Cuatro actuaciones contra la delincuencia que están funcionando
Tribunales especializados en drogas, legalización de pandillas, terapias psicológicas y uso de 'big data' han demostrado reducción del número de delitos en Latinoamérica
No existen balas de plata contra la delincuencia. Los especialistas insisten en que nos olvidemos de soluciones sencillas: la seguridad es uno de los problemas más poliédricos que afrontan las sociedades. Lo que funciona en un lugar no tiene por qué hacerlo en otro. Con estas premisas por delante, conscientes de que sin un abordaje integral no se reducirán las tasas de criminalidad en América Latina, existen algunas iniciativas que han tenido éxito en la región.
Algunos de los mayores especialistas, mandos policiales y ministros de interior latinoamericanos las analizaron en la X Semana de la Seguridad, que se celebró la última semana de noviembre en Santiago de Chile. La idea es aprender unos de otros, conocer experiencias y fracasos y probar soluciones que le han funcionado a los países vecinos, tomando en cuenta las diferencias entre territorios. Estas son cuatro de las medidas que han conseguido mejorar la seguridad ciudadana de una u otra forma en la región.
Legalización de las pandillas
Ecuador ha conseguido reducir espectacularmente sus niveles de criminalidad en la última década. El número de homicidios por cada 100.000 habitantes ha pasado de 15 en 2011 a cinco en 2017. Entre todas las políticas que lo han conseguido hay una de la que “nadie habla”, según Mauricio García especialista en seguridad del Banco Interamericano de Desarrollo (BID): la legalización de las pandillas callejeras. Desde su punto de vista, es un abordaje original que, quizás por falta de conocimiento, no están implementando otros países.
El BID ha publicado recientemente un estudio en el que repasa este fenómeno. Todo comenzó en 2007 y, en poco más de un lustro, consiguió que los Latin Kings pasaran de ser la mayor banda del país a una organización “más parecida a una ONG”, en palabras de García. “Se calculaba que a principios de siglo un 27% de los homicidios del país estaba relacionado con ellos; ahora ya no se producen asesinatos en su seno”, asegura.
Fue una política de perfil bajo que consistió en acercarse a los líderes, ganarse su confianza, cambiar el lenguaje. “Se les permitió mantener sus símbolos, sus colores, pero se les hizo ver las ventajas de ser una organización legal, como los Boy Scouts. Así podrían usar los espacios públicos, tener reuniones, conseguir subvenciones. Esto se combinó con un programa social que les aportaba educación, salud, ayudas, concursos de grafitis... Dejaron de referirse a ellos como pandillas, que tiene un componente delincuencial, para usar expresiones culturales urbanas”, enumera García, quien resalta cómo se ha demostrado que tratar a una persona o colectivo como delincuente hace que sea más propenso a saltarse la ley. Hoy, dice, en lugar de andar buscando asesinos quieren burócratas que sepan vender sus proyectos.
Terapia conductual a población en riesgo
¿Puede una terapia psicológica cambiar conductas delictivas? Varios experimentos han abordado esta pregunta. La respuesta es sí. La conductual ha mostrado reducir estos comportamientos entre un 20% y un 50%. Edoardo Trimarchi, gerente de Políticas Públicas de The Abdul Latif Jameel Poverty Action Lab en Latinoamérica, explica que trabajando con jóvenes, repensando sus patrones de comportamiento, dándoles herramientas prácticas para mejorar el autocontrol, haciéndoles poner en práctica habilidades sociales y trabajando en su identidad se pueden reducir drásticamente las posibilidades de que estos delincan.
¿Puede una terapia psicológica cambiar conductas delictivas? Varios experimentos han abordado esta pregunta. La respuesta es sí
El programa Becoming a Man (haciéndose un hombre, BAM, por sus siglas en inglés), comenzó a trabajar en Chicago en el año 2001 con este enfoque. Por él han pasado más de 6.000 jóvenes, a los que ha apoyado para continuar sus estudios y a mejorar sus habilidades sociales.
Con un enfoque similar se introdujo el proyecto Transformación sostenible de la juventud en Liberia (Styl, por sus siglas en inglés). En un estudio con un millar de jóvenes, muchos de ellos exguerrilleros, se concluyó que los programas de terapia conductual tienen el potencial de reducir el crimen y el comportamiento antisocial, especialmente en combinación con transferencias de dinero en efectivo. “Los resultados sugieren que las habilidades de los personajes, la autoimagen y los valores se pueden adaptar a la edad adulta, y que incluso los programas cortos y no expertos de terapia cognitiva conductual pueden ser una herramienta eficaz para inculcar tales cambios. Aunque el efectivo no tuvo un impacto a largo plazo, los hombres supuestamente irresponsables demostraron su capacidad para ahorrar e invertir el efectivo. Gastaron poco en drogas y alcohol, y vivieron mejor por poco tiempo, lo que significa que las transferencias de dinero pueden tener un potencial y deberían explorarse más”, señala el estudio.
Aunque son dos experiencias prometedoras, Trimarchi sugiere que todavía son experiencias pequeñas y que para comprobar su eficacia deberían reproducirse en otros contextos y hacer una evaluación rigurosa.
Patrullar donde más falta hace
Los datos son hoy casi más importantes que las armas para luchar contra la delincuencia. Recopilarlos, exprimirlos, analizarlos y tomar decisiones con ellos en la mano se ha convertido en el día a día de las policías de la región más violenta del mundo. Cada vez más son las policías que geolocalizan la información en un mapa que muestra dónde y cuándo se producen los delitos y que adecúan el patrullaje de sus agentes a estos patrones. Es una forma de ganar eficacia con los mismos efectivos que también tiene algunos casos de éxito.
Cada vez más son las policías que geolocalizan la información en un mapa que muestra dónde y cuándo se producen los delitos y que adecúan el patrullaje de sus agentes a estos patrones
Lo vienen haciendo desde principios de 2016 en Montevideo. La comisaria Ana Mayor Sosa, de la Policía Nacional de Uruguay, explica que pusieron en marcha un programa con el objetivo de reducir lo que llaman delitos de rapiña, los atracos callejeros. Al mapear la capital, donde se producen el 94% de ellos, se dieron cuenta de que el 40% estaba concentrado en una superficie del 8%. Hicieron un diseño para cubrir las horas más críticas en esos lugares con más agentes y en un año bajaron un 40% este tipo de robos. En el segundo se redujo un 20% adicional. “Esto es lo que medimos con más atención, pero también hubo otros 30 delitos que disminuyeron tras la aplicación de este plan”, subraya Sosa.
Un sistema parecido utilizan en Chile. El problema que tienen, según el general de los Carabineros Enrique Bassaletti Riess, es que necesariamente se basa en delitos que se han denunciado, algo que en su país solo sucede en 6 de cada 10 casos, según una encuesta anual que hacen al respecto. No obstante, es una herramienta que usan combinada con un sistema de geolocalización de los policías, con los que se puede comprobar también a posteriori si los agentes hicieron las rutas correctas y se pueden mejorar las actuaciones constantemente.
Tribunales de tratamiento de droga
La probabilidad de cometer delitos es hasta cuatro veces mayor entre quienes se drogan. Aunque no siempre hay una relación causal, los expertos señalan que buena parte de los presos están encarcelados por infracciones relacionadas con el consumo problemático de estupefacientes. “Cuando alguien ha delinquido por este motivo, probablemente una privación de libertad no sea la mejor solución para recuperarse", señala Roberto Contreras, presidente de la Comisión Permanente de Mecanismos Alternativos y Restaurativos de Resolución de Conflictos de Chile.
Con esa tesis se crearon en el país los Tribunales de Tratamiento de Drogas TTD, un programa que forma parte de la justicia penal y que busca rehabilitar a quienes han cometido estos delitos, más que sancionarlos. Los condenados son evaluados por profesionales especializados. Sin cumplen determinadas condiciones, en lugar de ir a prisión pasarán por un programa de rehabilitación.
Un reciente estudio de la Unidad de Seguimiento del Poder Judicial constató que aquellas personas que ingresaron a tratamiento y no lo culminaron reincidieron en un 19%, mientras que aquellos que egresaron exitosamente solo lo hicieron en el 11% de los casos. La tasa de reincidencia total en el país es de casi el 60%. En opinión de Contreras, estos resultados muestran que los TTD son una alternativa no solo para que el sistema sea más justo y reducir el crimen, sino también para luchar contra la superpoblación de las prisiones de América Latina, que no para de crecer.
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