Contra el atlantismo mercantilista
La tensión transatlántica no afecta solo a la defensa mutua. La política exterior trumpista prescinde de la cooperación multilateral y del orden internacional, bases fundacionales de la Alianza
Los encuentros entre Trump y Macron son un combate que empieza con los saludos, un pulso de fuerza en el que se empuñan manos y brazos en vez de estrecharse cordialmente. Se verá en la próxima cumbre de la OTAN, aunque el presidente francés ya marcó el orden del día en su entrevista famosa al semanario The Economist.
La cuestión es “la muerte cerebral de la OTAN”, según sus crudas palabras. La Alianza es eficaz en la interoperabilidad de los ejércitos, dijo el presidente, pero no tiene dirección ni estrategia. Con Trump se ha convertido en un proyecto comercial, un deal o trato en el que Washington garantiza el paraguas de seguridad a los europeos, pero estos a cambio deben conceder a Washington la exclusiva de las compras militares.
La agenda trumpista para Londres confirma el argumento de Macron. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, esgrime los 100.000 millones de euros de incremento del gasto europeo en defensa para obtener la renovación del compromiso de Trump con el artículo 5 del Tratado, por el que se mutualiza la defensa ante un ataque exterior. Pero le desmienten los hechos: Estados Unidos ha abandonado a los kurdos que combatían el Estado Islámico en Siria y Turquía ha invadido territorio sirio, sin consulta previa a los otros socios atlánticos en una cuestión que afecta a la seguridad de los europeos, por el peligro terrorista y por las peticiones de asilo por parte de ciudadanos sirios.
Las dudas sobre la eficacia de la garantía mutua no provienen solo de las declaraciones intempestivas de Trump. ¿Podría Turquía invocar la activación del artículo 5 si Siria la atacara? Macron no impugna la relación transatlántica, sino su jerarquía, en la que los europeos son socios menores y sumisos. La ecuación ha funcionado 70 años, pero ahora se ha desequilibrado. Y Europa debe optar entre su desaparición como actor geopolítico, aplastado entre China y Estados Unidos, o la construcción de un sistema de seguridad y de defensa propio, soberano.
La tensión transatlántica no afecta solo a la defensa mutua. La política exterior trumpista prescinde de la cooperación multilateral y del orden internacional, bases fundacionales de la Alianza. Su entera política unilateralista en Oriente Medio —respecto a Siria, a los territorios ocupados o a Irán— perjudica a los socios europeos. La discusión no versa sobre el reparto del gasto atlántico sino sobre la idea mercantilista que tiene Trump de las alianzas y también de la OTAN.
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