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ideas / transformaciones
Columna
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Nación “con” naciones

Las regiones de España que no se hayan proclamado nacionalidad o nación no querrán ser menos que Cataluña

Getty
Andrés Ortega

La Constitución de 1978 afirma que España está constituida por regiones y nacionalidades. No dice cuáles son estas. Pero está claro que si nacionalidades hay —y varias comunidades ya se han definido en sus estatutos como nacionalidades históricas—, España es plurinacional, a falta de otro término. No es sin embargo una “nación de naciones”, sino una “nación con naciones” o “nacionalidades” (término este último del que aborrecía Ortega y Gasset, que no se sentía coleccionista de ellas). ¿Cuántas y cuáles? Algunos señalan a dos o tres; otros, como Josep Colomer, cuentan hasta ocho. Pero lo que poca gente considera es que una “nación con naciones” pronto se convertirá en una “nación de naciones”, pues casi todas las regiones o nacionalidades que no se hayan proclamado nacionalidad o nación no querrán ser menos que Cataluña. Con dos efectos: la devaluación del concepto de nación y la inoperatividad de esa denominación de origen para resolver demanda alguna de Cataluña o País Vasco en este orden de cosas.

Hay muchas definiciones de lo que es una nación. Una de las más atractivas es la de Otto Bauer, el socialdemócrata marxista austrohúngaro (imperio plurinacional). El maestro Manuel García-Pelayo le dedicó hace años un magistral estudio: El tema de las nacionalidades: La teoría de la nación en Otto Bauer. “Nación”, para Bauer, es una “comunidad de carácter producida por una comunidad de destino” (o también al revés). Explicaba que comunidad de destino “no significa sometimiento a un mismo destino, sino vivencia común del mismo destino, en permanente comunicación y continua interacción recíprocas”. El destino no es, sino que se crea. A diferencia del pueblo.

No entramos aquí en la diferencia entre nación y nacionalidad, pues la Constitución viene de un tiempo histórico particular. Pero hablar de la posible existencia de naciones en España, de una nación con naciones, nos lleva también a diferenciar entre lenguaje y metalenguaje. Hay españoles que sólo se sienten españoles. Hay otros que se sienten españoles y catalanes o vascos, por ejemplo. Y otros que se sienten solo esto último. ¿Son equivalentes los sentidos de nación para cada cual? Probablemente no, lo que ya es un problema en sí. Aunque ya lo hemos dicho en más de una ocasión: para encauzar las fuerzas disgregadoras desatadas una vez más se requiere que España se dote de un proyecto atractivo, que ha perdido, y no sólo por los nacionalismos. Más bien, al revés.

A estas dimensiones habría que añadir otra que no es “nacional”, a saber, la europea, que tiene mucho de comunidad de destino, y, desde luego, de identidad común o compartida. Ahora bien, tras la idea de Europa no subyace una idea nacional, sino justamente la preservación de las naciones, o al menos de los Estados (algo que no está ahora tan claro que consiga). “Federación de Estados nación”, llamó Jacques Delors a la hoy UE. En la Unión se habla cada vez como meta, como destino, de “soberanía europea”, en lo digital, en lo fiscal y en otros aspectos, más allá de la “autonomía” estratégica.

Parece contradictorio el mundo interdependiente en el que vivimos, aunque justamente es por los excesos de estas interdependencias que en buena parte vuelven las aspiraciones soberanistas a todos los niveles. Pero no hay nacionalismo europeo, sí europeísmo y eurocentrismo, del bueno y del malo.

No debería ser gran problema que algunos se sientan o quieran sentirse y ser nación y metanación, salvo que detrás de este objetivo esté el anhelo por un derecho a decidir (la independencia, se entiende, o una idea de España), o el más claro, pero no más aplicable, concepto de autodeterminación, más ligado al Estado que a la nación para Bauer. Pero cuando todas las CC AA (las existentes y las que puedan venir) sean naciones, el objetivo dejará de ser útil para los llamados nacionalistas.

Hay que profundizar en la lógica del Estado de las autonomías, y superar la anterior que convive, por ejemplo, con la importancia de las provincias en el sistema electoral. Habrá que federalizar más. Pensar menos en naciones y quizás más en territorios que los alemanes llaman Länder, y otros federalismos, Estados dentro de un Estado.

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