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La condesa Marina Cicogna: “Los jóvenes están llenos de rabia, como esa chica, Greta”

ILARIA MAGLIOCHETTI LOMBI

Marina Cicogna adora la belleza. Amó a hombres y mujeres. Ganó un Oscar como productora de cine de autor. A los 82 años posó para Gucci. Ahora, con 85, publica Imitatio vitae, sobre los capiteles del Palacio Ducal de Venecia.

LAS PELÍCULAS que se montaban en la Edad Media aún se exhiben en esas columnas coronadas por capiteles que sostienen buena parte de nuestra historia. Hay catedrales góticas a las que se puede ir a ver Historia de un matrimonio e iglesias románicas en las que ponen Joker desde hace siglos. Infinidad de pantallas de mármol, granito o alabastro, religiosas y civiles por igual, que en su día ya estrenaron Parásitos y Dolor y gloria. Los suyos son relatos que trascienden espacio y tiempo con su pétrea narrativa y lenguaje universal. En la oscuridad de una sala ajena al habitual tumulto turístico del Palacio Ducal de Venecia, la productora cinematográfica Marina Cicogna (Roma, 1934) descubría no hace mucho una singular colección de clásicos perdidos grabados en piedra. Aves de presa es uno. Ángeles y barberos, otro. Y también La juventud, Manos a la obra, Vicios y virtudes, Los músicos… Las historias que cuentan los capiteles del siglo XIV que una vez adornaron los pórticos y las arcadas de la residencia del dux y que fueron escondidos tras ser reem­plazados por copias en el XIX, a salvo de inclemencias meteorológicas, medioambientales y humanas. Cómo no producirles un vehículo a la medida.

Marina (primera por la derecha), en 1938 en la playa de Lido, en Venecia, con su hermano Bino, su prima Esmeralda y su abuelo Giuseppe Volpi. En la página siguiente, la condesa Cicogna.
Marina (primera por la derecha), en 1938 en la playa de Lido, en Venecia, con su hermano Bino, su prima Esmeralda y su abuelo Giuseppe Volpi. En la página siguiente, la condesa Cicogna.Contrasto-Contacto / Archivo personal de Marina Cicogna

Se titula Imitatio vitae y es un libro de arte, pero también podría serlo de cine. Para el caso, se trata de una superproducción en toda regla. Un exquisito volumen fotográfico que responde al impacto que los capiteles ducales causaron en su autora. “Cuando Pier Luigi Pizzi [director escénico y comisario de exposiciones operísticas y teatrales] me preguntó si quería verlos, no me esperaba algo así. Jamás había contemplado nada parecido. Me hicieron feliz”, recuerda Cicogna. “Volví un par de días después y decidí que quería fotografiarlos”. La idea del libro ya estaba en su cabeza. Hizo las fotos de sus piezas preferidas y completó la selección con otras antiguas del archivo CameraphotoArte. “Digamos que el 60% son mías y, el resto, compradas. Pero para mí no hay diferencia”, explica. Sostiene que hizo una labor de comisariado nada sesuda. “Solo me interesaba plasmar la emoción natural que procura su visión”. Abandonarse a los sentimientos fue la única regla que impuso para los textos que acompañan las imágenes, breves impresiones de puño y letra de aquellos amigos elegidos para vivir la experiencia, “personas de distinto alcance, pero con ocupaciones artísticas”; entre ellos, Jeremy Irons, Rupert Everett, Marina Abramovic o Diane von Fürstenberg.

“Hoy que todo se codifica, se explica y se vende, solo nos queda dejarnos llevar por la emoción de lo inesperado”

Marina Cicogna habla del instinto de la contemplación: instantánea, visceral. De un amor a primera vista. “Hoy que todo se codifica, se explica y se vende, lo único que nos queda es dejarnos llevar por la emoción de lo inesperado, como descubrir una historia cincelada en un trozo de piedra de manera tan vívida. Olvidemos la fotografía, el cine, y reflexionemos sobre el hecho de que aquellos artesanos eran capaces de describir animales, guerreros, damas, oficios, hombres de otras razas y religiones, la vida misma, para quienes no sabían leer ni escribir. ¿Cómo no vas a maravillarte?”, inquiere. “Gracias por dejarme ver la gloria de la imaginación y la realidad en una vieja columna”, le responde en el libro la actriz Vanessa Redgrave, que captó la intención ipso facto.

ILARIA MAGLIOCHETTI LOMBI

La editorial Marsilio ha sido la depositaria de un desafío: publicar un artefacto tan bello como útil. “Un libro, aunque bonito como objeto, si lo dejas encima de una mesa y nunca lo lees, no sirve para nada”, sentencia la autora. La aprobación de amistades intelectuales espantó la sombra de la banalidad preciosista. Por muy envuelta en Gucci que venga.

Hace cuatro años, Marina Cicogna conoció a Alessandro Michele, director creativo de la firma de lujo florentina. Un encuentro que tenía que estar escrito: la una, historia viva de la cultura y la sociedad del último medio siglo; el otro, historicista y esteta empedernido. “Su fantasía supera con creces la mía”, dice ella, que le habló de sus capiteles una vez mientras desayunaban. El diseñador se ofreció a colaborar artísticamente y a financiar el proyecto. “Yo ni siquiera sabía que Gucci editaba libros. El título fue idea suya. Y la portada, con la foto de mi perro”, confiesa la que fuera modelo de la colección Crucero 2017 de la marca. Aquello supuso su redescubrimiento, a los 82 años. En mayo cumplirá 86 convertida en una genuina celebridad: “Soy más famosa ahora que de joven, cuando hacía cosas realmente importantes”.

Marina Cicogna, junto a Jacqueline Kennedy.
Marina Cicogna, junto a Jacqueline Kennedy.Archivo personal de Marina Cicogna

Las cartas boca arriba: Marina Cicogna es leyenda. La condesa Marina Cicogna Mozzoni Volpi di Misurata, hija de un banquero milanés y de una de las descendientes de la nobleza italiana con mayor pedigrí. Fotógrafa y escritora, con dos monografías anteriormente publicadas, Scritti e scatti (Mondadori, 2010), recopilación de sus instantáneas de juventud plagadas de estrellas del Hollywood dorado, y La mia Libia (Edimond, 2012), álbum de recuerdos sentimental de cuando veraneaba en Trípoli en el palacio del siglo XVIII de la familia de su madre. Pero, sobre todo, extraordinaria productora de películas, primera mujer en empeñarse en ello en su país y figura clave en el desarrollo del cine de autor europeo de las décadas de los sesenta y setenta. “Y ahora, de repente, este nuevo libro ha atraído más atención sobre mí que cuando gané un Oscar”, concede con sorna.

Brigitte Bardot y la condesa, en una fiesta en Saint-Tropez.
Brigitte Bardot y la condesa, en una fiesta en Saint-Tropez.Archivo personal de Marina Cicogna

—¿Y eso de la condesa de la dolce vita?

—Jamás lo he sido. Es verdad que en la época de Studio 54 hubo un momento de efervescencia y diversión. En el Nueva York de entonces salíamos de fiesta Helmut [Berger], Ari [Onassis] y Jackie [Kennedy] y nos podía pillar amaneciendo, pero, como decía Gianni [Agnelli], lo hacíamos con la esperanza de que no se enteraran los paparazis, mientras que ahora la gente va a los clubes precisamente para ser fotografiada.

Portada del libro 'Imitatio vitae', escrito por Marina Cicogna para Gucci.
Portada del libro 'Imitatio vitae', escrito por Marina Cicogna para Gucci.Gucci

Lo cierto es que la condesa nunca ha participado de los círculos nobiliarios italianos, ni siquiera en Roma. Ella, que nació en el Palazzo Volpi, en la Via del Quirinale. “Así como me gusta y admiro a la reina Isabel de Inglaterra, me irritan profundamente los aristócratas de mi país, en especial los romanos, que se creen tocados por Dios cuando la mayoría son unos ignorantes que no hablan otro idioma más que el italiano. Yo vengo de una de esas familias. Aunque ahí hay una bisabuela judía polaca por parte de madre. Y creo que, afortunadamente, esa gota de sangre judía ha marcado la diferencia, por mucho que le pesara a mi padre. Mi abuelo Volpi también era un tipo inteligente”.

Capitel de Imitatio vitae.
Capitel de Imitatio vitae.

Giuseppe Volpi, primer conde de Misurata, menuda pieza: prohombre de Estado, uno de los artífices de la Italia moderna, ministro de Economía, gobernador de la colonia libia en los años veinte, ideólogo del Festival de Cine Internacional de Venecia. Su nieta lo recuerda vagamente.

“Un libro, aunque bonito como objeto, si lo dejas encima de una mesa y nunca lo lees, no sirve para nada”

Marina Cicogna tuvo una infancia nómada. Siendo muy niña, sus padres se mudaron a Londres. Luego, esquivando la Segunda Guerra Mundial, la pequeña recaló en Lausana, donde coincidió con la familia real española. “Sí, conocí a Juanito [Juan Carlos I]. Y Alfonsito [Alfonso de Borbón, duque de Cádiz], el que murió en accidente de esquí, fue mi primer novio. Vivíamos en el mismo hotel”, rememora. “Después, Juan Carlos se convirtió en rey y no volví a verlo hasta hace unos años. Entiendo que ha cometido ciertos errores, pero siempre me ha parecido un hombre encantador”.

La condesa, con el editor Luca De Michelis (a su derecha) y el director creativo de Gucci, Alessandro Michele.
La condesa, con el editor Luca De Michelis (a su derecha) y el director creativo de Gucci, Alessandro Michele.Ernesto S. Ruscio (Getty Images)

La lista de personalidades que se han cruzado en el camino de la contessa Cicogna es para enmarcar. De jovencita solía almorzar con Greta Garbo en Nueva York. De su escapada adolescente californiana le vinieron sus lazos con Deborah Kerr, Marilyn Monroe y Montgomery Clift. Jeanne Moreau se convirtió en su amiga del alma. Y David O. Selznick, titán de la producción, llegó a preguntarle a su madre si podía adoptarla. El Festival de Venecia le puso en bandeja la mayoría de tales encuentros, y su pasión cinéfila venía de lejos. Su padre produjo Ladrón de bicicletas, de Vittorio de Sica. Su madre, Anna Maria, puso en marcha la empresa familiar, Euro International Film, primero centrada en la distribución y, después, en la producción. Si Belle de jour triunfó fue porque su hija se empeñó. “Decían que ninguna sala de cine se iba a atrever a proyectarla. Que era una provocación. Y que quién diablos eran Buñuel y la tal Deneuve…”.

La aristócrata y su pareja, Benedetta Cicogna.
La aristócrata y su pareja, Benedetta Cicogna.Daniele Venturelli (Getty Images)

Se arrepiente de haber abandonado el cine pronto. Tras ganar el Oscar a la mejor película de habla no inglesa por Investigación sobre un ciudadano libre de toda sospecha (1970), dejó la productora familiar. Su hermano Bino se había embarcado en una serie de disparates que no acabaron en ruina de milagro y, en 1971, se suicidaba en Río de Janeiro. Ella hizo por continuar, como responsable de la filial europea de la Columbia/Paramount Pictures, pero, tras la negativa de la compañía estadounidense de producir Portero de noche y El último tango en París, tiró la toalla.

Lo que ocurre hoy en su profesión no tiene mucho que ver con ella: “Estoy de acuerdo con Scorsese cuando dice que el cine ya no es cine, sino entretenimiento”, dice, y asume que las plataformas digitales han llegado para quedarse. Con respecto al machismo, misoginia y acoso sexual endémicos del sector, reflexiona: “Hay que perseguir a quienes se lo merecen. Pero, cuidado, también creo que se nos está yendo de las manos. Mira lo que ha pasado con Woody Allen. Los ejecutivos ni se atreven a tener secretarias. No sé qué clase de reglamento habría que establecer, lo que sí me consta es que, hoy, en Italia no serían posibles unos Caravaggio, Miguel Ángel o Leonardo…”.

—¿Me cuenta aquella vez que sedujo a Alain Delon?

—Oh, no fue para tanto. Yo estaba en Cortina [d’Ampezzo, la estación invernal italiana de la jet set] y me enteré de que acababa de romper con Romy [Schneider]. Andaba cerca y me planté en su hotel. El affaire fue breve. En mi mente, él y Tyrone Power siguen siendo los hombres más bellos que haya visto nunca.

La condesa Marina Cicogna. En 2017, con 82 años, fue modelo de Gucci.
La condesa Marina Cicogna. En 2017, con 82 años, fue modelo de Gucci.

La condesa jamás ha ocultado su admiración por la belleza. Masculina y femenina. Durante cerca de dos décadas, mantuvo un romance con la actriz brasileña Florinda Bolkan. Hoy comparte su vida con Benedetta Gardona, a la que en 2010 adoptó como hija por cuestiones legales relacionadas con su herencia.

A contraluz en el comedor de su apartamento romano, el verdor de los pinos del bosque Borghese, la cúpula de San Pedro al fondo y Jai, su perrito pomerania, bailando entre nuestros pies, la señora Cicogna se reconoce cada vez más distante de todo. “Es inevitable, cuando una afronta hechos como los años que le quedan por delante, que no son tantos. Al hacerte viejo, lo importante es protegerse. Ahora lo pienso y me alegro de no haber tenido hijos y nietos. Vaya mundo terrible que les dejaría, catastrófico, incomprensible por mil razones. Mira los jóvenes de hoy, tan llenos de rabia, como esa chica, Greta [Thunberg]. Mostrar tu enfado porque quieres cambiar las cosas es normal, pero tanta ira no deja espacio para disfrutar”, reflexiona antes de terminar, lapidaria: “Se nos ha dado tanta belleza solo para destruirla. Esa es la verdad”.

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