¿Y si no hubiera villa olímpica?
Con el aplazamiento a 2021, la villa olímpica de Tokio pende de un hilo. Podría ser la primera vez desde 1924 en la que no exista ese lugar que acoge a los atletas, transforma las ciudades y muchos urbanistas cuestionan. ¿Ha llegado el momento de cambiar?
“La villa es el corazón de los juegos. Operativamente, por supuesto que son posibles sin una villa olímpica, pero se ha convertido en algo esencial del espíritu de unos Juegos. Allí se produce la interacción y la magia que los hace especiales”, dice James Macleod, director del Comité para las Relaciones con los Comités Olímpicos Nacionales del COI. Hace tanto tiempo que existen las villas olímpicas que parecen tan necesarias como la final de los 100 metros lisos. Y para su imagen desde luego que lo son. Con el tiempo las competiciones fueron volviéndose fieramente nacionalistas, lo único importante era saber cuántas medallas lograba cada país. Solo la villa daba sentido al ideal. El último reducto de la utopía olímpica. El lugar donde la competencia se convierte en camaradería. Un exclusivo club que abre un mes cada cuatro años al que solo pueden entrar los 10.000 mejores deportistas del mundo. Jóvenes, bellos y en forma. La demostración de que los alfa pueden competir y, al mismo tiempo, convivir en paz y armonía.
“La villa es el corazón de los juegos. Operativamente, por supuesto que son posibles sin una villa olímpica, pero se ha convertido en algo esencial del espíritu de unos Juegos", (James Macleod, Comité Olímpico Internacional)
Pero eso peligra. Con el aplazamiento de los Juegos de Tokio, no se sabe aún si su ultratecnológica e hipersostenible villa estará disponible en 2021. “Lo que estamos haciendo es reconfirmar que todo sigue según lo planeado. Pretendemos que los juegos en 2021 sean lo más parecidos posible a los de 2020. Y la villa es parte de eso. Pero obviamente tendrán que renegociarse una enorme cantidad de contratos. No solo para la villa, para todo. Tokio está en ello y tenemos confianza en que nos confirmarán al final del verano que prácticamente todos los recintos y la villa estarán disponibles”, explica MacLeod.
Al principio no había villa olímpica. Costó un cuarto de siglo. En 1923 se exigió por primera vez: “Se requirió que el comité organizador proporcionara alojamiento y comida por un precio fijo, a cargo de las naciones participantes”, se leía en el pliego de condiciones. En los Juegos de París de 1924 se habilitaron cabañas de madera a 30 francos por cama y noche. Eso incluía tres comidas al día, lavandería, electricidad y duchas. “Ahora es mucho más que el lugar donde duermen y comen los atletas”, dice Macleod. “Es el espacio que les permite concentrarse. Lo que hacemos desde el COI es asegurarnos de que todo está preparado. El comité se encarga de controlar todos los aspectos de unos JJ OO y la villa es el más complejo. Es crear una pequeña ciudad, con sus reglas, su alcalde, su cuerpo de policía… Tenemos un equipo para asegurarnos de que todo está bien. En cada olimpiada los organizadores tienen su propio diseño y nosotros adaptamos el equipo a eso, siempre con los atletas en el centro”, concluye.
"Tenemos confianza en que nos confirmarán al final del verano que prácticamente todos los recintos y la villa en Tokio estarán disponibles”, (James MacLeod, COI)
Porque la villa no es solo importante para los atletas, lo es también para la sede. Los estadios son arquitectura deportiva, pero esto va más allá. “Planificar una ciudad es muy difícil. Hay muchos intereses. Pero una villa olímpica es más pequeña y es mucho más fácil que salga como tú quieres. Y allí puedes hacer una ciudad en miniatura. Porque tienes que incluir las mismas cosas: movilidad, accesos, alcantarillado, transporte, seguridad, espacio público… Tiene que ser lo mismo, pero a una escala que puedas controlar. Por otro lado, al ser una infraestructura que está vinculada a un acontecimiento tan grande, debes proponer una arquitectura espectacular y llamativa que levante elogios y renueve la imagen de la sede. La villa olímpica funciona como espejo utópico de la ciudad”, explica Francesc Muñoz, profesor de geografía Urbana de la Universidad Autónoma de Barcelona y autor de varios estudios sobre el tema.
Se dice que la primera fue construida en Los Ángeles 1932. Pero las estadounidenses siempre han sido peculiares y no terminan de encajar en el modelo de la gran obra. “Es muy interesante cómo reciclan infraestructuras universitarias”, explica el profesor Muñoz refiriéndose a los casos de Los Ángeles 1932 y 1984 y a Atlanta 1996. “Se salen de lo habitual. Tienden a no construir mucho, pero tienen sus motivos. Las sociedades que no han acumulado capital aprovechan cualquier resquicio para construir. Otras pueden permitirse el lujo de no hacerlo. Ellos crean un centro urbano asociado a la universidad, que para ellos no es solo enseñanza. Las facultades traen a gente joven con el dinero de sus padres y sin gastos. Es un lugar que alberga millares de consumidores, una visión bastante capitalista”.
Resulta irónico que el sueño de la convivencia olímpica entre razas se produjera por primera vez bajo el régimen nazi. Al llegar a Berlín, Jessie Owens, el afroamericano que ganó cuatro oros para desesperación de Hitler, preguntó por las habitaciones segregadas para negros. Lo habitual en su país. Allí no había. Es esa edición de 1936 la que sentaría las bases de la villa como la forma de mostrar al mundo lo que un régimen quiere enseñar. Había conciertos y actividades. Uno se podía cortar el pelo, ir a la sauna o entrenar. Ese “espejo utópico” intentaba ocultar la barbarie nazi y esa mancha hizo que, 36 años después, Múnich 1972 quisiera dar una imagen lo más relajada posible. Los guardias vestían uniformes de colores pastel y no llevaban armas. Un error en una época en la que el terrorismo internacional empezaba a surgir. Terroristas palestinos se infiltraron en los bloques ocupados por los atletas israelíes y los tomaron como rehenes. Murieron 12 miembros de la delegación. Desde entonces, la seguridad es una obsesión. Aunque ya en los hiperpolitizados JJ OO de México 1968, los atletas habían vivido en una burbuja blindada.
Las villas no pueden evitar ser hijas de su tiempo y, como tales, reflejan lo que ocurre fuera. Después de la II Guerra Mundial, en Londres 1948, el alojamiento era tan austero como correspondía a un país en racionamiento. En Helsinki 1952 participó por primera vez una delegación soviética, pero sus comisarios insistieron en que tanto ellos como el resto de países comunistas debían alojarse en una villa segregada presidida por un retrato de Stalin. “En Helsinki se ve la primera construcción del estado del bienestar, donde la incidencia de la vivienda como un bien social y colectivo es muy clara”, matiza el profesor Muñoz
"Muchas ideas innovadoras de arquitectura se han introducido después de probarlas en las villas. Es interesante ver cómo el urbanismo olímpico funciona como prueba piloto”. (Francesc Muñoz)
La primera vez que se pensó en darle una finalidad más allá de los juegos fue en Melbourne 1956. La villa fue concebida como una zona de reubicación en el suburbio de Heidelberg. Las viviendas eran de titularidad pública y en ellas se realojó a colectivos desfavorecidos. La idea, que en principio parecía colosal, convirtió el vecindario en un gueto. La zona nunca se ha repuesto y todavía hoy es uno de los peores barrios de la ciudad. Pero eso marca un cambio. Llega el momento en el que la villa olímpica debe convertirse en un elemento para el desarrollo urbanístico. Muñoz asegura que esa idea cuaja en Roma 1960. “Es incluida en un programa de zonificación residencial que va más allá de la solución al alojamiento temporal de atletas y se convertirá en un referente para las posteriores. Muchas ideas innovadoras de arquitectura se han introducido después de probarlas en las villas. Y si miras las fotos de Roma, reproduce las ideas que Le Corbusier había propuesto en los años treinta. El edificio con fachada plana, sobre pilotes... Es interesante ver cómo el urbanismo olímpico funciona como prueba piloto”.
Las villas también sirven para otra cosa: para modificar para siempre la imagen de una urbe. “Las ciudades se han vuelto una marca y las olimpiadas han terminado siendo una operación urbanística. Por otro lado hay una idea de competitividad entre capitales, de ponerse en el mapa mundial, y eso significa ser la sede de algún evento”, explica Miguel Mayorga, profesor de la Universitat Politècnica de Catalunya y profesor colaborador del máster de Ciudad y Urbanismo de la UOC. “Puede ser una exposición universal o una olimpiada. El caso de Barcelona es muy significativo. Porque se ha transformado a base de grandes eventos”.
Es imposible no mencionar a Barcelona. Dentro de ese modelo es la cúspide, para lo bueno y para lo malo. “En los ochenta ya se veía que el transporte global se haría en contenedores. Ya no hacían falta forzudos que descargaran sacos de café sino grandes extensiones de terreno”, dice el profesor Muñoz. “Por eso las ciudades de Europa con puerto trasladan la actividad fuera de la ciudad y el puerto industrial del siglo XIX se queda sin ocupación. Los frentes portuarios se convierten en lugares de ocio. Un copy-paste de lugares idénticos con acuario, cine IMAX y bares. Barcelona hace una jugada muy inteligente. Es la primera villa que no está fuera de la ciudad. Las anteriores la habían colocado fuera para dirigir el crecimiento urbano. Barcelona lo coloca en un suelo industrial semiabandonado para atraer inversión”.
Claro que esto conlleva problemas. “El puerto olímpico y la villa olímpica no conectan bien con su entorno”, describe Miguel Mayorga. “Y eso que estamos a 28 años de esa intervención. El puerto hoy es un enclave turístico muy venido a menos. La villa es un barrio residencial con espacios públicos interiores privatizados. Y los exteriores tienen poca vida urbana”. Por lo menos tiene vida. Aunque Macleod asegura que el COI se preocupa por lo que ocurre con la villa después de los juegos (“de hecho, ha de estar especificado en la candidatura”, apunta). Muchas, como la de Atenas 2004, han sido abandonadas y ahora son solo ruinas.
El gran problema a combatir es lo que el profesor Muñoz denomina la urbanalización. “Es un tipo de urbanismo que es indiferente al territorio. En ese sentido las villas son todas muy parecidas. Si miras por ejemplo las candidatas a organizar los JJ OO de 2012, que ganó Londres, los proyectos de Moscú o Nueva York son asquerosamente parecidos y usan lugares comunes. Pero además es un urbanismo que no dialoga con el lugar. Es ajeno a la cultura local. En todas partes la experiencia urbana es replicable y clónica. En Río de Janeiro 2016 esa desconexión fue muy cruda, pero es solo otra muestra de lo urbanal, lo indiferente al lugar y lo independiente del territorio”. De momento, y por culpa de la covid-19, las villas tendrán que cambiar. Quizás haya cuarentena. Se habla de un nuevo paradigma en el que la alerta sanitaria alterará la forma de comer, de dormir, de convivir. Si todo va bien, será algo temporal. Para 2024, ya veremos.
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