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Anticonceptivos LARC, un reemplazo para la píldora

Los nuevos métodos de larga duración, más cómodos, se han impuesto a una opción que tiene sesenta años de vida y numerosos efectos secundarios

Si hubiera que elegir una banda sonora para la píldora sería una canción de los Beatles. Aquellos músicos y el método anticonceptivo hormonal llegaron casi a la vez a la vida de millones de mujeres, despertando ambos, la pastillita y los chicos de Liverpool, un deseo que estaba un tanto aletargado. Pero finalmente fue la píldora quien contribuyó a propiciar más y mejores orgasmos femeninos. Tener sexo ya no significaba quedarse embarazada, pero la pastilla significó mucho más: el deseo femenino comenzaba a aceptarse, cambiando significativamente con ello los comportamientos sexuales de hombres y mujeres. Han pasado seis décadas y, aunque 100 millones de mujeres en el mundo aún la utilizan, hoy se escucha otra banda sonora.

Las mujeres ya están liberadas sexualmente y no se conforman solo con un anticonceptivo que sea eficaz, quieren más: piden que no tenga efectos secundarios, que sea cómodo y que, sobre todo, no les complique aún más la vida y la salud. Porque con la libertad sexual, la píldora trajo consigo una pila inagotable de mitos, bulos y también algunas certezas sobre sus efectos secundarios que duran hasta hoy. Algunas mujeres, a juzgar por la estadística, parece que han dicho basta. Solo el 17,3% de las mujeres españolas la toman, según la última encuesta nacional sobre anticoncepción de la Sociedad Española de Contracepción (SEC), y cada ejercicio cae el número de mujeres que recurre a ella, ya que, según indica esta misma muestra, en dos años (desde el 2016 al 2018) su uso ha disminuido un 4%. Más de un 58% de las encuestadas en edad fértil tienen miedo a que les provoque problemas circulatorios, más del 57% no desean los cambios de humor y algo más del 55% temen engordar si la toman. En definitiva, aún existe una gran inquietud por los efectos de estas pastillas, que parece que han encontrado un relevo.

Anticoncepción entre desinformación y miedo

Un estudio de la Universidad de la Columbia Británica, en Canadá, concluye que aquellas mujeres que tomaron la píldora durante sus años de adolescencia (también se ha recetado durante años para regular la menstruación, el dolor de regla y controlar el acné) tienen tres veces más probabilidades de padecer depresión en la edad adulta. Otra investigación publicada en JAMA Psychiatry, que se centró en una base de datos de más de 1 millón de mujeres en Dinamarca con edades comprendidas entre los 15 y 34 años, también concluyó que las que habían tomado algún tipo de anticonceptivo hormonal eran un 23% más propensas a necesitar algún tipo de antidepresivo. A pesar de estas investigaciones, los ginecólogos se muestran reacios a la hora de "atacar" a la píldora anticonceptiva y, aunque son conscientes de su mala prensa, no dudan en romper una lanza a su favor. La jefa de la unidad de Anticoncepción del Centro Dexeus Mujer, Francisca Martínez, asegura que estos estudios hay que tomarlos con cautela. "No veo, por ejemplo, que en el estudio realizado en la universidad canadiense se haya tenido en cuenta el hecho de que muchas mujeres jóvenes recibían la píldora para el tratamiento de irregularidad menstrual, algo que podría estar asociado a alguna alteración hormonal que, a la larga, también presenta una mayor predisposición a la depresión, como es el caso del ovario poliquístico", explica.

Modesto Rey Novoa, portavoz de la Sociedad Española de Contracepción (SEC), recuerda que "España es un país de preservativo (aún es el método que más se usa, un 29,6% de los españoles lo utiliza, seguido de la píldora) y habla de la existencia de una 'hormonofobia' que se reproduce constantemente en los medios de comunicación, también en los especializaos, y que tiene que ver en su opinión con la consideración que se ha hecho en nuestro país de la píldora y sus riesgos. No hay que olvidar que la incorporación en España de la píldora llegó mucho más tarde que en países vecinos y muchas veces ha estado rodeada de consideraciones negativas (inmoralidad, vicio)". Su colega Borja Marqués, ginecólogo experto en reproducción asistida en el Institut Marquès, también reconoce que existe cierta manía por el anticonceptivo hormonal y pide cautela al respecto. "En el caso de su vínculo con la depresión, aún hacen falta más evidencias para confirmar que realmente sea así. Al final, muchos de los efectos secundarios (dolor de cabeza, aumento de peso, cambios de humor…) se han relacionado de manera temporal y a medida que ha pasado el tiempo y se han hecho estudios con mayor población, es cuando se han acabado confirmando o desmintiendo estas relaciones. De momento, creo que no debemos ser alarmistas en el corto plazo", indica el ginecólogo.

Es cierto que siempre hay matices en todos los estudios, pero otros ginecólogos sí que entonan el mea culpa, sobre todo porque hay algo evidente: las mujeres han sido bombardeadas con muchos y diferentes datos sobre los efectos secundarios de la píldora, pero sin embargo les ha faltado recibir una información rigurosa por parte de su médico. Sciencific American, en un número especial publicado este año, entrevistaba a varios ginecólogos que sí que reconocían una parte de responsabilidad en todo ello. En concreto Carolyn Wasthoff, la editora de la revista Contraception, ha explicado que todo parte de "haber tratado a la menstruación como una enfermedad, recetando calmantes o la píldora anticonceptiva para tratar el dolor y sangrado intenso, en lugar de investigar más sobre estos síntomas".

El no tener una buena información ha hecho que mujeres como Alice Pelton tomen la iniciativa. Ella es la fundadora de Lowdown, que viene a ser como el Tripadvisor de la anticoncepción, la primera plataforma que recoge las opiniones y experiencias en primera persona sobre los diferentes métodos anticonceptivos. Esta londinense contaba en una entrevista a The Times que la idea partió de su propia (y muy mala) experiencia con la píldora, pastilla que tomó desde los 16 años (cuando comenzó a tener relaciones con su novio) hasta los 30. Ella, sin embargo, está en contra del movimiento antipíldora, en su web simplemente plantea una realidad, y es que la píldora es un anticonceptivo que no sirve para todo el mundo y por ello demanda información para poder elegir bien el método adecuado para cada mujer.

Los métodos de larga duración llegan pisando fuerte

Francisca Martínez cuenta que "aunque ha disminuido el uso de la píldora en España, sí que se observa un aumento del uso del DIU (el hormonal lo usan ya un 9% de las españolas), un método con una eficacia anticonceptiva del 99%. Que más mujeres opten por él tiene que ver con el hecho de que se han desmitificado algunos conceptos erróneos asociados durante años a este dispositivo, como que solo lo podían usar mujeres que ya habían tenido hijos, pero también influye el hecho de que se han demostrado efectos beneficiosos del DIU hormona". Por ejemplo, reduce la cantidad de regla y dolor.

Según Modesto Rey Novoa, "existen diversos estudios que muestran que cuando se facilita a la mujer una información adecuada y completa, facilitando el acceso a los diferentes métodos y la gratuidad de los mismos, hay una tendencia creciente a optar por los métodos LARC (métodos anticonceptivos reversibles de larga duración, por sus siglas en inglés), especialmente por su mayor efectividad, una efectividad que no depende de la usuaria (al contrario que la píldora, que se reduce cuando una se olvida de tomarla)". Porque, aunque disminuya el uso de la píldora, no lo hace el uso del anticonceptivo en general. "Cada vez hay más información y menos miedo sobre otros métodos (DIU, implante, anillo, parche) y eso hace que muchas mujeres opten por métodos más cómodos que no dependan de tomar una medicación diariamente", explica Borja Marqués.

Entre los LARC se incluyen los dispositivos intrauterinos (el DIU de cobre y el DIU LNG (conocido como el DIU hormonal, porque una vez colocado en el útero libera levonorgestrel, que es la hormona sintética que evita el embarazo), los implantes, el anillo vaginal y las inyecciones de acetato de medroxiprogesterona. En la actualidad, el Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos recomienda estos métodos como primera opción a todas las mujeres, incluidas las adolescentes. Los motivos principales son su alta efectividad, con tasas de embarazo inferiores al 1%; la comodidad de su duración, que va de las tres semanas a los 5 años, y, sobre todo, que son métodos que, al contrario de lo que popularmente se cree, permiten una recuperación inmediata de la fertilidad tras su retirada.

En España, los más populares son el DIU de cobre y el hormonal (el 9% de las mujeres lo usa ya), mientras que un 2,9% recurre al anillo vaginal, un anillo transparente y muy flexible que se coloca la mujer en el interior de la vagina cada tres semanas y que libera diariamente pequeñas dosis de hormonas). Un 1% utiliza el implante, que consiste en la inserción cada tres años de una varilla subdérmica de 4 centímetros de longitud que libera cada día cantidades pequeñas de etonogestrel, una hormona que previene la ovulación, y un 0,2% recurre a inyecciones intramusculares que introducen progestágenos cada tres meses, que inhiben la ovulación e incrementan la viscosidad de la mucosa cervical, lo que dificulta la progresión de los espermatozoides al útero.

Y estas cifras serían mayores si se transmitiera a la mujer una información rigurosa sobre todos ellos, ya que, según explica Francisca Martínez, los profesionales sanitarios actualmente no están ofreciendo toda la información sobre ellos a las mujeres, que aún piensan erróneamente que el DIU (un dispositivo en forma de T que se coloca en el útero cada 5 años) es solo para mujeres que ya han tenido hijos, que puede producir un embarazo ectópico y que su inserción es dolorosa. También tienen miedo a que se produzca una perforación. Todas estas ideas han sido desmontadas por la evidencia científica, pero aún así los profesionales critican que el mensaje no llega a la población. Además, su coste sigue siendo una desventaja (el DIU hormonal puede costar los 100 euros más la inserción, que a veces no es gratuita), sobre todo para las mujeres jóvenes, por lo que desde hace años se viene pidiendo desde la SEC que estos métodos de larga duración se financien en todas las comunidades autónomas.

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