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¿Cómo acabaron el sobrino de Winston Churchill y la hija del barón de Redesdale poniendo copas en un bar?

La respuesta da para una gran novela, y lo bueno es que ya está escrita. Su nombre: 'Nobles y rebeldes'

“La vida en el bar Roma tenía muchas cosas recomendables. Nuestro acuerdo con los Chizzola [los tres propietarios] incluía compartir la mesa con la familia, de modo que, por primera y única vez durante nuestro matrimonio, comíamos tres veces al día, y manjares deliciosos”, cuenta Jessica Mitford en ‘Nobles y rebeldes’.
“La vida en el bar Roma tenía muchas cosas recomendables. Nuestro acuerdo con los Chizzola [los tres propietarios] incluía compartir la mesa con la familia, de modo que, por primera y única vez durante nuestro matrimonio, comíamos tres veces al día, y manjares deliciosos”, cuenta Jessica Mitford en ‘Nobles y rebeldes’.

Él era de la alta sociedad y sobrino de Winston Churchill. Ella, la “oveja roja” de las famosas seis hermanas Mitford, pertenecientes a una familia de aristócratas excéntricos. ¿Cómo acabaron sirviendo copas? La respuesta da para una gran novela, y lo bueno es que ya está escrita. En Nobles y rebeldes (Libros del Asteroide), Jessica Mitford narra en primera persona cómo pasa de ser una niña criada en casonas señoriales en la Inglaterra rural a una joven que lucha por abrirse paso en EE.UU. en compañía de su marido –y primo lejano–, Esmond Romilly.

Ambos compartían valores socialistas y antifascistas, y llegaron a escaparse a España para luchar a favor de la República (una noticia que lamentó hasta Hitler, con quien Unity, una de las hermanas mayores de Jessica, mantenía contacto directo). Una vez al otro lado del Atlántico, la pareja fue rebotando de una ciudad a otra. Ella iba encadenando trabajos de vendedora. Él buscaba sin éxito oportunidades como publicista. Hasta que un día pusieron rumbo a Nueva Orleans. Se saltaron la salida y acabaron en Miami. Esmond, que había hecho un curso intensivo de coctelería, acabó siendo socio de un bar italiano llamado Roma. Jessica llevaba las cuentas y trataba con los proveedores. Fueron felices. Al menos un rato.

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