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No hay dinero para el corazón de Ahmad

Un millón de sirios llevan ocho años viviendo como refugiados temporales en Líbano y presentan problemas de salud específicos

Dos niños duermen la siesta sobre unas mantas colocadas en el suelo de una vivienda del asentamiento temporal de Hauch er-Rafqa, en Líbano.
Dos niños duermen la siesta sobre unas mantas colocadas en el suelo de una vivienda del asentamiento temporal de Hauch er-Rafqa, en Líbano.Lola Hierro
Lola Hierro

Por 800 dólares se puede adquirir un iPhone 11 de 64 gigas, de color negro o malva si se prefiere y con cámara frontal y trasera, entre otras sofisticaciones. También, las últimas zapatillas sneakers de Balenciaga con el logo de la marca bordado, la suela de tres capas, el efecto acolchado y "un sistema de cierre de inspiración atlética con 12 ojales". Nada menos. También con 800 dólares se paga una intervención quirúrgica para sanar el maltrecho corazón de Ahmad, un niño de ocho años y origen sirio que vive refugiado en un campo libanés.

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En la esquina de un terreno baldío a las afueras de la localidad de Haouch Er-Rafqa, en pleno valle de la Bekaa libanés, han construido su casa los Al Mahmoud. Son tres familias con 13 miembros que llegaron desde Alepo (Siria) hace seis años escapando de las bombas. Viven sumidos en la precariedad y las dificultades propias de un buen porcentaje de sirios refugiados en el país vecino desde que comenzara la guerra en su Siria natal hace ocho años y medio. Ahmad Al Mahmoud también reside aquí. Vive postrado porque siempre se siente débil, ya que sufre una cardiopatía congénita. "Ya fue operado una vez y necesita una segunda intervención, pero cuesta unos 800 dólares y no podemos permitírnoslo", sostiene su tía, Aisha Al Mahmoud y matriarca del clan. Hasta ahora, no han encontrado ninguna vía para financiar una cirugía para el niño.

Aisha Al Mahmoud, de 43 años, está empleada en un invernadero y es el principal sostén familiar. "Mi marido no puede realizar trabajos pesados por una lesión de espalda, y eso complica aún más la búsqueda de empleo", explica la mujer. El acceso al mundo laboral, a una vivienda digna o a una educación de calidad son algunos de los problemas que enfrenta la población siria. Son alrededor de 1,2 millones, alrededor del 20% de la población de un país sumido en una profunda crisis económica, con una deuda externa del 150% de su PIB y donde la afluencia de desplazados por el conflicto ha empeorado la calidad de vida de nacionales y extranjeros. El 70% de los sirios vive por debajo del umbral de la pobreza, esto es, que tienen como mucho 1,20 dólares al día para subsistir, según la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur). A ellos hay que sumar otro millón largo de libaneses en la misma precaria situación.

La cantidad y calidad de atención sanitaria es otra de las dificultades. El último plan de respuesta a la crisis del Gobierno libanés, creado para asistir a población vulnerable sin importar su nacionalidad, dice que el 13% de hogares de sirios que necesitaba servicios de atención primaria en 2018 no los tuvo, sobre todo por cuestiones económicas. Por otra parte, al menos el 60% de los refugiados sirios necesita algún tipo de asistencia sanitaria. El sistema se ha visto colapsado por un aumento de hasta el 50% de afluencia de pacientes, según Cruz Roja. De los 268 millones de dólares requeridos para asistir a un millón y medio de personas, se han recibido solo 63 millones, indican los datos más recientes de Acnur, de junio de 2019.

En Haouch Er-Rafqa, un asentamiento informal de refugiados donde viven unas tres mil personas, saben que la Sanidad del país no pasa por su mejor momento. "El sistema libanés no es público como el español, sino que está orientado al negocio y extremadamente privatizado. El Ministerio de Salud, al no tener una red sustancial de centros de atención primaria y hospitales, lo que hace es que externaliza el servicio y subvenciona distintas clínicas privadas, así que la atención no es gratuita, hay un dinero que tienes que pagar por atención, por consulta...", explica Lucas Molfino, jefe de misión de Médicos sin Fronteras.

Las tarifas en los centros de salud y hospitales oscilan entre los 4,5 y ocho dólares en atención primaria, mientras que las consultas con especialistas oscilan entre los 20 y 80 dólares. Acnur tiene acuerdos con una red de 60 clínicas para asistir a este colectivo, pero el apoyo financiero, que cubre el 75% de los costes, está limitado a obstetricia y urgencias. Las medicinas y las vacunas son supuestamente gratis, pero los costes de consulta, de diagnósticos y la falta de disponibilidad de medicamentos hace que no todo el mundo tenga al final acceso a un servicio sanitario.

"No es solo por el precio; la gente no puede ir al médico a veces por la distancia, por miedo, por el trato discriminatorio... Solo acuden a un doctor cuando no hay otra solución, cuando realmente lo necesitan", asevera Marina Juan Mateu, delegada de la Cruz Roja española en el país. Son las tres barreras principales que dificultan el acceso a la salud: la económica, la geográfica y la jurídica, cuando hablamos de población que reside irregularmente en el país y teme ser descubierta al ir al doctor.

La solución no es crear sistemas paralelos

L.H.

Cuando una crisis persiste en el tiempo hay que cambiar el enfoque de la respuesta, porque la atención inmediata y temporal no es sostenible. "Más allá de establecer un sistema paralelo, se trata de reforzar el sistema nacional para que la respuesta esté más integrada y se beneficien tanto sirios como libaneses pobres", analiza Lucas Molfino, jefe de misión de Médicos sin Fronteras en Líbano.

Uno de los modelos que se ha puesto en marcha siguiendo esta premisa es el Plan Rebahs, un proyecto financiado por el fondo de la UE para responder a la crisis siria (Fondo Madad) con 1,8 millones de euros. Surgió en enero de 2018, cuando se comprobó que las clínicas móviles ya no eran una solución ante la crisis humanitaria crónica que viven los refugiados. No se trata de crear un sistema de salud paralelo, sino de dar apoyo a los centros sanitarios que ya existen ante el incremento de pacientes desde tres enfoques: subvencionar los costes de consultas y las pruebas de laboratorio e imagen en atención primaria, mejorar la calidad de los servicios y la distribución de medicamentos y dar más información sobre facilidades para acceder a servicios médicos.

El plan Rebahs cubre el 70% de los costes de consulta y todos los de laboratorio e imagen, de tal modo que, al final, los enfermos solo tienen que abonar alrededor de dos dolares por consulta. Todo lo que venga después es gratis. Cuando se realizó el proyecto piloto en seis centros de salud, se observó un incremento de pacientes del 41%.

"Lo que hay gratis son las unidades médicas móviles (UMM) y los servicios ofrecidos por ONG", detalla Juan Mateu. El Programa de UMM de la Cruz Roja Libanesa es un servicio de asistencia médica primaria universal que empezó en el 2013 a raíz de la crisis siria. Con el objetivo de proveer atención médica gratuita a la población refugiada y población libanesa vulnerable, y hay nueve en funcionamiento por todo el país.

Estas unidades son como centros de salud que caben dentro de una furgoneta en la que viaja un equipo multidisciplinar que brinda consultas de medicina general, pediátrica y ginecológica, pruebas complementarias básicas y tratamientos médicos tanto para enfermedades agudas como crónicas. Además, brindan apoyo psicosocial y actividades de promoción de la salud.  Entre el 1 de enero de 2018 y el 14 de noviembre de 2019 la unidad móvil de Haouch Er-Rafqa realizó 71 visitas a domicilio y se atendieron 7.494 consultas, la mitad pediátricas y la mayoría por enfermedades respiratorias y digestivas. Se diagnosticaron 6.799 enfermedades agudas 714 pacientes con enfermedades crónicas. También se realizaron 43 sesiones de sensibilización con 2.339 beneficiarios, entre ellas Aisha Al Mahmoud, que cursó un taller de higiene menstrual. "Los más enfermos son derivados al hospital, pero eso ya comporta un coste", indica la técnica de Cruz Roja.

El marido de Aisha acude al médico que los visita cada jueves con una unidad móvil para obtener analgésicos que calmen su dolorida espalda. Toda la familia hace uso de los servicios sanitarios disponibles cuando lo necesitan. Pero lo que le quita el sueño a esta mujer no es su salud, sino la de su sobrino Ahmad. Igual que ocurre en el caso de este niño, existen otras necesidades no cubiertas, como los gastos relacionados con enfermedades como el cáncer, tratamientos para enfermedades crónicas como la diálisis para los fallos renales y el diagnóstico avanzado.

Hoda Awad, de 35 años, es vecina de los Al Mahmoud y para ella tampoco hay fondos. En su caso, no puede trabajar debido a una lesión de espalda, una dolencia similar al del marido de Aisha. También podría someterse a una cirugía, asegura, pero el coste asciende a 600 dólares. No hay nada en su vivienda de chapas y cartones con lo que pagar semejante cantidad. "Tampoco tengo dinero para los medicamentos, pero me los envían desde Siria", afirma.

"Las principales necesidades de los desplazados sirios vienen relacionadas con las enfermedades no transmisibles (cardiovasculares, diabetes, respiratorias...) Pero sobre todo el gran porcentaje viene de la gente que ya venía diagnosticada con una enfermedad crónica desde Siria y tenemos que asegurar la continuidad de su tratamiento", explica Molfino. El otro eje con necesidades "extremadamente grandes" es el de la salud sexual y reproductiva. "Tratamos de asegurar la planificación familiar, pues la cobertura es extremadamente baja, y un tema bien complejo es el de los partos. La tasa de fecundidad libanesa es de unos dos hijos por familia y la de los sirios es mucho más alta", explica el experto. La escasa atención antenatal, las altas tasas de embarazo adolescente y la costumbre de dar a luz en el domicilio hacen que la agencia de los refugiados pronostique un aumento de la mortalidad materna e infantil a finales de 2019 con respecto al año anterior.

Un médico de Cruz Roja atiende a un donante de sangre voluntario durante una campaña de extracciones en Beirut, Líbano.
Un médico de Cruz Roja atiende a un donante de sangre voluntario durante una campaña de extracciones en Beirut, Líbano.Lola Hierro

Líbano, además, ha experimentado brotes de enfermedades prevenibles con vacunas y de diarreas por enfermedades hídricas. De sarampión, por ejemplo, en los primeros seis meses de 2019 se identificaron 1.195 casos; no se había producido un brote igual desde 2013, y Acnur resalta que no se pudo preparar una campaña sanitaria en condiciones debido a la escasez de fondos.

Una sangre muy especial

En un barrio de la periferia de Beirut, Mohammad Hawi se dispone a montar el dispositivo de todos los días: las mesas y sillas para dar la información, los sillones reclinables, los goteros, los botiquines, los tubos de ensayo y toda la parafernalia propia de un centro móvil de extracción de sangre. Hawi es el coordinador de una de las unidades móviles para donantes de Cruz Roja que operan en Líbano y hoy le toca realizar extracciones a los trabajadores de una empresa de bollería industrial que se presenten voluntarios. A las nueve de la mañana ya está listo el dispositivo. Espera que haya una gran afluencia.

La sangre es una de las tantas necesidades de un enfermo, y un bien escaso en este país. "Líbano necesita 400 unidades diarias y nosotros recogemos el 30%, el resto es cubierto por hospitales para sus propios pacientes", describe Hawi. Existen dos maneras de donar: el reemplazo familiar, que es cuando un enfermo recibe sangre de un pariente, y la aportación de voluntarios. Cruz Roja realiza campañas de sensibilización y acude a empresas, universidades y eventos públicos para reclutar donantes. "El año pasado distribuimos 28.000 unidades y no fue suficiente, por eso estamos incrementando las campañas".

Sadek Jaber, técnico de Cruz Roja, en un centro de atención de emergencias de Beirut.
Sadek Jaber, técnico de Cruz Roja, en un centro de atención de emergencias de Beirut.Lola Hierro

La población refugiada tiene problemas específicos. Uno de ellos, curiosamente, viene de serie: su grupo sanguíneo. "Son distintos de los libaneses. Nosotros somos más 0+ y A+, y ellos son B y AB+. Es un problema, porque tenemos menos población con esos grupos y, por tanto, menos donantes. De toda la sangre que recolectamos, un 30% es de estos tipos minoritarios, y es muy necesaria Tenemos pacientes con cáncer, con talasemia, cirugías..." enumera el técnico. Son las diez de la mañana y los cuatro sillones para realizar las extracciones están ocupados.

Escasez de ambulancias

Otro de los problemas que siguen sin solución es narrado por Sadek Jaber, técnico de Cruz Roja en un centro de atención de emergencias de la capital. Su trabajo consiste en coger las llamadas, tomar nota del problema y enviar la ambulancia más cercana, siempre sin coste, para ir al hospital. Pero no siempre se puede cuando se trata de un sirio. "No todos los hospitales aceptan refugiados porque no todos tienen acuerdo con Acnur y a veces el más cercano no los acepta y hay que ir a otro sitio", aclara. "Tenemos muchas llamadas de ellos: accidentes de coche y moto, caídas en obras en edificios y otros accidentes laborales... Hemos tenido algún caso en los que un paciente ha muerto a las puertas de un hospital".

Así se atiende a niños refugiados con talasemia

Los equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Líbano tratan a niños refugiados sirios por talasemia en un hospital pediátrico de la ciudad de Zahle, en el valle de Bekaa. Este es un trastorno sanguíneo genético causado por una alteración en los genes necesarios para sintetizar la hemoglobina, que transporta oxígeno a todo el cuerpo.  En sus formas agudas, requiere transfusiones de sangre regulares para compensar la falta de hemoglobina. Cuanto mayor es el número de genes alterados, más grave es la enfermedad y la esperanza de vida de los pacientes no tratados puede acortarse considerablemente.

"Hay una complicación con las transfusiones frecuentes", dice el doctor Amber Alayyan. "Pueden causar sobrecarga de hierro y provocar enfermedades cardíacas o hepáticas. Por eso estos pacientes necesitan medicamentos que reduzcan sus niveles de hierro".

En el hospital se comienza diagnosticando la enfermedad mediante un análisis de sangre. Los padres a menudo son conscientes de que sus hijos la padecen porque es un trastorno hereditario. En otros casos, cuando un niño está pálido, débil y muestra signos de anemia se le realiza la prueba. Los niños sirios reciben transfusiones de sangre y los medicamentos apropiados, y se hace seguimiento de su salud.

La escasez de recursos afecta a la disponibilidad de ambulancias. "Beirut necesita muchas más ambulancias, equipo... La demanda aumenta y los recursos son los mismos", lamenta Jaber. Además, no solo se ocupan de las ciudades y pueblos, también de los 1.600 asentamientos temporales informales, donde viven refugiados. "Atendemos sobre todo embarazos, pérdidas de consciencia por la sobrepoblación, gastroenteritis, vómitos, diarrea, enfermedades debidas a la falta de higiene... También accidentes que sufren los niños por falta de atención. Se queman o incendian algo, esnifan un objeto...", enumera.

Faltan ambulancias, faltan hospitales y personal médico, falta sangre y faltan fondos pese a los esfuerzos internacionales por recaudar para una crisis humanitaria que se ha cronificado, que se ha vuelto algo habitual para los medios de comunicación y que cada vez llama menos la atención. Al final del día, se habrán vendido unos cuantos iPhone 11 y otras tantas zapatillas Balenciaga. Ahmad, de momento, sigue sin que le reparen el corazón.

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Sobre la firma

Lola Hierro
Periodista de la sección de Internacional, está especializada en migraciones, derechos humanos y desarrollo. Trabaja en EL PAÍS desde 2013 y ha desempeñado la mayor parte de su trabajo en África subsahariana. Sus reportajes han recibido diversos galardones y es autora del libro ‘El tiempo detenido y otras historias de África’.

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