El último latigazo de la iguana Iggy Pop en la portada de octubre de ICON
Eusebio Poncela, Janelle Monáe y Tamara Rojo, entre muchos más, se reúnen en el número de este mes
Aunque jura y perjura que nunca más volverá a tirarse de los escenarios, Iggy Pop sigue en pie de guerra. Lejos de anclarse en la explotación de la nostalgia y el eterno revival, el que fue cabecilla de The Stooges acaba de sacar un disco desafiante, fresco y jazzista, Free. El título lo dice todo, pero por si acaso el músico de Míchigan subraya: “Quería hacer algo fuera de la cárcel del rock”. En el número de ICON de octubre, gratis con EL PAÍS el sábado 5 de octubre y a la venta el resto del mes por 3,5 euros, Iggy habla a calzón quitado (literalmente porque, como explica afectado su manager, “nunca lleva ropa interior”) de esa recién adquirida libertad, pero también de sus glorias pasadas. “Las drogas estaban total y completamente implicadas en mi música. Después, cuando cumplí los 30, todo lo que hacían era joderme la vida”.
De sus adicciones guarda más discreción Eusebio Poncela; al menos, en comparación con la que cree que ha guardado Almodóvar en Dolor y gloria. “Me han dicho que el personaje de Asier Etxeandia soy yo, pero ni he visto la película ni tengo interés en hacerlo”. Este otoño sale de gira con la obra de teatro El sirviente. A sus 72 años, el actor mira atrás y hace un balance contundente de su carrera: “He sido un pedazo de cabrón que ha hecho siempre lo que le ha salido de los cojones. Pero he hecho mucha mierda”.
Algo más constructiva se muestra la cantante Janelle Monáe, decidida a invertir su fama en el activismo y en una mejora global. “Los que tenemos ciertos privilegios, como ya es mi caso, debemos ayudar a los que no. Ponernos del lado del oprimido, del pobre. Si no, no servimos para nada”. Beligerante contra el gobierno de Trump, Monáe afirma no sentirse preocupada porque su discurso ofenda a sus seguidores más conservadores, aunque no se ve dedicándose a la política: “Ni de coña. Me obligaría a mentir mucho”.
El cambio radical también está en la agenda artística de Tamara Rojo, que trae este mes al Teatro Real de Madrid su versión actualizada de Giselle, considerada una de las obras maestras del ballet. “En el clásico se hacen pocos cambios porque se tiene mucho miedo a perder la tradición”, afirma en referencia a los críticos “recelosos” de su última obra, donde ella admite haber tomado “decisiones arriesgadas”. La española más importante del género a nivel mundial ni se plantea, en cambio, tratar de desarrollar en España lo que hace en Londres con el English National Ballet: “No hay un sistema de gestión transparente de las instituciones culturales. Tampoco hay leyes de mecenazgo adecuadas. Hace falta una visión diferente”, afirma, sin perder la esperanza en que “el talento, la dedicación y el público” ganen la batalla.
El número de este mes incluye, además, un reportaje sobre el problema de la nueva economía, esa que facilita el acceso a los bienes a la vez que, paradójicamente, precariza y reduce el poder adquisitivo: Amazon, Airbnb, Glovo, Deliveroo… También un necesario apartado dedicado a los jerséis de punto para resguardarse del cambio de estación, frente a la alternativa de cuero, elástico y franela planteada en la última sesión del fotógrafo Pawel Pysz. Y ante la duda, siempre quedan los consejos de Justin O’Shea, el diseñador de sempiterna barba que reniega ahora de las tendencias: “Mira, todo esto es como los tatuajes, los primeros te importan mucho, pero luego puedes tatuarte el Pato Donald en el culo y no pasa nada”. Más declaraciones abracadabrantes como esta, durante el mes de noviembre en el quiosco.
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