Liarla con las manos
Sofisticadas o románticas, pero también funcionales y duraderas, las trenzas son el peinado de moda de la temporada. Algunas forman parte de la tradición africana y ponen sobre la mesa el problema de la apropiación cultural estética.
EN TENSIÓN DE la raíz a la punta, tejidas a ambos lados de la nuca, justo detrás de las orejas desde las que se disparan en paralelo, la raya divisoria central bien marcada, las trenzas de combate son el hit capilar de esta inusual temporada. Un peinado funcional preparado para la guerra. Vistas en el desfile primavera/verano 2020 de Max Mara, redondeando la propuesta con deje retrocastrense del director artístico de la firma Ian Griffiths, no podían venir más al pelo. “Son un clásico moderno que conjura por igual el poder de la masculinidad y la feminidad”, explica el veterano Sam McKnight, estilista de cabecera de Diana de Gales y habitual de Karl Lagerfeld en Chanel y Fendi. Inspirado por una fotografía de Hans Feurer que encontró en un viejo ejemplar de los años setenta de la revista Nova, el británico quería conseguir un efecto gráfico y estricto, en las antípodas de ese romanticismo asociado al trenzado.
Para lograrlo, hay que trabajar las particiones con precisión —solo así será posible un resultado limpio y simétrico— y utilizar productos como leches de peinado específicas, ceras o aceites de textura que mantengan bajo control cada mechón y el posible encrespado. “No es tan complicado. Practicando se puede alcanzar la maestría”, asegura el peluquero.
“Las trenzas perfectas requieren tiempo y habilidad”, expone la italiana Lorenza Cannavò, una auténtica influencer de este peinado. Más conocida como Argentea Lo en sus redes sociales, Cannavò es una autodidacta que ha hecho de su pasatiempo infantil una vía de expresión. “Desde pequeña siempre me ha gustado jugar con mi pelo. Entonces replicaba los peinados de las protagonistas de mis dibujos animados favoritos. Con más edad, los sábados por la tarde me dedicaba a peinar a mis amigas, y las trenzas siempre eran lo que más me pedían”, dice. Confinada en su casa de Caltanissetta, en Sicilia, durante el aislamiento no paró de mostrar al mundo sus habilidades vía Instagram (@braids_for_my_hair, con más de 300.000 seguidores) y cómo replicarlas en su canal de YouTube. “Mi trenza favorita es la holandesa porque está en relieve y es visible incluso en cabellos oscuros como el mío. Aunque lo que realmente me entusiasma son las combinaciones en las que dos o más estilos diferentes se unen en diseños armoniosos y equilibrados”, dice enumerando sus pasiones, entre las que también figuran el trenzado de canasta, recogido un poco por encima de la nuca, y de cola de pez.
Juego de tronos fue posiblemente el mayor detonante de la pasión por la trenza del último lustro merced a los intrincados y muy simbólicos estilos de sus principales personajes femeninos. Cannavò recuerda que, en su momento de máximo apogeo, los tutoriales en vídeo para copiar los trenzados creados por el estilista Kevin Alexander para Daenerys Targaryen o Sansa Stark se contaban al menos en un par de millones. Una vez terminada la serie, las pasarelas han recogido el testigo, exhibiendo como nunca todo tipo de tejidos capilares.
Esta primavera/verano los hay románticos en Simone Rocha y Erdem (a rematar con lazo); múltiples y cortos en clave punk en Alexander McQueen y Yohji Yamamoto; hippies a lo casa de la pradera en Dior; deportivos con tiras de tela entrelazadas en Stella Jean y Antonio Marras; de cola de caballo con Self-Portrait; colegiales a lo Greta Thunberg en Bora Aksu; de boxeadora (similares a las de combate, pero con recorrido por la parte superior de los parietales desde la frente o casi) en Liu Yong… Por descontado, se ha visto abundancia de cornrows, las trenzas de raíz, muy pegadas al cuero cabelludo formando hileras, pero únicamente en modelos africanas o afrodescendientes, porque se trata de una variante que solo les pertenece a ellas por razones socioculturales. En efecto: con el espinoso asunto de la apropiación cultural hemos topado también en según qué tipo de trenzas.
Entre las comunidades africanas, trenzar el cabello es un acto de socialización desde hace más de 3.000 años. Un ritual en el que, además, formas y adornos (cauris, cuentas, anillas) tienen un significado específico. Fue el timini, como se denomina en algunos países del golfo de Guinea, el que saltó con las sucesivas oleadas de esclavos a Europa y Estados Unidos. De ahí un contexto cuya explotación estética en cabezas culturalmente ajenas y socialmente privilegiadas todavía duele entre los afrodescendientes. Por algo se dice que en los cabellos de las siervas de las plantaciones está trenzada la historia de la liberación esclavista. Para recibir el trato que merece, en algunos lugares de Estados Unidos se exige la licencia de trenzador para poder ejecutar tales peinados.
“Existe aún un doble rasero. Un mismo peinado es percibido de una forma u otra en función de si lo lleva una persona racializada o no. De cómo ese ser demasiado étnico conlleva siempre connotaciones negativas para las mujeres afrodescendientes, pero implica un plus cool para las mujeres blancas”, denuncia la ensayista Desirée Bela-Lobedde, autora de Cómo ser mujer negra en España (Plan B, 2018). Kim Kardashian, Kendall y Kylie Jenner, Miley Cyrus o Justin Bieber han sido puestos en la picota por tal motivo, al igual que ese ejército de cantantes de trap que no se apea de las no menos polémicas trenzas de boxeador. “A algunas personas se les hace muy difícil respetar los límites que otras imponen para preservar sus culturas. En mi opinión, quienes pertenecemos a comunidades marginadas nos sentimos culturalmente explotadas cuando señalamos la apropiación idiosincrásica y la gente se lo lleva al terreno personal y se siente ofendida porque, dicen, se les recortan sus derechos. Se sitúan así en el centro de la conversación y obvian el perjuicio que pueden estar causando a esas comunidades solo por querer imponer su libertad de expresión”, continúa la escritora y articulista barcelonesa, autodefinida como activista cosmética desde que comenzara a tratar cuestiones de belleza capilar afro en el blog Diario de la negra flor. “El trenzado del cabello entendido como ese proceso de socialización me ha permitido conectar con otras mujeres y crear con ellas lazos significativos”, remata.
Como esta parece ser una lección que no se aprende nunca, el pasado enero las pelucas de cornrows rubias platino que lucieron los modelos en el desfile masculino de Comme des Garçons han vuelto a levantar ampollas. Para el caso, se trata de la punta de lanza de una tendencia capilar inagotable y que, con permiso de la cola de caballo lisa y baja y las ondas al agua, seguirá dominando el otoño/invierno que viene.
Lo corroboran las propuestas de Jason Wu (versión coleta), Fendi (recogidas en sofisticados moños), Simone Roche (revoltosas) y, de nuevo, Max Mara, con un trenzado de nuevo a cargo de Sam Mcknight directamente salido de la cabeza del Boy George de los años ochenta. Aunque el cantante de Culture Club nunca haya sido acusado de apropiación cultural, a pesar de la evidente inspiración afrojamaicana de su estilismo, ya no sirve de excusa. Ojo a lo que liamos con las manos.
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