Antonio Banderas: sobre regresar a casa, vivir sin cultura y el día en que perdió un millón de euros
El día que Málaga entró en Fase 1 nos acercamos hasta allí para visitar a Antonio Banderas. Queríamos preguntarle en qué fase se encuentra su teatro, su carrera como actor y su vida después del confinamiento, que justo siguió a la resaca de ‘Dolor y gloria’. Él respondió, incluso bailando
Es el primer día de la Fase 1 en Málaga. Nos hemos citado con Antonio Banderas en el Teatro Soho Caixabank, el pilar de su gran proyecto de volver a casa y dejarla hecha un pincel. Banderas (Málaga, 1960) sale hoy por primera vez de la casa de Marbella (antigua propiedad de Encarna Sánchez) donde lleva solo casi dos meses. Las normas de seguridad hacen que, tras higienizarnos, cambiarnos la mascarilla y ponernos unos guantes choquemos los codos y nos sentemos a dos metros de distancia en su despacho del teatro. Desde aquí dirige esta entidad, además de una escuela de actores. También es socio en varios restaurantes. Actualmente, proyecta un segundo teatro, más pequeño y alternativo, alejado del centro de la ciudad, y hasta una productora de televisión para la que al día siguiente de la entrevista anunciará el estelar fichaje de María Casado.
“Mientras pienso en que llevo tiempo en Hollywood y en que he hecho ya muchas películas… ¡pum! Me da un ataque al corazón. Digo: ‘No, no… aquí nos morimos, y no”
Mientras nos cuenta esto, se nos empañan las gafas con la mascarilla, nos tocamos la cara incluso más de lo habitual. No hemos encendido aún la grabadora y ya no podemos más. Nos quitamos las gafas, pensando que más vale miopía que la sensación de estar ahumándose. Cogemos la libreta. Primera pregunta: ¿Cómo influye el sexo en…? Un momento. Banderas se queda mirándonos. Nos ponemos de nuevo las gafas. Genial, esta página tiene las preguntas para una artista performativa erótica que entrevistamos hace un mes.
Esto es muy raro... [Asiente con paciencia.] A mí, lo de la nueva normalidad me da un poco de miedo. Prefiero volver a la normalidad con lo que hemos aprendido. Prefiero una evolución natural. Con esta nueva normalidad nos proponen una serie de cosas para las que no creo que estemos preparados. Sigo pensando que lo que nos está pasando no es sistémico. En contra de lo que se ha dicho en muchos lugares no es una guerra, es una pandemia, tiene nombre y es coyuntural. Pasará. Podremos tener una vida relativamente normal.
¿Es usted de los que piensan en cuándo va a acabar esto o de los que se fijan más en cómo va a acabar? A ver, tampoco es eso de que pase y ya. Pero yo no puedo vivir con esto [se saca la mascarilla, inmediatamente se la vuelve a poner]. Es incómodo, se mete en los ojos. Es una metáfora pequeñita, pero es. Hay cosas que aprender, claro. Hemos entendido cosas que dábamos por hechas. Dabas al interruptor y se encendía la luz, los tomates llegaban al mercado. Todo parecía suceder porque… sucedía. Y hemos visto por fin que hay una serie de personas que trabajan muy duro para que esas cosas pasen. He estado en Marbella 70 días yo solo. Es cierto que soy un privilegiado porque he estado en una casa grande, no en un apartamento chiquito. También he tenido que limpiarla yo solo. He grabado hasta vídeos de mis días, que le he mandado a la gente de la compañía y se meaban de risa. Poner lavadoras, planchar, fregar el suelo con lejía… Siento mucho lo que le está pasando a la gente, está el teatro cerrado, las 90 personas que trabajan aquí en casa. De los restaurantes en que participo, por ejemplo, en el Pimpi, tengo 180 en ERTE. Pero, a nivel personal, yo no había descansado desde hacía 20 años. Ya no sabía lo que era levantarse por la mañana y ver que tienes todo el día para ti. ¿Cómo me organizo? ¿Qué hago? He escrito mucho, he leído mucho, he repensado mucho el futuro del teatro. Cómo asegurarlo, cómo garantizar que la gente pueda venir y no contagiarse. Eso, te lo digo ya, es imposible al 100%, pero hay muchas posibilidades de tener un nivel muy alto de protección.
“Si me dices tres meses antes de que Pedro me ofreciera 'Dolor y gloria': ‘Mira, vas a hacer una película interpretando a Almodóvar’, te habría contestado: ‘¡Anda ya, eso no va salir nunca!”
¿Cómo espera lograr eso? Acabamos de hacer una inversión muy seria en un sistema de ozono totalmente homologado. Se carga el virus o lo inhibe, lo que hace que, en el caso de que te contagiaras, la carga vírica sería muy baja. Si a eso le sumamos las mascarillas, se reduce el riesgo incluso más. Llevo trabajando desde hace tiempo en varios proyectos con la Universidad de Málaga a través de mi fundación. Les propuse un reto: a ver si podíamos hacer una mascarilla lo más potente y lo más cómoda posible. Hay una apuesta muy fuerte de las fuerzas aéreas chinas, que llevan años trabajando con grafeno, que es un nanomaterial, una nanomolécula, que tiene éxito en aeronáutica porque es resistente y maleable. Ellos han logrado hacer láminas de tejido que se adaptan mucho y resultan más confortables que la mascarilla normal. Más fresca y con mejores resultados.
¿Qué le parece cómo se ha tratado al mundo de la cultura durante estos últimos meses? Me da un poco de pena esa idea que flotaba sobre qué es esencial y qué no. Quiénes somos prescindibles y quiénes no lo son. El mundo del arte se ha llevado alguna bofetada, algún: “Vosotros no sois esenciales”. Pero yo no hablo ahora como actor. Hablo como espectador y como consumidor. La cultura es esencial, no entiendo mi vida sin música. Mira, te puedo decir cada año de mi vida con su música exacta. No puedo vivir sin libros, sin obras de teatro, sin películas. Hasta Jesucristo dijo eso tan sencillo: “No solo de pan vive el hombre”.
¿Ha habido cierta resignación en la cultura, cierto pudor a la hora de levantar la voz, cierta docilidad? Tal vez los de la cultura no hemos sabido explicarnos. Somos profesionales que hacemos lo que nos gusta y eso genera cierto complejo de culpabilidad. Nos coloca en una situación de inferioridad porque el trabajo que hacemos nos encanta y encima nos pagan por ello. Parece que no nos permite salir a decir que representamos a más de un millón de personas en España que, mira, desafortunadamente comen, tienen hijos y deben pagar las letras de un coche o un piso. Eso se olvida. La gente cree que todos los que salen en la tele o están en los teatros viven una vida desahogada y maravillosa, una enorme alfombra roja. Esos somos muy pocos y hemos tenido mucha suerte. Igual también inteligencia y talento, jugar bien nuestras cartas, pero el 90% de los profesionales de la cultura luchan por sobrevivir cada día.
Igual si pedían algo les culpaban de nuevo de estar todo el rato pidiendo dinero en subvenciones… Esa es otra pandemia… de pensamiento. Dicen que estamos siempre subvencionados. Al coche se le subvenciona mucho más; al campo, lo mismo. Nosotros tenemos unas migajas de eso. Las subvenciones representan un 18% de la inversión general que hace en sí misma la cultura española.
¿Cómo planteó todo este entramado empresarial que está armando en Málaga? Tal vez los 26 años en EE UU me enseñaron a interpretar esto de otro modo. Ese no es un país en el que desde el Estado se apoye la cultura, nadie ha oído hablar del teatro nacional americano, ni del ballet nacional americano, eso no existe. El que se la quiera jugar, que se la juegue.
“Tal vez los de la cultura no hemos sabido explicarnos. Somos profesionales que hacemos lo que nos gusta y eso genera cierto complejo de culpabilidad”
Bueno, usted juega con cierta ventaja… Claro, yo cuento con mi nombre. No es lo mismo que lo intente yo que lo haga un tipo que se llama Pepe Rodríguez. Es injusto por mi parte decir aquello de “que lo haga todo el mundo”. Debo reconocer mi ventaja, si no sería un cretino. Defiendo la intervención del Estado para jóvenes, por ejemplo. Hay una serie de cosas que hay que hacer desde el Estado porque hay que defender la cultura. Funcionamos de otra manera, aunque en el fondo somos un teatro sin ánimo de lucro. Todo se reinvierte. Mi trabajo lo ofrezco gratis, bueno, no gratis porque no me lo permite el Gobierno, pero me pongo un sueldo bajo, y una vez he pagado los impuestos, lo que me queda lo meto en el teatro.
¿Cómo y cuándo decide que usted va a ser parte de esta nueva Málaga que se empezó a construir hace ya unos cuantos años? Esto se inicia por el urbanismo, declarándole un poco la guerra al coche. Málaga se hace más humana. Entonces, aparece el museo Picasso, el Thyssen. Llegan entidades culturales. El Festival de Málaga crece. Ahí se hace un movimiento muy inteligente: se le cambia una mera preposición y pasa de ser festival de cine español a festival de cine en español. Cambia todo. Málaga se convierte en mercado para ese cine en toda Europa. Veo suceder eso y, mientras pienso en que llevo tiempo en Hollywood y en que he hecho ya muchas películas… ¡pum! Me da un ataque al corazón. Digo: “No, no… aquí nos morimos, y no”. Ya sabía que iba a morir, como todos, pero lo vi demasiado claro entonces. Ahí decido invertir en mi tierra, pasármelo bien. Los museos están de puta madre, pero el museo es arte pasivo. Lo que hacemos aquí es arte activo que implica a mucha gente joven y que rellena la vida cultural de la ciudad. Un teatro para Málaga desde Málaga.
Y cuando parecía que todo iba bien… Cuando tuvimos que parar, estábamos con A chorus line en Barcelona. En dos semanas acabábamos. De ahí íbamos a Madrid a inaugurar un teatro en Príncipe Pío. Curiosamente, es un teatro en el que hice una inversión hace 22 años y la perdí entera. Puse un millón de euros y lo perdí. No hay rencor, pero, mira, el plano de recalificación y reconstrucción que se ha usado ahora es el mío. Y, bueno, tras esto nos íbamos a Nueva York.
¿Renuncia ya a eso o lo ve posible en la nueva normalidad? No, no… Lo voy a sacar otra vez. Tender un puente con Nueva York me interesa mucho. Es que íbamos también a estar en Studio 54 durante seis meses. Íbamos a ser la primera obra en español en ser representada seis meses. Tengo este proyecto de hacer allí La casa de Bernarda Alba, pero solo con mujeres. No solo la obra, toda la estructura, regidora, sonido, directora… Todo lo deben hacer mujeres. Es un proyecto muy bonito.
¿Cómo lleva compaginar proyectos empresariales de este calado con ser un tipo que sale a correr el primer día en que se permite en confinamiento y le persiguen los paparazzi, lo publica en un tuit y se arma gorda? Yo no quería hacer ese ruido. Llevaba tiempo publicando tuits que yo creía que eran más interesantes. Hasta puse algo de Winston Churchill sobre teatro: “Un pueblo que representa Hamlet durante un bombardeo es un pueblo que jamás será vencido”. Y me jode, oye, este es un pensamiento interesante. Bien, pues eso tuvo 12.000 impresiones. Luego pongo lo de que acabo de salir a dar una vuelta… ¡cuatro millones y medio de impresiones! ¡73.000 likes! Todavía a día de hoy no entiendo por qué generó esa explosión de interés. Al final, no tenía ni foto, era un tuit muy chiquitito. Me llamó gente informándome de la que se estaba liando. En realidad, allí, frente a la casa, había hasta amigos míos. Tengo buena relación con los paparazzi. Cuando murió mi padre fuimos a la misa, y cuando llegamos dejaron sus cámaras en el suelo. Pero, mira, esta vez yo llevaba 50 días encerrado y al salir y verlos fue: ¡No me jodas, tío! El primer día que salgo… ¿Cómo estás, Antonio? Muy bien, de puta madre.
Y como actor, ¿ahora qué? ¿Algo más o, como en Hamlet, el resto es silencio? No lo sé. Mira, esta pregunta me viene recurrentemente. Es que desde que interpreté a Picasso, desde el ataque al corazón, mi carrera cambia. Si me preguntas esto tres meses antes de que Pedro Almodóvar me ofreciera Dolor y gloria, yo no creo que te hubiese dicho que esperaba ese guion. Eso hubiera sido, de hecho, lo último que te hubiera dicho… Mira, vas a hacer una película interpretando a Almodóvar. ¡Anda ya, eso no va salir nunca! Para mí, actuar ahora es casi relax. Cuando estoy contratado por otros puedo especializarme en una cosa y no me preocupo de lo demás. Aquí estoy bailando en el escenario y pensando si se me ha puesto un músico enfermo, a ver si llega el trompetista ese desde Sevilla… Soy como esos tíos del circo que movían varios platos con unos palos. Si te paras, se te caen los platos, ese soy yo ahora aquí. Cuando hago de actor solo manejo un palo, el mío.
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