
Temporeros, esenciales y olvidados
14 fotosDurante meses, mientras todo estaba parado, los temporeros han salido al campo a cosechar sus frutos. La mayoría son migrantes y soportan condiciones durísimas. Desde los asentamientos chabolistas de Huelva hasta la ciudad de Lleida, donde los braceros duermen en la calle, un viaje a través de los lugares clave donde trabajan los jornaleros de la pandemia.
-
1Habitantes de un asentamiento de Lepe (Huelva) preparan un cordero para el Ramadán. José Antonio de Lamadrid y Carmen Secanella -
2Nuevas chabolas tras un incendio en un asentamiento de Huelva. Joan Alturo -
3Una marroquí da de mamar a su bebé en una chabola. José Antonio de Lamadrid y Carmen Secanella -
4Mujeres marroquíes recogen la fresa en los invernaderos de Palos de la Frontera (Huelva). José Antonio de Lamadrid y Carmen Secanella -
5Temporeras marroquíes que reclaman el regreso a su país. José Antonio de Lamadrid y Carmen Secanella -
6Elhadce Diaw, en cuarentena en Alcarrás (Lleida). José Antonio de Lamadrid y Carmen Secanella -
7Serigne Mamadou, en el centro de la imagen, en el interior de un local donde preparan comida para los temporeros que duermen en la calle en Lleida. José Antonio de Lamadrid y Carmen Secanella -
8Una residente de un asentamiento de Huelva con equipos de protección donados por una ONG. José Antonio de Lamadrid y Carmen Secanella -
9Un hotel alberga temporeros que dormían en la calle, en Lleida. José Antonio de Lamadrid y Carmen Secanella -
10El albergue de la cooperativa de Corbins (Lleida). José Antonio de Lamadrid y Carmen Secanella -
11Moussa Mariko, un extutelado contratado estos días en un almacén de fruta en Lleida. José Antonio de Lamadrid y Carmen Secanella -
12Furgonetas cargan trabajadores en Lleida. José Antonio de Lamadrid y Carmen Secanella -
13Un operario pesa cajas de fresas. -
14Mientras nos confinamos, los temporeros del campo —muchos de ellos migrantes, como Mohamed, de Guinea-Conakry que aparece tapándose el rostro en la imagen— siguieron cosechando y sus durísimas condiciones de vida se agravaron aún más. Pero las despensas estaban llenas. José Antonio de Lamadrid y Carmen Secanella