Cada año se pierde una masa de bosques del tamaño de Reino Unido
Un estudio revela que la tasa anual de desaparición de cubierta arbórea crece un 43% y alcanza más de 26 millones de hectáreas por año desde 2014
El propósito histórico en 2014 era reducir a la mitad la pérdida anual de bosques naturales para 2020 y alcanzar la deforestación cero en 2030. Pero un lustro después, el paisaje se perfila desolador: la tasa anual de pérdida de cubierta arbórea crece un 43% y alcanza 26,1 millones de hectáreas por año, el tamaño aproximado de Reino Unido. En las últimas dos décadas apenas se han restaurado 26,7 millones de hectáreas de bosques, prácticamente la superficie de árboles que se pierde en solo un año. Estos son los resultados que se extraen del estudio Cinco años después de la Declaración de Nueva York sobre los Bosques, cuando medio centenar de Gobiernos, más de 50 multinacionales y otras tantas organizaciones de la sociedad civil y pueblos indígenas comenzaron a rubricar el texto impulsado en la Cumbre del Clima de 2014 para conseguir un compromiso ahora quebrantado. “Las medidas que se han aplicado no son suficientemente ambiciosas, no hemos visto grandes acciones para un cambio sistémico”, señala Stephanie Roe, científica medioambiental y colaboradora del informe, coordinado por la entidad Climate Focus y realizado por 25 organizaciones de la sociedad civil, socios de evaluación de la declaración y centros de investigación.
“Y a este ritmo, tampoco vamos a alcanzar la reforestación de 150 millones de hectáreas como se aprobó en el Desafío de Bonn para 2020, ni otras 200 millones más comprometidas en la declaración de Nueva York hasta 2030”, prevé la investigadora. Y la clave no está solo en la restauración de los bosques, que según destacan los expertos, “es imprescindible" que se utilice como una medida adicional, pero no como una alternativa para detener su desaparición. Los resultados indican que es “particularmente preocupante la pérdida de bosques tropicales primarios (con más de 40 años) prístinos e insustituibles”. Su tasa de desaparición también ha aumentado en más de un 40%, lo que equivale a 4,3 millones de hectáreas por año. “No es lo mismo perder árboles nativos, con toda la biodiversidad que acumulan y el carbono que absorben, que talarlos y plantar nuevos en otro lugar”, matiza Roe.
El mayor factor de deforestación ha sido la tala de bosques para la agricultura, incluida la producción a escala industrial de productos básicos como la carne de vacuno, la soja y el aceite de palma
Los bosques, que cubren el 30,7% de la superficie de la tierra (4.000 millones de hectáreas)y albergan a más del 80% de todas las especies terrestres de animales, plantas e insectos bajo sus hojas, se acaban; y se pierde con ellos valiosos sumideros de carbono para combatir el cambio climático. La declaración de Nueva York concluye que, de cumplirse sus metas, se reducirían las emisiones de carbono entre 4.500 y 8.800 millones de toneladas anuales. Pero su función va más allá; tres cuartas partes del agua dulce accesible del planeta provienen de cuencas hidrográficas boscosas; los bosques retienen el suelo frente a la erosión y proveen de alimentos para humanos y animales, de principios medicinales, y de combustible para comida y calefacción en zonas desfavorecidas, además de suponer el 20% de los ingresos de la población rural en áreas forestales en países en desarrollo.
“El mayor factor de deforestación desde 2014 ha sido la tala para la agricultura, incluida la producción a escala industrial de productos básicos como la carne de vacuno, la soja y el aceite de palma”, recoge el informe, cuyo subtítulo indica la posición de los expertos: Protección y restauración de los bosques: una historia de grandes compromisos, pero con un progreso limitado. “La incapacidad de las empresas (...) para cumplir los compromisos de eliminar la deforestación de sus cadenas de suministro contribuye a la crisis forestal”, se lee en el texto. “Hay algunas compañías que han tomado algunas medidas en algunos lugares de algunos de los productos que comercializa, pero lo que se necesita es una acción colectiva del sector y en confluencia con las políticas públicas”, indica Roe. Las mejoras en la gobernanza de los bosques, el fortalecimiento de las leyes, incentivos, tasas, la monitorización de los países productores o la regulación de la demanda por parte de los consumidores son otras de las medidas propuestas. "Está claro que la reducción de la deforestación va más allá de los Gobiernos. Es responsabilidad de todos, de multinacionales, grandes y pequeños agricultores, de los involucrados en las cadenas de suministro, de los consumidores…", dice Thais Linhares, jefa de Gobernanza Forestal y Económica de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
“No es lo mismo perder árboles nativos, con toda la biodiversidad que acumulan y el carbono que absorben, que talarlos y plantar nuevos en otro lugar”, señala una coautora del informe
"Aunque se han logrado avances, no vemos los resultados con la velocidad y eficiencia que necesitamos", agrega Linhares, que destaca la importancia de promover mayor financiación para lograr los objetivos de la declaración. "Es necesario invertir en monitoreo, manejo de bosques de manera sostenible e informar a los consumidores para que compren productos legales y sostenibles", ejemplifica la trabajadora de la ONU, donde han desarrollado con la herramienta REDD+ de reducción de las emisiones debidas a la deforestación y degradación de los bosques. "El problema no es evitar el consumo de productos que provienen del bosque, al revés, incluso pueden ser clave para su conservación y promover el empleo en la zona, pero deben gestionarse de manera sostenible", añade Linhares.
Como ya han indicado informes anteriores de la ONU y otras instituciones, este también incide en la recomendación de cambiar los hábitos de consumo alimenticios para que viren hacia dietas sostenibles y basadas en vegetales “entre las personas adineradas”, y a una reducción de las pérdidas y el desperdicio de alimentos, que supone una tercera parte de la producción para humanos. “Las principales causas de deforestación, especialmente en los trópicos, se encuentran fundamentalmente fuera del sector forestal, están más relacionadas con la expansión de productos agrícolas para los mercados de los países occidentales y las economías emergentes”, coinciden en señalar Lukas Giessen, científico de Gobernanza Forestal del Instituto Europeo de Bosques y Georg Winkel, jefe de programas de resiliencia de la misma institución.
El ejemplo de Indonesia
El informe Cinco años después de la Declaración de Nueva York sobre los Bosques revela que los países con mayor pérdida de bosques en este lustro son cuatro países de la cuenca amazónica: Brasil, Bolivia, Colombia y Perú. "Sólo en junio de 2019, las tasas de deforestación en la Amazonia brasileña aumentaron un 88% en comparación con el mismo mes del año pasado", resuelven los expertos, que destacan puntos conflictivos de pérdidas en África Occidental y en la Cuenca del Congo. En Asia, la mayor pérdida de bosques se produce en Indonesia, Malasia y Camboya.
No obstante, es en Indonesia donde los expertos ubican "el único punto positivo en el mapa de deforestación". Las medidas tomadas por su Gobierno incluyen una moratoria sobre nuevas concesiones en bosques primarios y turberas para el aceite de palma y plantaciones madereras, guías para los actores públicos y privados de gestión y recuperación de ecosistemas o refuerzo de leyes. "La gran razón ha sido la acción del Gobierno y la colaboración con sus medidas contra la deforestación. La grandes compañías de aceite de palma que fabrican los productos que consumimos cada día se han implicado en programas de reforestación y esto es un ejemplo esperanzador de que la situación puede cambiar en otros lugares", señala Justin Adams, director de Tropical Forest Alliance, quien destaca que uno de los mayores problemas es la especulación sobre las tierras y la necesidad de implicar en los procesos de producción a los pequeños agricultores para que encuentren oportunidades económicas en el sector.
"Se tiene la expectativa de que las empresas resuelvan los problemas, pero ellas solo pueden actuar con los Gobiernos. Pueden hacer mucho, pero tienen que encontrar respuesta por parte de Estados, como crear mecanismos de compensación financiera", ejemplifica Adams. Desde el lado de los consumidores, la reciente iniciativa de la Unión Europea para restringir las importaciones de productos que generen deforestación se podría perfilar como otra de las acciones concretas para intervenir en la protección de los bosques.
Pero el informe no se queda en la alimentación, se prevé también que la demanda mundial de materiales de explotación minera y de petróleo y gas aumente “significativamente” en las próximas décadas. “La falta de alternativas de medios de vida entre las personas empobrecidas y el aumento de las presión demográfica puede influir también en la pérdida de masa forestal”, se añade. Según el informe del Estado de los Bosques de la FAO de 2016, la agricultura comercial a gran escala origina aproximadamente el 40% de la deforestación en los trópicos y los subtrópicos; la agricultura de subsistencia local, el 33%; la infraestructura, el 10%; la expansión urbana, el 10%; y la minería, el 7%.
En cualquier caso, sin monitorización apenas se puede evaluar la situación, y los expertos redundan en “la ausencia de datos y de transparencia” para estudiar los progresos en la consecución de estos objetivos. El informe recoge que ninguna de las empresas más influyentes del mundo con operaciones relacionadas con los bosques tiene planeado realizar un seguimiento para cumplir con los compromisos para 2020 y que de las empresas con compromisos vigentes, solo el 8% tiene prevista la eliminación total de la deforestación que cubre todas sus cadenas de suministro y operaciones. “Las iniciativas no solo deben tener como objetivo la acción simbólica y el lavado de imagen ecológico de empresas o industrias privadas, sino también impactos reales sobre el terreno. Aquí es de vital importancia que no solo se implementen actividades concretas, sino que sus impactos se supervisen de manera transparente. Se necesita investigación independiente en todos los continentes para proporcionar el conocimiento esencial para garantizarlos”, resaltan Giessen y Winkel.
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