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Una expedición para buscar al ancestro que compartimos con los simios

Un equipo del Museo Nacional de Ciencias Naturales busca en Guinea Ecuatorial fósiles que expliquen cómo bajaron los humanos de los árboles y empezaron a caminar erguidos

El investigador Antonio Rosas, en un corte del terreno donde se pueden encontrar fósiles.
El investigador Antonio Rosas, en un corte del terreno donde se pueden encontrar fósiles.Grupo de Paleoantropología MNCN-CSIC

En el siglo XIX, después de la publicación del Origen de las especies de Charles Darwin, el naturalista alemán Ernst Haeckel defendía que los humanos y los simios compartían un ancestro común, al igual que el científico británico. Por si la afirmación no era lo bastante transgresora en una sociedad que todavía creía que habíamos aparecido de repente hace poco más de 6.000 años, planteó que los fósiles de aquel hombre mono se podrían encontrar en un lugar concreto del planeta, en lo que entonces eran colonias holandesas y hoy conocemos como Indonesia. Uno de sus alumnos, Eugène Dubois, quedó tan fascinado por la argumentación del profesor que partió hacia aquellas islas del Índico en busca del eslabón perdido. En 1891, solo cuatro años después de empezar su trabajo, Dubois encontró lo que con el tiempo se conocería como Homo erectus, el primer ancestro de los humanos hallado tras buscarlo a propósito.

Desde Dubois, han sido muchos los paleontólogos que se han lanzado en busca de fósiles que ayuden a reconstruir el árbol de la evolución humana para responder con evidencias sólidas a la  pregunta de las preguntas: ¿Quiénes somos? Pero no todos tuvieron tanta suerte al confirmar las teorías con sus descubrimientos. “Louis Leakey buscó en África estos antepasados siguiendo la hipótesis de Darwin sobre el origen de nuestra especie. Según su ley de sucesión, que decía que antepasados y descendientes suelen ocupar las mismas regiones, los ancestros humanos debían encontrarse en África, donde ahora están nuestros parientes más cercanos, los grandes simios”, explica Antonio Rosas, director del Grupo de Paleoantropología en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. Cuenta el investigador que Leakey no tuvo tanta suerte como Dubois y necesitó casi 30 años hasta que en 1959, en la garganta de Olduvai, en Tanzania, encontró junto a su esposa Mary el primer fósil relevante, el zinjanthropus. Desde entonces, los descubrimientos se sucedieron, confirmando la teoría de Darwin y confirmando al este de África como “cuna de la humanidad”.

Eugène Dubois solo necesitó cuatro años para encontrar al ‘Homo erectus’, pero los Leaky se pasaron décadas buscando hasta encontrar su primer fósil importante

El árbol de la evolución humana se ha complicado mucho desde que los Leakey recorrieron el valle del Rift, pero la teoría de Darwin sigue siendo útil para buscar esas raras reliquias que son los fósiles humanos. En unas semanas, Rosas y su equipo partirán rumbo a África, a Guinea Ecuatorial, a la búsqueda de nuevos restos que sigan ampliando el conocimiento sobre nuestra especie. “Sin fósiles no hay paleontología”, dice Rosas mientras enseña un mapa del continente africano con puntos rojos sobre los yacimientos donde se han encontrado restos de ancestros humanos. En el este de África, desde Etiopía hasta Tanzania, se ven algunos de los yacimientos más famosos del mundo, como donde se encontró a Ardi o a Lucy, algunos de los primeros homínidos que comenzaron a caminar erguidos. En Sudáfrica, en sus abundantes cuevas, también se han descubierto muchos fósiles esclarecedores y ahora, en el norte de África, se empiezan a realizar hallazgos que cuestionan el marchamo del este del continente como cuna exclusiva de la humanidad. Sin embargo, en el oeste, en los bosques lluviosos donde hoy precisamente viven nuestros parientes chimpancés y gorilas, no hay puntos rojos.

Esta será la tercera expedición a la zona, donde ya han encontrado herramientas de la Edad de Piedra que confirman que allí vivían humanos hace al menos 40.000 años. Siguiendo una vez más las predicciones teóricas, Rosas recuerda que “la divergencia entre los grandes simios y los humanos se produjo en el bosque lluvioso africano”, así que en los bosques guineanos debería haber evidencias del momento en que un antepasado común empezó a abandonar los árboles para adoptar el bipedismo, la característica humana esencial. En su búsqueda, aprovechan el trabajo de los habitantes modernos del país, que “ahora están haciendo carreteras y obras públicas”, apunta Rosas. “Cualquier destrozo en la selva, desmontes de la carretera, pistas forestales, cualquier cosa que suponga un afloramiento de los estratos es una oportunidad para encontrar fósiles”, añade.

Los paleontólogos son conscientes de lo incierto de su búsqueda, de la suerte que tuvo Dubois y de la paciencia que demostraron los Leakey. Mientras tanto, en ausencia de fósiles, utilizan otras estrategias para reconstruir los rasgos de aquel precursor. “Viajamos al pasado haciendo un retrato robot del antepasado común filmando a los primates que existen ahora en Guinea, en el bosque original”, señala Rosas. “Hay muchas posturas humanas que compartimos con los simios, como la de estar sentado, y si la tenemos los dos eso significa que muy probablemente la tendría también el antepasado común”, explica el investigador. “Y lo mismo sucede con la cultura material. Tanto chimpancés como humanos la tenemos, aunque la de los chimpancés no se conserve, y eso nos hace pensar que esa capacidad para utilizar herramientas puede venir del antepasado común”, concluye.

Suelen decir los antropólogos que conocer mejor la historia evolutiva de la humanidad puede ayudar a rechazar planteamientos miopes sobre nuestra naturaleza. Como han demostrado una y otra vez los cazadores de fósiles, el origen de toda la humanidad se encuentra en África, y todos compartimos un ancestro común extremadamente próximo en términos evolutivos, sean cuales sean nuestras circunstancias hoy. La historia de la evolución y la de la antropología pueden advertir también, frente a un exceso de confianza, de que el conocimiento será necesariamente una fuente de progreso. Haeckel, un hombre de gran inteligencia que difundió ese parentesco común de toda la humanidad y hace más de un siglo defendía la enseñanza de la evolución en las escuelas, también se dejó llevar por sus prejuicios para defender la superioridad del hombre blanco dando argumentos al nazismo. La naturaleza humana es tan compleja como encontrar los fósiles que ayudan a entenderla.

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