Pasha de Cartier: un icono del diseño que nació en una piscina
El regreso de este reloj emblemático suma un nuevo capítulo a una historia en la que hay bajás aficionados a la natación, magnates de los ochenta y coleccionistas
En el origen del Pasha de Cartier, protagonista del uno de los regresos más esperados de la relojería en 2020, hay algo tan aparentemente banal como una piscina. Debía ser imponente, porque estaba situada en el palacio de bajá (pasha en francés) de Marrakech, Thami El Glaoui,un hombre tan aficionado a pasar sus horas en remojo que pidió al joyero Louis Cartier un reloj lujoso que no tuviera que quitarse para entrar en el agua. Nació así en 1931 una primera versión de un diseño que evolucionaría con los años. “El Pasha de 1985 se basaba en un diseño original de 1943 que incorporaba una doble corona para hacerlo resistente al agua e impedir que se colara en el interior del reloj”, explica Pierre Rainero, director de Imagen, Estilo y Patrimonio de la histórica joyería y relojera parisina.
Ahora, 2020 marca el regreso, convenientemente actualizado, de este icono de la casa que puede ser menos célebre que el legendario Santos o el imbatible Tank, pero no por ello resulta menos interesante. Rainero da las claves. Por un lado, su diseño. “Esa asociación entre líneas curvas y rectas es muy Cartier. Tiene juegos geométricos. Representa muy bien lo que es el diseño para nosotros”, apunta. Por otro, su volumen. “El Pasha de 1943 en oro estaba limitado a un número muy reducido de personas. Era precioso y elegante, pero de 42 milímetros. El de 1885 pasó a 38 milímetros, pero se percibía como enorme. Era grande y no pretendía ser delgado. Era una declaración de masculinidad, de audacia, de elegancia de la época. Un reloj que no podía esconderse. Recuerdo que Agnelli lo llevaba sobre el puño de la camisa”.
El renovado Pasha mantiene las líneas maestras de aquel diseño de los ochenta, pero adaptado a hoy. “Han pasado 35 años”, concede Rainero. “Las cosas han cambiado mucho. La masculinidad se ha transformado, pero el sentido del éxito también”. En los ochenta, el Pasha se convirtió el todo un reloj-trofeo. En una recompensa que hablaba de logros y poder. “Este reloj es muy visible, así que sigue siendo una recompensa para la gente que lo compra. Pero en los ochenta el éxito tenía que ver con lo económico. Hoy hay más dimensiones. El éxito hoy es ser capaz de expresarse con libertad”.
Que la libertad siempre ha sido un ingrediente en el diseño del Pasha viene demostrado por el hecho de que, desde hace tres décadas, muchas mujeres lo han empleado sin importarles su origen masculino. Y, en el fondo, no hay género en este inteligente juego entre el cuadrado –de la minutería– y el círculo –de la esfera– al que se unen los números árabes de gran tamaño. Tampoco en la corona con cadena, que este año incorpora una espinela azul o un zafiro. Las correas y brazaletes se intercambian mediante un sencillo gesto –se llama QuickSwich–, igual que los eslabones del brazalete, que el usuario puede personalizar con el sistema patentado Smartlink. El fondo de zafiro permite apreciar la belleza del calibre automático 1847 MC, hermético hasta los 10 bar (más o menos 100 metros) y concebido para resistir a los campos magnéticos. Las variaciones van desde el acero –el más reconocible– hasta el oro rosa, el oro amarillo o el oro blanco que protagoniza las versiones más sofisticadas, y que plasman la sabiduría artesanal de la casa mediante diamantes y acabados de raigambre joyera.
Sin embargo, que haya décadas de experiencia acumulada e historias fascinantes no significa que la nostalgia forme parte de la receta. “Por definición no hay nostalgia en Cartier”, apunta Rainero. “Lo descubrí al entrar, a mediados de los ochenta. Siempre se trabaja pensando en un cliente contemporáneo, y por eso la evolución de la sociedad no es un obstáculo, sino el objetivo. Tenemos nuestra propia visión de lo que es un objeto bello, pero también queremos ser relevantes e insertarnos en el estilo de vida de nuestros clientes”. Rainero llegó por primera vez a la casa hace más de treinta años, precisamente en la época en que el Pasha de 1985 cobraba vida. Así que es un interlocutor más que apropiado para charlar sobre el modo en que ha cambiado un sector, la relojería de lujo, que ha experimentado un impresionante auge desde entonces. “A principios de los años ochenta el lujo no se veía como algo interesante en términos de diseño”, recuerda. “La gente no veía los objetos preciosos como objetos de diseño, como los muebles de Starck. Hoy, sin embargo, creo que el objeto precioso también se considera como algo interesante. La percepción ha cambiado para mejor. Hay más interés. Y en la relojería es algo aún más acentuado”. Sin embargo, que no haya nostalgia no significa que no haya nostálgicos. Rainero, al frente de la Collection Cartier que reúne 1500 piezas históricas, sabe bastante del asunto. “Bueno, nuestra misión es ofrecer objetos bellos. No hay nostalgia, pero tampoco puedes impedir que alguien se enamore de una joya, aunque no esté totalmente asociada a su estilo de vida. En eso consiste el coleccionismo”.
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