Misoginia católica y sangre amazónica
El paso atrás del Papa debilita a las líderesas en la vanguardia de la lucha por la selva
La imagen era elocuente. El simbolismo también. En el púlpito, siete hombres: un obispo y seis curas. Cerniéndose sobre ellos, la fotografía de una mujer: la misionera estadounidense Dorothy Stang, asesinada con seis disparos hace 15 años de orden de grileiros (ladrones de tierras públicas) en la Amazonia brasileña. Mezcladas con la gente, otras mujeres: las monjas que arriesgan sus vidas en una de las regiones más violentas de la selva. También mantienen presente el recuerdo del “martirio de Dorothy” en el día a día de campesinos que corren el riesgo de seguir el mismo destino.
Era 12 de febrero. Mientras esta escena se desarrollaba, repercutía la negativa del papa Francisco al diaconado femenino en su exhortación Querida Amazonia. Oficialmente, las mujeres seguirán en la periferia de la Iglesia. Al igual que la Amazonia, vital para controlar el sobrecalentamiento global, aunque vista por Brasil y el mundo como periferia. Decepción, rabia, ironía. “Solo tenemos que esperar 100 años más”, bromeó una católica.
En el sínodo de la Amazonia, obispos de la región recomendaron el diaconado femenino y la ordenación de hombres casados para enfrentar la trágica falta de curas en la selva. Todo indica que Francisco ha sucumbido a la misoginia crónica de los conservadores. La parte de la exhortación que explica por qué las mujeres permanecerán en un lugar subalterno es de un cinismo vergonzoso: “Esta mirada [...]nos orientaría a clericalizar a las mujeres, disminuiría el gran valor de lo que ellas ya han dado y provocaría sutilmente un empobrecimiento de su aporte indispensable. [...]Las mujeres hacen su aporte a la Iglesia según su modo propio y prolongando la fuerza y la ternura de María, la Madre”.
La forma abyecta como una parte del clero usa la figura de María debe hacer que se revuelva en el cielo de los católicos. Además, se abusa de una visión congelada de la maternidad que esclaviza a las mujeres. Hoy en día, esto puede interpretarse como acoso moral. Lo peor es que se debilita a las misioneras y lideresas que están en la vanguardia de la lucha por los pueblos de la selva.
La jerarquía católica desconoce la Amazonia y prefiere hacerse la sorda con quienes la conocen. Los evangélicos neopentecostales avanzan por toda la selva. Sería una guerra religiosa nimia para quienes quieren proteger el bioma, excepto por un hecho alarmante: parte de estos evangélicos se ha unido al proyecto de explotación. Los evangélicos fundamentalistas y la agroindustria predatoria trabajan juntos en el Gobierno de Bolsonaro. La realidad es que morir como Dorothy Stang es cada vez más frecuente. La arrogancia de la cúpula católica puede costar vidas en el mundo real.
Traducción de Meritxell Almarza
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