Los últimos días de Barneys, y el fin de los extraños y fascinantes escaparates que comenzaron con Warhol
Fundada en 1923 por Barney Pressman, tras empeñar el anillo de compromiso de su esposa, se convirtió con los años en la meca de todo aquel que era o quería ser alguien, y sus ventanas, en un museo más de la ciudad
Otro icono cultural de Manhattan acaba de cerrar sus puertas para siempre. Barneys, los grandes almacenes símbolo de la sofisticación neoyorquina, morían este febrero engullidos por las ventas por internet y la subida de los precios de los alquileres, tras declararse en quiebra el pasado mes de agosto. No solo desaparece uno de los primeros templos del consumo de masas. Su clausura supone el fin de la era de los escaparates que pusieron el arte contemporáneo ante los ojos de los transeúntes antes de que entrara en los museos.
"Todo debe irse", anunciaban unos estridentes carteles en negro, rojo y amarillo, que nada tenían que ver con el legado de distinción de Barneys. Los últimos días del buque insignia del 660 de la Avenida Madison de Nueva York fueron una ceremonia de decadencia. La escena recordaba al vaciado de las mansiones de las grandes fortunas neoyorquinas arruinadas por el crack bursátil del 29.
"Esto es un espectáculo increíble, he comprado aquí toda mi vida, mis padres ya eran clientes, esto ya es historia", se lamentaba una vecina del Upper East Side, mientras hacía punto sentada en un sofá de la primera planta. A su alrededor, los empleados retiraban las alfombras marroquíes que junto a los abrigos de piel y las joyas fueron los últimos productos que quedaron a disposición de los cazadores de gangas. Solo tres dependientas vestidas con sus mejores galas mantenían la dignidad mientras se llevaba a cabo el desmantelamiento.
La pequeña tienda de ropa masculina fundada en 1923 por Barney Pressman, tras empeñar el anillo de compromiso de su esposa, se convirtió con los años en la meca de todo aquel que era o quería ser alguien. Su hijo varón, Fred Pressman, heredó el negocio en los años cincuenta e introdujo por primera vez en Estados Unidos a diseñadores como Hubert de Givenchy, Pierre Cardin y Giorgio Armani.
El tercero en la línea sucesoria, Gen Pressman, transformó en los setenta y los ochenta el primer establecimiento de Chelsea en una especie de Studio 54 de las compras donde clientes como la cantante Cher o el pintor Jean-Michele Basquiat subían y bajaban las escaleras diseñadas por Andrée Putman en busca de modelos de Azzedine Alaïa o Jean Paul Gaultier. La verdadera revolución cultural de Barneys comenzó entonces en sus escaparates de la mano de Andy Warhol y de su director de publicidad, Glenn O’Brien, máximo impulsor de la burguesía punk e irreverente del downtown neoyorquino.
En 1975, Warhol lanzó uno de sus famosos vaticinios: "Todos los grandes almacenes se convertirán en museos y todos los museos en grandes almacenes". Sucedió antes lo primero, que lo segundo. El gran exponente del Pop Art forjó la alianza de provecho mutuo entre el arte y el comercio en un momento en el que los creadores se convirtieron en celebrities y sus obras, moneda de cambio para los inversores. La casualidad hizo que el cierre de Barneys coincidiera con el 33 aniversario de su muerte.
Antes de que sus obras entraran en los museos, Warhol expuso en las ventanas de la joyería Tiffanys y del desaparecido Bonwit Teller, ambos en la Quinta Avenida, junto a artistas como John Rauschenberg o James Rosenquist. Los llevó allí el pionero del diseño de escaparates y vicepresidente de la joyería de Desayuno con diamantes, Gene Moore, fallecido en 1998. Su influencia fue definitiva para convertir los escaparates de Nueva York en un espectáculo imperdible.
"A las cuatro de la madrugada algunas de esas vitrinas se convierten en un extraño reino de hadas, de diosas larguiruchas paralizadas todas en el momento de apurarse a la fiesta, de zambullirse en la piscina, de deslizarse hacia el cielo en un ondulante negligé azul", describió el legendario periodista de 88 años Gay Talese. Replicaron la idea instituciones comerciales como Peck & Peck, Saks o Bergdorf Goodman.
Pero fue Barneys la que pasará a la historia gracias a su carismático director creativo y hoy estrella de la televisión Simon Doonan. En 1986 y con 34 años, este diseñador inglés aterrizó en los almacenes procedente del Instituto de Vestuario del Museo Metropolitano, donde trabajaba para la icónica editora de Vogue Diana Vreeland. "Ser bueno en los negocios es el más fascinante tipo de arte", escribió en sus memorias Confesiones de un escaparatista, publicadas en 2001, influido sin duda por el pensamiento de Warhol, quien en La filosofía de Andy Warhol (1975), escribía: "Hacer dinero es arte, y el trabajo es arte, y un buen negocio es el mejor arte".
La imaginación de Doonan –más aguda en la creación artística que en la escritura– convirtió los escaparates de Barneys en un mundo fantástico donde la moda se mezclaba con la política, la música y la crítica social. Los maniquíes fueron su arma para poner en las ventanas a toda clase de famosos, quienes estaban encantados de verse en ellos y en numerosas ocasiones colaboraron con él. Metió a Margaret Thatcher en un calabozo vestida de dominatrix, Nancy Reagan protagonizó el escaparate de Navidad de 1989 tras dejar la Casa Blanca, Madonna apareció recostada en un diván rodeada de oro, Magic Johnson apareció en 1991 tras anunciar que era VIH positivo, e incluso capturó el momento en que Anna Wintour consiguió su trabajo en Vogue en 1988.
"Se sentía como si estuviéramos creando teatro, porque en aquellos días la moda era líder, influía en la música, en las películas, en el arte, era el impulso de todo", recordaba Pressman en una entrevista para la revista WWD. Tras el éxito de las vitrinas de Chelsea, Barneys llevó el concepto a su flagship de la Avenida Madison cuando la inauguró en 1993, pagando el alquiler más caro de la ciudad. Tres años después, se declaró en bancarrota, lo que provocó la retirada progresiva de la familia fundadora. Fue la primera señal de que las costumbres de los consumidores estaban cambiando, pero los almacenes superaron el bache.
Excentricidad contra el minimalismo
Uno de los últimos actos de rebeldía de Doonan fue dedicar una de sus ventanas al excéntrico mundo del parque de atracciones de Coney Island, cuando el minimalismo de los noventa empezaba a transformar las tiendas en espacios blancos y asépticos. Poco a poco, las ventanas de Barneys fueron adaptándose a la sobriedad del siglo XXI hasta su marcha en 2010.
Su sustituto, Dennis Freedman, también vicepresidente ejecutivo de la compañía, lideró la transición a una imagen más depurada durante los siguientes seis años. Su labor fue más parecida a la de un comisario de arte que a la de un escaparatista. Mezcló esculturas de Louise Bourgeois con piezas de ropa del archivo de Rei Kawakubo, fundadora de Comme des Garçons. Y se asoció con artistas como Alex Katz, David Hockney, Rob Pruitt o el fotógrafo Steven Meisel. En el episodio de celebrities musicales, contó con las colaboraciones de Nick Cave, Lady Gaga y Jay Z, entre otros.
A su marcha en febrero de 2017, la imagen de Barneys pasó a manos de su director de Diseño Matt Mazzuca con el objetivo de sumergirse en el mundo digital. Así llegaron los escaparates llenos de experiencias inmersivas como el vídeo de 360 grados, grabado por Samsung en colaboración con los bailarines de la compañía de Martha Graham. La última campaña realizada por la revista High Snobiety y la agencia de publicidad Wieden + Kennedy cubrió la fachada con un premonitorio cartel: "Barneys hasta que me muera".
Su fantasma se quedará a vivir en una esquina de su antiguo rival de la Quinta Avenida, Saks, que ha adquirido su nombre para dedicarle una sección. El último día de Barneys, frente a los escaparates vacíos, Talese se había parado ante un carro de comida ambulante. Impecable, vestido con un abrigo marrón de piel, zapatos lustrosos, su clásico sombrero y una bufanda roja sobre los hombros. "¿Ha venido a ver el cierre de Barneys?". "¡Ah!, pero ¿qué hoy cierra Barneys?", contesta sin darle mucha importancia para luego añadir: "¿Quieres un perrito?".
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