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El tónico no desmaquilla y hay a quien no le basta con un desodorante

Verdades incómodas sobre tus cosméticos. Porque, ¿para qué sirve un neceser lleno de tarros, si no tenemos ni idea de cómo funcionan?

Los españoles gastamos de media unos 150 euros anuales en cosmética, un dinero que no siempre desembolsamos por necesidad. Los productos que acumulamos en el tocador y el cuarto de baño muchas veces son solo un intento por estar al tanto de las últimas tendencias, o la respuesta a necesidades que desconocíamos hasta que la industria las creó para nosotros. Lo importante para que una rutina funcione no tiene nada que ver con el número de ungüentos que apliquemos, sino con el correcto conocimiento sobre su uso y efectos. Y lo cierto es que no siempre vamos bien encaminadas. He aquí una retahíla de verdades incómodas sobre algunos de los productos de belleza más populares.

El tónico no desmaquilla

Los gurús de belleza empleando el tónico como la prueba del algodón es una imagen muy habitual, pero las cosas no siempre son lo que parecen: en realidad, este no desmaquilla. Un producto con efecto limpiador debe contener en su fórmula ingredientes detergentes (tensioactivos), que ayudan a eliminar la suciedad y grasa acumulada durante el día o la que se segrega mientras dormimos. También contribuye a limpiar los restos de polución y de productos aplicados previamente. Y estos ingredientes no forman parte de la formulación de los tónicos. Lo que contienen estos productos en su lugar son sustancias humectantes como el ácido hialurónico y la glicerina, que mejoran la hidratación de la piel. Algunos incluso incluyen activos antiedad como el retinol o sustancias exfoliantes como el ácido salicílico, que son perfectos en el caso de comedones y puntos negros, pero limpiar, no limpian.

El contorno de ojos no siempre es necesario

El contorno de ojos es un producto muy deseado porque actúa en la zona más expresiva del rostro, esa que hace que tengamos una mirada más fresca y descansada o, por el contrario, gris y apagada. Suele usarse en el paso posterior a la limpieza y tiene la particularidad de que, normalmente, cuando lo elegimos, acabamos pagando el doble por menos contenido (una crema suele tener 30 ml, mientras que un contorno de ojos contiene unos 15 ml).

Debido a que la zona sobre la que actúa es la ocular y, por tanto, el lagrimal, muchos de ellos contienen una fórmula con un pH similar al de las lágrimas (en torno a un 7.4), debido al riesgo de que tome contacto con el ojo. Pero no hay certezas de que sea un cosmético necesario para la mayoría de nosotros, y solo se debería incorporar en casos puntuales y para tratamientos específicos. Esto es: aquellos despigmentantes, con vitamina C (ácido ascórbico) o vitamina K-óxido, en ojeras muy marcadas; o los descongestionantes e hidratantes, con cafeína, en el caso de presentar bolsas.

Los párpados, por su parte, tienen un tipo de piel con una renovación celular más lenta, lo que implica que es una zona más grasa y que no necesita tratamiento. En caso de sequedad, vaya al médico, por si existiese alguna patología subyacente, como la rosácea o dermatitis atópica.

La base de maquillaje nunca hará de fotoprotector

Cada vez estamos más concienciados sobre el serio daño que una exposición excesiva o imprudente a la luz solar puede provocar en la piel, pero hay productos que siguen generando dudas. La base del maquillaje es uno de ellos. Según los estándares de la Asociación Europea de Perfumería y Cosmética, para que una crema solar sea efectiva con la protección que proclama en el etiquetado, debemos aplicar el equivalente a 2 miligramos por centímetro cuadrado. En otras palabras, es necesario echar unos 30 ml o 9 cucharadas de café en todo el cuerpo por aplicación. En el caso del rostro, el equivalente sería 1 cucharada de café, cantidad que rara vez usamos de una crema hidratante, y mucho menos de una base de maquillaje. O sea, que por mucho que una de las características del producto sea la fotoprotección, no debemos dar por hecho que llevamos un escudo por habernos puesto una capa de color.

La crema solar de unos padres no vale para sus hijos

Aún pensamos que los niños o bebés son adultos en pequeño, pero la realidad es que la epidermis de los críos es más fina y permeable que la de los mayores. Esto hace que compartir la crema solar entre todos los miembros de una familia sea un monumental error. La diferencia es aún más importante si el infante tiene menos de 3 años.

Las cremas solares para adultos pueden contener algún ingrediente antiedad o filtros solares que, aplicados en pieles sensibles como las de los niños, son capaces de producir reacciones alérgicas e irritación. Por otra parte, las fórmulas de los más pequeños tienen un pH más elevado para evitar picor de ojos (si el producto entrara en ellos) y debido a que el pH de su piel es superior al de los adultos. Además, desde la Academia de Dermatología y Venereología recomiendan que la crema solar no sea el único medio de protección de los pequeños, sino que se complemente con gorros y tejidos.

La máscara de pestañas no dura para siempre

Todos sabemos por experiencia que el pan de molde no dura para siempre: una vez pasada la fecha de caducidad, en cualquier momento pueden aparecer sobre las rebanadas desagradables levaduras y moho, a cuyo aspecto nauseabundo suman poner en riesgo la salud. Lo mismo ocurre con la cosmética, aunque de manera menos llamativa. Las fórmulas con base acuosa están expuestas a cambios de temperatura y humedad, toman contacto con aplicadores que han estado en contacto con las mucosas o la zona del lagrimal y de los ojos (máscaras de pestañas) y no son ajenas al contacto de nuestras propias manos. Todo ello hace que los cosméticos se vuelvan susceptibles a contaminaciones y, por tanto, aumente el riesgo de que los microorganismos los colonicen. Hay que acatar las indicaciones del bote.

Según las normas de etiquetado de cosméticos establecido por la Unión Europea, cualquier producto cuya vida útil sea inferior a 30 meses deberá plasmar en su etiquetado la fecha de expiración seguida de un símbolo en forma de reloj de arena (conocido como egg-timer). La mayoría de los cosméticos capaces de perdurar más de 30 meses llevan inscrita la palabra PAO (periodo después de la apertura, por sus siglas en inglés), junto a un símbolo con forma de tarro abierto que contiene un número que indica el tiempo durante el que se puede usar el ungüento una vez estrenado (en meses).

Ojo: si usamos una máscara de pestañas caducada y se producen efectos adversos, el fabricante no se hará responsable de las cosecuencias.

Para la celulitis, no hay crema que valga

La celulitis solo es una acumulación de tejido adiposo en el cuerpo, concretamente en la hipodermis, pero cuando ocurre una inflamación e infección como consecuencia de ello, el tejido graso aumenta y se forman los temidos hoyuelos. Esto no se soluciona con cosmética, que solo puede actuar a nivel superficial, o sea, en la epidermis. Para atacar la celulitis directamente, no queda otra que recurrir a un tratamiento médico.

Sin embargo, el éxito de este tipo de productos se debe a un efecto sinérgico: el consumidor preocupado por la celulitis no solo se compra una crema específica, también tiende a mejorar su alimentación e incluir algo de deporte en su rutina, y eso hace que mejore el tono muscular y la zona afectada por la celulitis se reduzca. Si, además, le ponemos una loción que ópticamente alisa la superficie de la piel y hace que sus irregularidades sean menos visibles, tanto mejor, sobre todo porque es algo que puede aportar cualquier crema del mercado (no es necesario hacer una gran inversión).

Hay quien no necesita desodorante y quien no tiene suficiente con él

En el apartado del sudor corporal hay dos productos básicos: los desodorantes y los antitranspirantes. Los desodorantes están pensados para un uso cotidiano, perfuman y neutralizan el hedor gracias a ingredientes antibacterianos como el alcohol, con lo que consiguen evitar el "mal olor" temporalmente. El fin de los antitranspirantes es reducir la secreción de sudor de las glándulas apocrinas y ecrinas. Sus fórmulas incluyen sales de aluminio, unos compuestos que deben su efectividad a su penetración en los conductos excretores del sudor. Estas sustancias bloquean la sudoración en un 30% y un 40%, y son expulsadas y eliminadas con la fricción o los lavados posteriores. Actualmente, no suponen ningún riesgo para el consumidor y, al contrario de las creencias populares, son productos que alcanzan una mayor efectividad si se aplican solo por la noche.

Si tenemos una transpiración baja y el olor producido no es desagradable, se puede prescindir de ambos (o usar, solamente, el primero). En el caso de una sudoración excesiva, es recomendable el antitranspirante nocturno, pero no de forma rutinaria, sino entre 1 y 2 veces a la semana. Si la sudoración es incontrolable, conviene consultarlo con el médico, para descartar alteraciones como la hiperhidrosis. Este tipo de productos cosméticos, al igual que las colonias o perfumes, suelen ser una imposición social más que una necesidad real.

Un champú no repara el pelo ni lo hace crecer

La caída capilar está relacionada con el funcionamiento del bulbo piloso, que está situado en la dermis, la capa intermedia de la piel. Los champús y los acondicionadores no son efectivos en esta zona. Por otra parte, está la mal llamada "caída estacional", que en realidad se explica solo por el ciclo de crecimiento de pelo, que puede (o no) coincidir con las estaciones de otoño o primavera. Esta circunstancia solo debería preocuparnos cuando su volumen sea excesivo. ¿Y qué hacer? Acudir al dermatólogo. Un champú anticaída, como mucho, eliminará el exceso de sebo del cuero cabelludo, dará volumen en la raíz debido a los polímeros de su fórmula y sensación de frescor, por su contenido en aceites esenciales.

Otro error de concepto sobre el cuidado capilar es pensar que un cabello dañado es reparable. En realidad, lo único que podemos hacer es enmascarar y poner parches en las zonas problemáticas. Un cabello dañado y seco suele haber estado sometido a tratamientos capilares de decoloración o tinte permanente con mucha frecuencia, o haber sido expuesto reiteradamente al sol o a cosméticos inadecuados. Estas circunstancias son las responsables de que la capa superficial que recubre la fibra y confiere propiedades protectoras al cabello se elimine... y ya no hay vuelta atrás.

Los productos que prometen "restaurar" o "regenerar" el cabello solo recubren la fibra para que, a nivel óptico y sensorial, el cabello tenga una apariencia saludable. Ingredientes como las siliconas o polímeros le confieren estructura, proteínas como la queratina aportan peso y algunos aceites vegetales devuelven el brillo. Para todo lo demás, las tijeras.

Raquel Marcos es doctora en Química y experta en química cosmética. También es autora del blog especializado cienciaycosmetica.com

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