quizás estos productos serían legales en Europa si los necesitáramos. Si tuviésemos por aquí lo mismo que ellos, nacerían intereses económicos a favor de estos químicos”, remata Ayala en armonía con el discurso de Chandre.

Paradójico es, sin embargo, que Europa venda a países en vías de desarrollo productos que acaban en la cadena alimentaria y, debido a la globalización, vuelvan al estómago de sus ciudadanos. ¿Por qué no prohibir completamente su uso para evitarlo? “Bueno, eso, como siempre, es cuestión de capitalismo y de los intereses del mercado. Es cierto que muchos aprovechan ese uso fuera por ser menos costoso, pero también eficiente. Es la ley del mercado”, contesta Chandre. Sin embargo, este especialista asegura que la industria de pesticidas de la Unión Europea sigue un reglamento muy estricto y que nada sale sin verificación ni aprobaciones. “Si eliminamos ese mercado ahora, esos países recurrirían a pesticidas de contrabando que ni siquiera están controlados ni probados clínicamente y sabríamos aún menos acerca del uso que se les da y de las cantidades que se liberan”, advierte.

“Son químicos muy, pero que muy nocivos. Europa ha demostrado que la agricultura puede seguir su curso sin ellos. Tenemos que ayudar a esos países en vías de desarrollo y darles alternativas Doug Parr, director científico de Greeanpeace UK

Otro aspecto importante a considerar es que los países en vías de desarrollo no siempre cuentan con una logística, una reglamentación y un sistema de control suficiente y adecuado para el uso de estos pesticidas, pues carecen, de momento, de los recursos necesarios para adquirirlos. “Además tienen una legislación distinta a la nuestra y no podemos compararnos. Sus decisiones no implican que el uso que hagan vaya a ser nocivo”, opina Chandre. “Nosotros pensamos con una mentalidad europea y no es una solución. No podemos decidir por ellos y hay muchas cosas que no conocemos”, subraya Ayala. Los expertos son conscientes de que puede haber poco control en África del uso que se hace de los pesticidas y por eso tratan de realizar un seguimiento más exhaustivo para ayudar y prevenir posibles impactos.

No todo es blanco o negro, sin embargo. La Unión Europea está invirtiendo en el desarrollo de soluciones alternativas rentables basándose en las ciencias biológicas, incluida la ciencia del microbioma del suelo, y la adopción por parte de los agricultores de soluciones tradicionales e innovadoras basadas en la naturaleza.

Christine Fuell, investigadora de la Secretaría del Convenio de Rotterdam en la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) explica que, si el país de destino no prohíbe la importación y venta de un plaguicida en particular en su territorio, es legal que otros países exporten este producto a ese país, siempre que se adhieran a las disposiciones de los acuerdos internacionales en los que podrían ser parte. “Por eso es tan importante que un país sea parte de estos instrumentos jurídicamente vinculantes, como el Convenio de Rotterdam, por ejemplo. Este garantiza que sus Partes estén informadas previamente, reciban toda la información disponible y puedan tomar decisiones informadas sobre futuras importaciones de ciertos productos químicos peligrosos”, cuenta. El Convenio de Rotterdam, que entró en vigor en 2004, también brinda asistencia técnica a las Partes para identificar alternativas menos nocivas.

"La exportación de plaguicidas prohibidos en un país a otros países ha sido un tema polémico en todo el mundo”, comienza Gu Baogen, del departamento de Manejo de Plagas y Pesticidas de la División de Producción y Protección Vegetal de la FAO. Cuenta que la autorización de un plaguicida es una decisión nacional: “Se basa principalmente en las necesidades locales de manejo de plagas, en el resultado de la evaluación de riesgos y otros criterios nacionales”. El Código Internacional de Conducta para el Manejo de Plaguicidas es el que establece la prohibición de la importación, distribución, venta y compra de estos químicos altamente peligrosos (Highly hazardous pesticides, HPPs, en inglés). La FAO apoya la creación de capacidad para la gestión racional del ciclo de vida de los plaguicidas en los países en desarrollo para minimizar sus riesgos, centrándose en eliminar gradualmente los altamente peligrosos y seleccionar alternativas de bajo riesgo, principalmente bioplaguicidas. Mientras tanto, se promueve desde la institución el manejo integrado de plagas basado en el ecosistema para reducir su uso. “Mejorar la legislación regional y nacional de gestión de plaguicidas y promover la colaboración mundial y regional sobre su comercio ilegal podría ayudar a abordar las preocupaciones. Francia ha decidido dejar de exportar los prohibidos en la UE por motivos de salud humana y medio ambiente, por ejemplo, a partir de 2022 o 2025”, concluye Baogen.

El DDT, un caso aparte

Todos los expertos consultados admiten que el uso del DDT, prohibido en Europa, es un caso particular y famoso. Este producto tarda años en desvanecerse de la naturaleza y por eso se prohibió. Sin embargo, el paludismo presente en Europa mataba antaño anualmente a millones de personas y el DDT se usó en campañas masivas para erradicarlo y eliminar los mosquitos que lo provocan. Hoy, la malaria y otras enfermedades infecciosas acechan África. “¿Qué pasa? ¿Nosotros los hemos usado, pero ahora ellos no deben hacerlo?”, se cuestiona Carlos Chaccour, investigador y médico especialista en malaria en el Instituto de Salud Global de Barcelona y en el Instituto de Salud Tropical de la Universidad de Navarra.

Este experto insiste en que el riesgo beneficio de cada país es muy distinto y cada uno se adapta a sus necesidades. “Los países europeos dicen, por ejemplo, que si encuentran medio gramo de pesticida en sus granjas ya no les compran nada, pero imponen criterios estrictos de control medioambiental que esos lugares no se pueden permitir”, alerta Chaccour. Lo compara a la exigencia de usar energías renovables y se pone en el papel de esos países en vías de desarrollo: “¿Tú has quemado carbón para desarrollarte y ahora yo no puedo?”. “Ellos necesitan producir energía y tener buena salud para producirse y desarrollarse”, reitera.

Una de las soluciones, bajo su punto de vista, no es prohibir exportaciones, sino añadir medidas de control para saber bien cómo se usan los productos. “Tenemos que saber qué se está haciendo. Todo el mundo asocia pesticida a muerte, pero antes de decidir nada, yo miraría atentamente lo que hace y aporta a esas poblaciones necesitadas”, concluye.

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