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Coronavirus: la metáfora virulenta

En la novela 'La peste escarlata', el escritor Jack London nos presenta una historia apocalíptica donde la catástrofe se va haciendo evidente a medida que avanza el relato

Montero Glez
Jack London, en su casa de Glen Ellen, en California, a principios del siglo XX.
Jack London, en su casa de Glen Ellen, en California, a principios del siglo XX.Álbum / akg-images

Aunque de momento solo existan hipótesis acerca de su origen, lo cierto es que se trata de un virus diferente de los demás. Sin embargo, no por ello va a quedar reducido a mera anécdota, sino todo lo contrario. Porque el coronavirus, en su implacable expansión, ya lleva achicados un buen número de pulmones. Hasta la fecha, el número de cadáveres ya ha superado los 1.300.

Según un estudio genómico, todo apunta a que se originó en el murciélago, que del murciélago pasó al pangolín y que del escamoso pangolín pasó al hombre. Pero el circuito viral todavía es hipótesis y ya sabemos: las hipótesis ni son verdaderas ni falsas. Por algo son hipótesis; suposiciones creadas a partir de argumentos tangibles, es decir, material pensable.

Hemos visto las imágenes; gentes de Wuhan cubiertas con mascarillas y la alarma que se contagia hasta alcanzar la paranoia colectiva. El dios Pan toca la flauta y se levanta un hospital en tiempo récord; un edificio para albergar a personas parasitadas con el nuevo microorganismo. La propaganda de alarma se extiende con la misma rapidez que la propaganda tranquilizadora.

Tal vez sea esto una muestra del contraste que envuelve nuestra época y también una manera de representar la realidad de manera dialéctica, es decir, arriesgándose a entrar en contradicción con la misma realidad. Resulta chocante comprobar que, en un mundo condicionado por los avances científicos y tecnológicos, donde todo tiende a ser predecible, nuestra felicidad dependa de un requisito tan borroso como que el futuro sea incierto, pongamos que amenazante.

Resulta chocante comprobar que, en un mundo condicionado por los avances científicos y tecnológicos, donde todo tiende a ser predecible, nuestra felicidad dependa de un requisito tan borroso como que el futuro sea incierto, pongamos que amenazante

Pero todas estas cosas ya las contó el escritor norteamericano Jack London en su novela La peste escarlata, donde supo anticiparse a la incertidumbre del entorno. Con su publicación, en 1912, Jack London no solo se adelantó a contarnos lo que estamos viviendo desde que las noticias del coronavirus se hicieron virales, sino que también se adelantó a su época.

Pocos años después de la publicación de la novela, arrancó el brote de la pandemia más devastadora de la historia humana. Entre 1918 y 1922 tendría su apogeo la llamada gripe española, una enfermedad epidémica que acabaría con la vida de millones de personas. La gripe española es otro ejemplo de hipótesis sobre la cual, hasta el día de hoy, no hay consenso.

En su novela La peste escarlata, London nos presenta una historia apocalíptica donde la catástrofe se va haciendo evidente a medida que avanza el relato que un abuelo cuenta a sus nietos. Se trata del superviviente de una pandemia, una peste que recibió el nombre de escarlata por ser este el color que tomaba la piel de las personas contagiadas. Tal y como explica el anciano, la citada pandemia tuvo su origen en el hacinamiento de individuos en las grandes ciudades. La falta de higiene hizo que nuevos gérmenes importunaran sus cuerpos. Sin duda alguna, la crítica social siempre estuvo presente en las novelas de London.

La pandemia descrita por London tuvo su origen en el hacinamiento de individuos en las grandes ciudades

Por ello, de haber vivido nuestra época de contrastes, London habría desarrollado su relato más allá de la cáscara de las noticias. Siempre comprometido con la realidad, es posible que llegase a ver más allá de lo visible y que, tras las mascarillas que protegen el contagio de los chinos, hubiese percibido el aislamiento no solo como medida para prevenir la transmisión vírica, sino también como medida política para prevenir la transmisión de ideología entre la gente de a pie.

Entre otras cosas, la alarma sanitaria impide que se ejerza el derecho de reunión en un país descontento. Luego llegarán las vacunas y su expansión mercantil. La literatura es lo que tiene, que no todo lo pensable llega a ser real aunque, algún día, lo llegue a ser. Un ejemplo evidente de esto último es este párrafo sacado de La peste escarlata:

“La próxima generación se perforará la nariz y las orejas y se adornará con huesos de animales y con conchas (…) La raza humana está condenada a hundirse cada vez más en la noche primitiva antes de recomenzar algún día un nuevo ascenso sangriento hacia la civilización”.

Sin duda, la novela de Jack London es metáfora virulenta del futuro y una novela sin fecha de caducidad, al igual que pasa con algunos virus.

El hacha de piedra es una sección donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad científica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.

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Sobre la firma

Montero Glez
Periodista y escritor. Entre sus novelas destacan títulos como 'Sed de champán', 'Pólvora negra' o 'Carne de sirena'.

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