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Columna
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McCarthy en bata blanca

La detención del jefe de Química de Harvard es el último caso de una campaña de la fiscalía de EEUU contra los científicos vinculados con China

Javier Sampedro
Charles Lieber abandona el juzgado en Boston el día 30 de enero.
Charles Lieber abandona el juzgado en Boston el día 30 de enero. KATHERINE TAYLOR (Reuters)

A finales de 2018, el entonces fiscal general de Estados Unidos, Jeff Sessions, anunció una ofensiva contra “las amenazas premeditadas, sistemáticas y calculadas del régimen comunista chino”. Los científicos han sido una diana significativa dentro de esa agenda estratégica. El martes pasado, con motivo de la escandalosa detención del jefe del departamento de Química de la Universidad de Harvard, Charles Lieber —un líder en mundial en su campo, como puedes leer en Materia—, el agente especial del FBI que estaba a cargo de la operación se esforzó por dejar bien claro que la acción formaba parte de una campaña más amplia contra los investigadores que trabajan con el gobierno chino. “El objetivo del Gobierno comunista de China es, simplemente, reemplazar a los Estados Unidos como superpotencia mundial” dijo el agente Joseph Bonavolonta, “y están violando la ley para conseguirlo”. Lieber salió esposado de la universidad.

La gran cuestión es si China tiene programa de espionaje industrial o si es parte de la paranoia generalizada que la Administración Trump

Lieber es el caso más destacado hasta ahora, pero de ningún modo el único. Hay unas doscientas investigaciones abiertas por el FBI y los Institutos Nacionales de la Salud (NIH), la gran maquinaria de investigación biomédica del país, para extirpar del sistema a los científicos que, según las autoridades, están robando resultados de los laboratorios estadounidenses para entregárselos a China y otros países. Casi todos los científicos bajo el punto de mira son de origen chino, estén o no nacionalizados en EE UU. Lieber también es una excepción en esto.

La gran cuestión es si China está realmente aprovechándose del sistema científico estadounidense en una especie de programa de espionaje industrial a gran escala o si la operación de la fiscalía y el FBI es parte de la paranoia generalizada que la Administración Trump ha promovido contra el gigante asiático, en el contexto de una guerra comercial que por el momento parece sosegada. Algunos científicos temen lo segundo y han empezado a hablar de un nuevo episodio de macarthismo, en referencia a la “caza de brujas” disparada en los años cuarenta por el senador republicano Joseph McCarthy contra supuestos agentes soviéticos infiltrados en el Gobierno y otros simpatizantes del comunismo, incluido medio Hollywood.

El caso Lieber puede arrojar algo de luz sobre ese dilema. El científico no ha sido detenido por espiar ni robar datos para pasárselos al Gobierno chino. En ese sentido, no parece haber nada concreto contra él. Pero no se puede negar que sus relaciones con China estén bien fundamentadas. Según los documentos de la acusación, Lieber firmó en 2011 un acuerdo como “científico estratégico” para la Universidad de Tecnología de Wuhan (una ciudad china que ahora acapara los titulares por una cuestión bien distinta, como foco de la epidemia de coronavirus). No está muy claro qué significa convertirse en un científico estratégico, pero sí cuánto cuesta. Lieber cobra por ello un salario de 50.000 dólares mensuales, unas dietas de 150.000 dólares anuales y una subvención de un millón y medio de dólares para abrir un laboratorio en Wuhan, que se inauguró en 2013. El científico y sus abogados guardan silencio por el momento.

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