Recuerdos de verano
Aunque para muchos la estación estival es un tiempo de disfrute sin preocupaciones, hoy día para miles de niños y niñas en España es una época de desigualdad
Si usted, lector, lectora, se toma unos minutos para recordar cómo era el verano de su infancia, muy probablemente le vengan a la cabeza imágenes idílicas e inolvidables de pueblos, playas, ríos y bosques. Y aunque para muchos de nosotros el verano ha sido eso, un tiempo de disfrute sin preocupaciones, hoy día para miles de niños y niñas en España la realidad dista mucho de esta imagen imborrable. Porque el verano es, también, una época de olvido de sus derechos, el periodo en el que más crudamente se muestra la desigualdad de la infancia.
Son muchos los niños que viven los meses de verano expuestos al aislamiento, a la mala alimentación y a la desprotección, mientras ven cómo otros disfrutan de las vacaciones con sus familias y amigos. Este año, además, han sufrido los efectos del confinamiento: han tenido un último trimestre escolar a distancia y ahora viven con la incertidumbre de cómo se desarrollará el próximo curso. Por eso, estos meses de julio y agosto es más necesario que nunca que todos los niños, sean cuales sean sus circunstancias, puedan disfrutar de las vacaciones.
Sabemos que este verano la infancia más vulnerable va a seguir, de alguna manera, confinada después del confinamiento, sin salir de su casa o de su barrio. Para muchas familias, ir una semana de vacaciones es inimaginable. Ni siquiera pueden llevar a sus hijos e hijas un día a la playa o al campo, porque ni tienen el tiempo ni los recursos económicos para hacerlo. Y, sin embargo, el verano constituye una gran oportunidad para promover el bienestar de la infancia, con su amplio abanico de posibilidades de ocio, deporte y tiempo libre. Porque lo que necesitan estos niños y niñas (todos) es jugar, hacer deporte, interaccionar con los demás y recuperar las relaciones de las que no han podido disfrutar durante el confinamiento. Necesitan ser parte de la comunidad, tejer y fortalecer sus redes de apoyo. Necesitan que se les dé la oportunidad y el espacio para que expresen los temores, las inquietudes y las vivencias que han sentido en este extraño periodo que hemos vivido. Y, por supuesto, deben tener garantizada su alimentación, un derecho que se incumple cada año al finalizar el curso escolar (y que no nos cansaremos de denunciar), ya que al acabar la escuela también acaba la beca de comedor pública que reciben y que no vuelven a tener hasta el mes de septiembre.
Para muchas familias, ir una semana de vacaciones es inimaginable. Ni siquiera pueden llevar a sus hijos e hijas un día a la playa o al campo, porque ni tienen el tiempo ni los recursos económicos para hacerlo.
Por todo esto, este verano es más necesaria que nunca la actuación coordinada desde todos los frentes para reducir la desigualdad. Las administraciones deben tomar más medidas para proteger y mejorar el bienestar de la infancia, especialmente la que se encuentra en riesgo de pobreza o exclusión. Hay que empezar por dotar de más recursos técnicos y económicos a las Comunidades Autónomas para que puedan desarrollar planes concretos que combinen el aprendizaje académico con la educación emocional y las habilidades sociales a través de las artes, el deporte y el ocio saludable. Además de los recursos, es fundamental crear espacios tanto localmente como en barrios y distritos en los que las organizaciones y centros que tratan con la infancia, desde las escuelas hasta las entidades deportivas, puedan trabajar conjuntamente. Y, sobre todo, hay que escuchar a los niños y niñas. Porque tienen el derecho a que su opinión sea tenida en cuenta, a participar en la construcción de esta nueva normalidad a la que nos estamos adaptando todos día a día y de la que ellos también forman parte.
Este verano se nos presenta una oportunidad crucial. En medio de la incertidumbre en la que vivimos, es fundamental que tanto las administraciones como ONG y entidades públicas y privadas velemos porque ningún niño ni ninguna niña se queden atrás y pueda disfrutar del verano y de sus amistades. Porque ellos y ellas, cuando sean personas adultas, también deberían tener bonitos recuerdos de verano guardados en su memoria como los nuestros.
Macarena Céspedes es directora de Educo España, una ONG de cooperación global para el desarrollo y acción humanitaria a favor de la infancia y en defensa de sus derechos.
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