La única certeza de la vuelta al cole: hay que cuidar los hábitos saludables
En la esfera del contexto general, donde se enmarcaría la pandemia del coronavirus y sus consecuencias económicas y sociales, los padres y profesores deben trabajar para construir para el niño un entorno saludable y seguro
En los próximos días, según la región, comienza un nuevo curso escolar plagado de incertidumbre y con importantes retos para alumnos, padres y personal académico. Durante décadas, los niños y niñas se preparaban en estas fechas para la nueva etapa académica. Recuerdo cómo me gustaba estrenar cuadernos o preparar mi mochila. Solía hojear los libros nuevos con curiosidad y tenía muchas ganas de ver a mis amigos y hablar de nuestros respectivos veranos. Este año, la vuelta al cole será bastante distinta para los más pequeños. Aunque hay ciertas pautas que deben guiar dicha vuelta, aún hay muchos interrogantes por resolver. Las informaciones cambian cada día y probablemente cuando se publiquen estas líneas habrá noticias distintas de las que hay ahora, mientras las escribo. Pero sí me gustaría reflexionar sobre algo: en nuestras manos, sobre todo en las de los padres y educadores, está que entre toda esta incertidumbre los niños tengan, sin embargo, un puñado de certezas a las que aferrarse.
Lo que cambia
Todos los padres y profesionales con los que he hablado se preguntan de qué manera influirá esta pandemia en los niños y jóvenes.
Ya hay estudios sobre los efectos del confinamiento en ellos. El publicado por la Gasol Foundation en el marco del proyecto MILES —financiado por el programa Erasmus+ de la Comisión Europea—, que analizó casos de confinamiento estricto, puntual o inexistente, demostró que el confinamiento erosionaba los hábitos saludables de los más pequeños, y que los más afectados fueron aquellos cuyos progenitores presentaban un menor nivel de estudios.
Los jóvenes sometidos a épocas de confinamiento prolongado sufrieron un empeoramiento en sus condiciones de salud en comparación con los no confinados (por ejemplo, el tiempo de uso de pantallas aumentaba entre seis y 12 minutos al día, las horas de sueño y ejercicio físico se reducían y también empeoraba su bienestar emocional).
Otros estudios, como este que se ha realizado en el Reino Unido, estiman que los niños que han vivido periodos de confinamiento llevan tres meses de retraso en su avance académico.
Si las recomendaciones de distanciamiento social y educación a distancia se prolongan, será necesario estudiar sus consecuencias en el desempeño académico y en las habilidades sociales de los pequeños. Por un lado, la educación a distancia requiere de ciertos recursos a los que no todas las familias tienen acceso. Por ejemplo, hay familias que tienen que compartir un ordenador para el teletrabajo de los padres y la educación de los hijos; que no disponen de una conexión adecuada a internet o incluso que no disponen de ningún dispositivo conectado. Esta brecha tecnológica contribuye a acentuar las diferencias y dificulta a los más vulnerables el acceso a una educación adecuada.
Por otro, aún no tenemos evidencia sobre la capacidad de comprensión de los niños a través de una pantalla en contraposición a las explicaciones presenciales, ni tampoco sobre si el tiempo de atención disminuye.
Según apunta el informe de UNICEF Report Card 16: Esferas de influencia. Entendiendo qué determina el bienestar infantil en los países ricos, dos de cada cinco niños de los países analizados carecen de aptitudes básicas de comprensión lectora y matemáticas a una edad avanzada como los 15 años. Por tanto, no debemos dar por hecha la educación y debemos prepararnos para la posibilidad de que, con las nuevas dificultades, los niños de edades más avanzadas experimenten cortes en el aprendizaje, un tema serio que está por estudiar y debatir.
Por último, y esto influye sobre todo en los niños más pequeños o aquellos con necesidades especiales, hay que recordar que la escuela no es solo un espacio para aprender sino también un espacio para relacionarse y desarrollar sus habilidades sociales. Si los niños pasan muchos meses en compañía únicamente de sus padres, sin poder interactuar con otros niños de su edad, esto puede influir en el desarrollo de sus habilidades sociales y generarles problemas relacionales.
En el estudio de UNICEF también se menciona que los niños españoles sienten por lo general confianza con respecto a sus relaciones interpersonales. Un 81 % declara que hace amigos fácilmente. Pero estas cifras podrían variar si se elimina su punto central de contacto social.
Lo que permanece
Pero no todo debe ser volátil en la extraña situación actual. Estoy convencido de que existen formas de que los niños perciban estabilidad y tranquilidad también ahora. Y creo que la mejor manera de trasladarles esa sensación de seguridad es seguir fielmente rutinas de hábitos saludables.
Si el niño duerme las horas necesarias, come de manera variada y saludable, no deja de lado la actividad física (aunque tenga que adaptar sus costumbres si hay algún tipo de restricción a la que solía realizar) y tiene en casa un entorno emocional positivo, percibirá estabilidad en medio de tantas incógnitas.
Tal y como apunta el estudio de UNICEF sobre los factores que determinan el bienestar de los niños, su entorno cercano (su familia, su comunidad) influye enormemente en su percepción de la satisfacción vital. Por ejemplo, el 81,7 % de los adolescentes españoles mayores de 15 años se sienten muy satisfechos con sus vidas, cifra que está seis puntos por encima de la media. El estudio achaca estos buenos números al alto grado de apoyo de las familias. Una demostración más de la importancia de desarrollarse en un entorno adecuado y emocionalmente sano que facilite al niño alcanzar su máximo potencial.
No nos debemos olvidar de este 20 % de niños y adolescentes que, según detectamos en el Estudio PASOS de la Gasol Foundation, declara sentirse preocupado, triste o infeliz.
Por supuesto, la esfera del contexto general, donde se enmarcaría la pandemia del coronavirus y sus consecuencias económicas y sociales, también influye en él. Pero los padres y profesores deben trabajar para construir para el niño un entorno saludable y seguro, cimentado en los buenos hábitos, que mitigue de algún modo las consecuencias que pueda tener en él la situación actual.
Sin saber aún si la presencialidad en las aulas podrá mantenerse durante los próximos meses, creo que sí podemos aprovechar los desafíos que nos presenta esta situación. Ya hemos visto que algunas costumbres están cambiando a marchas forzadas. Por ejemplo, una costumbre tan arraigada en España como la de saludar con dos besos se ha visto modificada durante el verano por el popular “choque de codos”. Quizá dejemos de dar la mano en las reuniones de trabajo, de compartir objetos de uso común, de frecuentar lugares atestados de gente o de realizar muchas otras acciones que antes eran automáticas y habituales.
Ya que cambiamos los hábitos y costumbres, ¿qué tal si aprovechamos para introducir en esas nuevas rutinas un pilar fundamental como son los hábitos saludables, no solo para los niños sino para toda la familia? Será algo que transmitirá a los más pequeños seguridad, tranquilidad y estabilidad. Y que les ayudará a crecer más sanos física y mentalmente para afrontar desde la mejor posición posible los tiempos que vendrán.
*Pau Gasol es atleta profesional y presidente de la Gasol Foundation.
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