El depredador de 80 kilos que vela al niño Jesús
Desde hace más de 20 años, el Zoo Aquarium de Madrid instala un belén dentro de un tanque con ocho tiburones. El único animal que requiere medidas preventivas en el proceso es una tortuga boba
Dos buzos se adentran en un tanque acuático. Se trata de un acuario marino tropical de cuatro metros de profundidad. Apenas solo uno menos de los que mide la hembra de tiburón toro Morgana, el animal más grande del receptáculo. Los buzos portan grandes planchas de metacrilato, sin aristas, donde aparecen dibujados el niño Jesús, la Virgen, San José y los Reyes Magos. Este proceso, la instalación de un belén en un tanque donde habitan cuatro especies de tiburones (un total de ocho ejemplares), se extiende hasta casi la media hora y se viene repitiendo desde hace más de 20 años en el Zoo Aquarium de Madrid, situado en el terreno de la Casa de Campo, cuyo acuario se inauguró en 1995. Ni Morgana ni el resto de tiburones representa peligro alguno para los operarios del belén durante el montaje. Pero sí una tortuga, Bubu, a la que se decide encerrar por precaución.
"Se corre riesgo de verdad. La tortuga tiene una musculatura enorme en el cuello, un mordisco en la mano puede producir una amputación" Javier García, biólogo y jefe de acuaristas del Zoo Aquarium
Javier García, biólogo, jefe de acuaristas del Zoo Aquarium y uno de los instaladores del belén, lo explica a ICON: “Cualquiera que haya tenido una tortuga, aunque fuese una tortuguita, sabe que tienen bastante temperamento. Ahora extrapola eso a un depredador de 80 kilos”. Aunque, según el acuarista, Bubu no es intratable y se puede bucear con él, hay razones serias para tenerle “respeto”: “Si hiciéramos la inmersión con la tortuga suelta, un trabajador tendría que estar dedicado a controlar al animal. Se corre riesgo de verdad. Tiene una musculatura enorme en el cuello, un mordisco limpio en la mano puede producir una amputación”.
No es algo consustancial a Bubu: la tortuga pertenece a la especie Caretta caretta, conocida vulgarmente como tortuga boba, un animal agresivo, sobre todo cuando es macho y adulto. Como es el caso. Sin embargo, María José Luis, responsable de comunicación del Zoo Aquarium, cree que su carácter puede estar “condicionado por su historia”, dado que Bubu llegó al acuario después de que la Guardia Civil lo interceptase en 2007 en una tienda del centro de Madrid, donde estaba a la venta en una bañera de forma ilegal. Dentro del convenio CITES, que regula el comercio internacional de flora y fauna silvestre, las tortugas marinas tienen un grado de protección Cites-1, el más alto, de modo que solo se pueden tener con fines de investigación, educación o reintroducción al mar. Sin embargo, al desconocerse el tiempo que llevaba Bubu en cautividad y, por tanto, debido al peligro de que el animal no pudiese readaptarse a su hábitat, la Guardia Civil lo cedió al Zoo Aquarium.
“Va a acabar su vida en un acuario grande, donde puede desarrollar su comportamiento normal con un bienestar alto. Igual nos entierra a todos, porque no sabemos si ha tenido unos patrones normales de crecimiento y podría ser más joven de lo que parece. Se le estima entre 45 y 55 años, pero una tortuga caretta, como todas las tortugas marinas, puede rondar entre los 100 y los 120”, cuenta García, jefe de acuaristas.
Para muestra, un botón. Además de con los tiburones, rayas y demás peces del tanque, Bubu comparte acuario con Peter, una tortuga verde pescada en 1936 por un marinero en el antiguo Estado de las Antillas Neerlandesas, formado por cinco islas del mar Caribe. Es decir: Peter ha vivido, como mínimo, una Guerra Mundial, la totalidad de la dictadura de Franco, el bombardeo de Hiroshima, el fin del Imperio británico, la desintegración de la Unión Soviética y el atentado contra las Torres Gemelas. También se desconoce su edad, pero García asegura que “no muestra síntomas de decrepitud” y cree que “podrá alcanzar sin problema los 120 años”.
Una Guerra Mundial, la totalidad de la dictadura de Franco, el bombardeo de Hiroshima, el fin del Imperio británico, la desintegración de la Unión Soviética y el atentado contra las Torres Gemelas: la atribulada vida del compañero de acuario de Bubu, Peter
Peter, que llegó al Zoo Aquarium en 1998 después de haber pasado por varios acuarios de Europa, en principio, no tiene problemas de convivencia por la conducta típicamente “pacífica y tranquila” de los animales herbívoros. El biólogo Javier García también niega que haya la más mínima interacción de riesgo entre el aparente rey del tanque de tiburones, la tortuga Bubu, y el resto de ejemplares: “No va a enganchar ni a un pez ni a un tiburón porque las tortugas para cazar no son rápidas. Otra cosa somos nosotros, que no tenemos esa agilidad de movimientos en el agua”.
¿Y a Melchor? Según una noticia publicada en 2014, Bubu llegó a atacar una de las figuras del belén en lo que el diario ABC describió como “un arrebato sacrílego”. Sin embargo, más allá de la novedad que las figuras de metacrilato puedan representar en un primer momento para los animales, García dice que es “un material inocuo”, del que rápidamente todos se dan cuenta de que no es comida. “Para ellos es solo un obstáculo nuevo, se acostumbran rápido”, agrega Mayra Llorente, también bióloga y compañera de García en la instalación del belén.
La falta de filtro de Bubu y las tortugas bobas a la hora de comer es, precisamente, lo que ha hecho que la contaminación humana deje en una situación de riesgo extremo a la especie. “Las caretta comen lo que puedan llevarse a la boca, es un animal absolutamente depredador que a todo lo considera comida. Se alimentan de lo que está a su alcance, que normalmente son esponjas, moluscos, crustáceos, coral, erizos de mar… Cualquier cosa que cojan, también una botella de plástico”, recalca el jefe de acuaristas.
A través de un programa conjunto con la Junta de Andalucía, el CSIC y otros acuarios de España puesto en marcha en 2004, el Zoo Aquarium está trabajando en la reintroducción de tortugas bobas en el parque natural del Cabo de Gata-Níjar. Debido a ello, desde hace unos meses, Bubu no es la única de su especie en el acuario: flotando en la superficie se encuentra Antonio, un macho de 55 años estimados al que no fue necesario encerrar durante la instalación del belén porque, por un problema metabólico de nacimiento, no es capaz de sumergirse.
"Las tortugas 'bobas' comen lo que puedan llevarse a la boca, es un animal que a todo lo considera comida, también a las botellas de plástico" Javier García, jefe de acuaristas del Zoo Aquarium
Junto a otra tortuga de edad similar, Luna, situada en otro departamento del Zoo Aquarium, se intenta que tengan crías para enterrar los huevos en el parque natural del Cabo de Gata-Níjar, que nazcan allí, conozcan el lugar y después sean extraídos para que crezcan en acurios y así prevenir una muy probable muerte prematura. Una vez que han crecido los llevan de nuevo al Cabo de Gata. “La mortalidad en tortugas recién nacidas es casi del 99%, se las puede comer cualquier gaviota. No tiene sentido el proyecto con esa tasa, por eso las extraemos al poco tiempo, para que crezcan de tamaño y puedan reintroducirse con menos riesgo en un entorno que ya han conocido”, sostiene el biólogo Javier García.
El acuarista saca pecho de los éxitos reproductivos de Zoo Aquarium: “Griselda, la hembra de tiburón gris de más edad [entre los ejemplares], ha llegado a convivir con sus nietas. Fuimos el tercer acuario del mundo en conseguir criar la especie”. Diferentes generaciones de escualos, reptiles, mantarrayas y otros peces que, lejos de vivir en pecado, aunque sin más bautismo que el de las aguas que cruzan día tras día en su hábitat artificial, reciben cada año por estas fechas su correspondiente evangelización navideña.
La Conferencia Episcopal: “Mientras sea un belén…”
En su libro La infancia de Jesús (2012), el papa Benedicto XVI desmintió que hubiese habido mula ni buey en el portal de Belén, pese a la tradición iconográfica legada por los evangelios apócrifos. A falta de conocer la opinión del hoy emérito Joseph Ratzinger sobre el nacimiento con tiburones, rayas y tortugas instalado en el Zoo Aquarium de Madrid, la Conferencia Episcopal descarta a ICON que este belén constituya ningún tipo de ofensa. "No vamos a hacer valoraciones, pero mientras sea un belén… Suponemos que se pone con todo el respeto. Es una idea original, además así lo ve más gente", declaran.
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