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Violencia en América Latina, ¿por dónde empezamos?

Un estudio muestra que mayor inversión no garantiza mejores resultados. Incorporar la evidencia científica, entre las claves

Daniel von Appen (Unsplash)
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Intervenciones basadas en evidencia para enfrentar la violencia urbana. ¿Por dónde empezar?. Es el título de la primera sesión de la jornada de apertura al público de la XI Semana de la Seguridad Ciudadana del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), celebrada esta semana en Washington. En el panel, tres expertos estadounidenses y un especialista del BID, Rodrigo Serrano-Berthet que advierte: “En América Latina y el Caribe aún no existen este tipo de estudios”.

Académicos y responsables implicados en la lucha contra el crimen coinciden en la tesis básica: se ha mejorado en los últimos años, pero queda mucho por hacer. Los datos son, una vez más, desoladores. En América Latina y el Caribe vive el 8% de la población mundial, pero concentra el 40% de los homicidios (solo el año pasado, 200.000 asesinatos). Acoge 43 de las 50 ciudades más violentas del mundo. Aparte de los estragos causados por el crimen organizado y las pandillas, la violencia de género es una lacra gravísima que se cobra la vida de nueve mujeres cada día.

“Tenemos muchos desafíos, pero hay luces, hay ejemplos de buenas prácticas”, plantea esperanzada Lea Giménez, responsable del Departamento de Innovación para Servir al Ciudadano del BID, que incluye la seguridad entre sus ejes. Los casos más citados: Honduras, que en los últimos cinco años ha reducido un 50% el número de homicidios, y Bogotá, que en 2018 ha registrado la tasa de este crimen más baja de los últimos 40 años.

Para aprender de esos ejemplos a seguir y crear otros nuevos, los expertos reclaman priorizar la evidencia científica a la hora de desarrollar estrategias contra la violencia. Expertos estadounidenses como Thomas Abt, investigador de Harvard que trabajó en el departamento de Justicia de la Administración de Obama; y Ashna Aurora, del Crime Lab de la Universidad de Chicago; explican sobre diferentes casos que planificar la vigilancia e investigaciones policiales a partir del análisis de datos sobre zonas conflictivas, con evaluación y adaptación continua, mejora notablemente los resultados.

La violencia le cuesta a la región el 3,5% de su PIB, por encima de la inversión en infraestructuras (2%)

Estados Unidos y Reino Unido cuentan con plataformas digitales en las que se comparte este tipo de información. En los próximos meses, se presentará la primera en América Latina, la Plataforma Brasileña de Evidencias en Seguridad Pública. “Hará accesibles estudios de calidad, sobre, por ejemplo, programas de vigilancia policial en puntos calientes; es una manera de promover que la evidencia empiece a ser parte de la práctica habitual”, asegura Serrano-Berthet. En función de cómo funcione la experiencia, se valorará su expansión a otros países.

Se trata de afinar el tiro con base científica. Porque está demostrado que no se trata de invertir más, sino mejor. En un estudio sobre calidad de gasto, se analizó el incremento de financiación en seguridad en 10 países entre 2008 y 2015, que alcanzó el 34%. Sin embargo, la tasa de homicidios no se redujo significativamente en la mayoría de los casos, e incluso aumentó en algunos de ellos. Y la violencia le cuesta a la región el 3,5% de su PIB, por encima de la inversión en infraestructuras (2%).

“Tendemos a pensar que la solución es destinar más recursos, pero se trata de invertirlos mejor y sobre los pilares de la fortaleza institucional y el abordaje multidisciplinar”, resalta Giménez. En su opinión, no se trata de pensar solo en policía o justicia, “que, por supuesto, son importantes, pero también hay que contar con el sector educativo y los servicios sociales, por ejemplo”.

Federico Gutiérrez, el alcalde de Medellín en Colombia, que se ha convertido en un símbolo de la lucha contra la violencia, coincide con esa visión global: “En las mismas zonas de la ciudad donde hay mayor tasa de homicidios, hay también las mayores cifras de abandono escolar, embarazos adolescentes, o falta de suministro de agua corriente”. Por eso, aboga por una combinación de acción policial y preventiva, a través de concienciar a la ciudadanía de su responsabilidad social. Y su pronóstico para Medellín, coincide con el de toda América Latina y el Caribe: “Queda mucho por hacer, demasiado, pero están pasando cosas buenas y hay razones para la esperanza”.

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