El bucle argentino
El deterioro económico y financiero está siendo alimentado por la crisis política
No existe una peor combinación que la de una crisis financiera con una política. Y es precisamente lo que ocurre en la actualidad, una vez más, en Argentina. Las “dificultades de liquidez” para atender los pagos de la deuda con que las autoridades de este país han definido la situación dieron paso el viernes a un “default selectivo” y “default restringido”, según decretaron las agencias Standard & Poor’s y Fitch, respectivamente. Esas calificaciones se difundieron tras el aplazamiento de pagos por valor de 7.000 millones de dólares en bonos a corto plazo y la petición de reestructuración de 50.000 millones de parte de su deuda a largo plazo. El consiguiente desplome del precio de sus bonos y del tipo de cambio del peso han terminado de perfilar un cuadro demasiado frecuente en la historia de ese país.
La deuda de 101.000 millones de dólares coexiste con indicadores que no avalan una salida rápida de la crisis. La inflación alcanza el 60%, al tiempo que el tipo de cambio de la moneda no deja de depreciarse, superando ya los 60 pesos por dólar. Es precisamente en la moneda estadounidense en la que está denominada una parte significativa de la deuda de ese país. Los tipos de interés con que cotizaban los bonos con vencimiento en 2021 superaban el 70% el pasado viernes. La sangría en las reservas internacionales de divisas, más de 10.000 millones de dólares en agosto, no aleja en absoluto del peligro de insolvencia.
Ese deterioro económico y financiero está siendo alimentado por la crisis política abierta tras las elecciones primarias celebradas el pasado 11 de agosto, en las que el candidato peronista Alberto Fernández superó, de forma tan amplia como sorprendente, al actual presidente, Mauricio Macri. La interinidad abierta no favorece precisamente las negociaciones de reestructuración de la deuda, como se ha puesto de manifiesto en el rechazo que han demostrado muchos inversores. Se trata de un bucle del que resulta cada vez más difícil escapar.
Aunque se trata de una medida insuficiente, es necesario que el Fondo Monetario Internacional (FMI) agilice los desembolsos del préstamo, por 57.000 millones de dólares, suscrito hace un año. Tras este desembolso, que significa de hecho el ingreso en la unidad de vigilancia intensiva, resultaría inevitable aplicar rigurosos ajustes, lamentablemente familiares para el común de los argentinos. Y estos recortes tampoco favorecerán la estabilidad política que la gestión de la crisis financiera requiere.
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