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Columna
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El programa del miedo

La demolición trumpista del orden internacional amenaza ahora a la salud pública

Lluís Bassets
El presidente de EE UU, Donald Trump, este martes en la Casa Blanca.
El presidente de EE UU, Donald Trump, este martes en la Casa Blanca. Contacto

Donald Trump tiene muy pocas ideas. Una, o dos como máximo, si acaso pueden recibir tal nombre. La más importante se la regaló a Bob Woodward en 2016 cuando todavía era candidato presidencial: “El poder efectivo es el miedo”, le dijo. El periodista la utilizó como título de su libro Miedo cuando apenas había transcurrido un año y medio de su presidencia. Woodward incluyó unas declaraciones del secretario presidencial de entonces, Rob Porter, útiles todavía hoy para explicar las decisiones de estos últimos días, cuando Estados Unidos se ha situado, ahora sí, en el liderazgo mundial, tal como rezaba el programa electoral, pero en cifras de infectados y de fallecidos por el coronavirus: “Me siento como si estuviéramos paseando constantemente por el borde de un acantilado”.

La última y la más grave ha sido la congelación de la aportación financiera a la Organización Mundial de la Salud (OMS). Trump también ha reivindicado, en desafío de la Constitución, su “autoridad total” para decretar el fin de los confinamientos organizados por los poderes locales. Ha amenazado con echar a su asesor personal para la pandemia, el epidemiólogo Anthony Fauci, la única persona con autoridad para explicarle la verdad y dar seguridad a los ciudadanos. Y ha conseguido, en contra de todas las normas del Tesoro, que su nombre figure en los cheques de 1.200 dólares de ayuda directa que recibirán millones de ciudadanos como parte del paquete de tres billones aprobado por el Congreso.

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Es difícil encontrar a alguien que no se haya equivocado en su diagnóstico de la epidemia, como es difícil encontrar a alguien a quien la epidemia no haya subvertido sus planes. Trump no admite lo primero: el presidente de las 13 mentiras diarias de promedio jamás se equivoca. Y no está dispuesto a aceptar lo segundo: ni el balance trágico del coronavirus ni la catástrofe económica que se avecina servirán para doblegar su ambición de renovar el mandato presidencial. Tiene el estímulo del cierre de filas de los demócratas alrededor de su candidato, Joe Biden, que ha recibido el apoyo explícito de Bernie Sanders, después de que este se retirara de la campaña. También se lo ha dado el expresidente Barack Obama. Trump ha recibido el aviso adicional de la severa derrota sufrida por los republicanos en Wisconsin, donde se celebraron primarias y elecciones para jueces locales y del Estado en las peores condiciones posibles para los votantes demócratas, obligados a salir de su confinamiento para votar aun a riesgo de su salud.

La demolición trumpista del orden internacional amenaza ahora a la salud pública. Seguro que la OMS también se ha equivocado y necesita reformas, pero sin ella todo sería peor, también para Estados Unidos. Después de superar la pandemia, el mejor regalo que Xi Jinping podría recibir de Trump sería la oportunidad de construir instituciones internacionales a su gusto y medida.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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