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“Caminamos hacia un médico robot y un paciente de plástico”

Carlos Spottorno
Amelia Castilla

¿Sabemos quiénes son nuestros padres? Durante el último cuarto del siglo XX, este pediatra madrileño, de 88 años, se propuso defender ante la comunidad científica la necesidad de hacer realidad el sueño de un documento nacional de identidad infantil que evitara los cambios de niños. Le llevó casi dos décadas que se aprobara su invento, pero la ONU acabó reconociendo en 1989 la Convención para los Derechos del Niño

UNA DENUNCIA suya provocó que la ONU incluyera, en una de sus convenciones de 1989, el derecho del niño a la identificación y lo firmaron todos los países, con la excepción de Estados Unidos y Somalia. Antonio Garrido-Lestache, artífice del DNI para los recién nacidos por dactiloscopia, denuncia, décadas después de su aprobación, “disfunciones en su uso” o casos en los que “directamente no se aplica”. La huella del bebé tomada en la clínica junto con la de la madre en el momento del nacimiento por personas preparadas evitaría no solo cambios y robos de niños en los hospitales de nuestro país, sino que ayudaría a identificar a otros en situaciones desesperadas, especialmente cuando se producen crisis humanitarias como la de los 10.000 pequeños que, según datos de Unicef, han desaparecido en las fronteras europeas sin dejar rastro como consecuencia de la crisis de refugiados que vive Europa.

Carlos Spottorno

Viene de una saga familiar de pediatras y cirujanos infantiles, aunque ninguno de sus cinco hijos se ha dedicado a la medicina. Fue jefe del Servicio de Recién Nacidos y Prematuros de la Maternidad Municipal de Madrid, pediatra en su consulta del barrio madrileño de Salamanca durante 60 años y autor de varios libros relacionados con su especialidad médica, como los partos de las reinas y la picaresca en torno a la identificación de sus vástagos o los casos de suplantación de personalidad. A sus 88 años, Antonio Garrido-Lestache sigue en activo. Escribe poesía y atiende por teléfono las llamadas de preocupación de las familias que requieren su ayuda o recorre las calles de la ciudad para reconocer a un niño con fiebre. Ha cruzado esa frontera en la que algunos de sus pacientes, convertidos ya en adultos, además de consultarle sobre un problema de salud, se preocupan más por la suya. “Yo estoy muy bien”, dice al recibirnos en su casa del barrio de La Moraleja, un chalet con un amplio jardín, rodeado de frutales, y una piscina con barreras para proteger el baño de sus nietos.

Entre 1940 y 1990, más de 400 niños fueron entregados en adopciones ilegales a padres que no eran los que los concibieron. Y hace unos meses se celebró en la Audiencia Provincial de Madrid el primer juicio de niños robados. ¿Hasta cuándo seguirá habiendo cambios de niños? Puede ocurrir cada día si no se identifican al nacer correctamente. Una solución para evitarlo consistiría en tomar las huellas dactilares del bebé junto a las de su madre y plasmarlas en un documento conjunto. Habría que hacerlo además delante de una persona que sea de la familia y que se verifique al salir del hospital. Hablamos de errores involuntarios, cuyos fallos cambian la vida de las personas. Sin embargo, en los casos de niños entregados en adopciones ilegales muchos se produjeron en los años de posguerra, con un país devastado, lleno de huérfanos desamparados y viudas. En ese contexto, completamente diferente del de los años noventa del siglo pasado, las monjas asumieron esa obligación de entregarlos a familias que querían ocuparse de ellos, algo que entonces parecía normal, pero luego se descubrió que no había control en la salida de los niños y que hubo muchas irregularidades.

Durante el último cuarto del siglo XX defendió ante la comunidad científica la necesidad de hacer realidad el sueño de un documento nacional de identidad infantil. ¿Cómo consiguió plasmar la huella digital del recién nacido? Después de varios años de pruebas, con ayuda de tinta especial, papel adecuado, lupa de seis a ocho aumentos y un minucioso estudio pediátrico. ¿Cómo lo logras? Volviendo al niño hacia abajo de manera que extiende la mano casi de forma natural, lo que facilita que se plasmen las huellas dactilares. Esto que parece fácil no era una tarea sencilla hasta hace relativamente poco tiempo. Logré la primera impresión dactilar de un recién nacido en 1990. A continuación, divulgué por España y el resto del mundo la viabilidad del DNI infantil, al tiempo que denunciaba en la ONU el desamparo del niño en el registro e identificación. Una resolución de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas aprobó, el 20 de noviembre de 1989, la Convención de los Derechos del Niño. Entró en vigor el 2 de septiembre de 1990 y fue ratificado por el Congreso de los Diputados en enero de 1991, por lo que se convirtió en ley interna del Estado español. Yo solo aporté la herramienta. Las huellas dactilares se forman a los 120 días de vida intrauterina y persisten hasta la desintegración de los tejidos.

La sanidad española es de las mejores. Hay que hablar más con el enfermo y luego hacer pruebas. Caminamos hacia un médico robot y un paciente de plástico.

La aplicación de su descubrimiento causó cierta oposición en los hospitales de la Seguridad Social y en los privados. ¿Cuál cree que fue el motivo del rechazo? Desconozco los motivos pero no las consecuencias. Si miramos en la historia encontramos cierta tendencia al inmovilismo entre la clase médica y política, lo que provocó retrasos enormes de grandes innovaciones. Ramón y Cajal, todo un premio Nobel, se tuvo que pagar su propio microscopio. El médico húngaro Ignaz Semmelweis pidió que los médicos se lavaran las manos antes de una intervención para combatir la fiebre puerperal que provocaba en el siglo XIX la muerte de muchas parturientas, pero sus observaciones entraron en conflicto con la opinión médica establecida en su tiempo y sus ideas fueron rechazadas. Sus recomendaciones solo fueron aceptadas después de su muerte. O el caso de Fleming, inventor de la penicilina en 1928, el antibiótico más usado en el mundo, cuyo uso se extendió a partir de 1942, cuando la industria farmacéutica estadounidense empezó a producirla en masa y fue clave para el tratamiento de heridos durante la II Guerra Mundial. Y otro tanto con el médico militar Fidel Pagés, el facultativo que inventó la anestesia epidural en 1920 y cuya aplicación fue muy posterior. Bueno [se ríe burlón], a mí me costó más de 20 años.

¿La contratación de identificadores profesionales en los hospitales supondría un gasto muy elevado? La sanidad y la educación se llevan la mayor parte de los presupuestos de las comunidades autónomas. Identificar al niño con la madre que lo parió es fácil y además es legal. Argentina, al menos en algunos centros, estableció desde 1945 las cartillas del recién nacido en las que identificadores, que solo tienen esa misión, toman las huellas de la madre y del niño y al darles el alta se verifica la identidad. Obviamente hay que poner a personas que puedan hacerlo, no es una misión de la matrona ni del médico, que lo más que pueden conseguir es un manchón de tinta que luego se lleva al Registro Civil para inscribirlo. Creo que el DNI infantil con todas las garantías no se hace en ningún hospital, ni público ni privado. Y ni la Asociación Española de Pediatría, ni la Sociedad de Neonatología y demás sociedades científicas quieren hablar del tema, y las autoridades políticas, tampoco. Es incomprensible que inauguremos hospitales que presumen de la última tecnología contra todo tipo de enfermedades y no se aborden cosas mínimas pero muy relevantes.

No parece un problema local porque en Estados Unidos, Australia, Brasil, Francia o, incluso, en las ordenadas Suiza y Alemania se han producido casos parecidos. ¡Exacto! El primer derecho de un ser humano es conocer su identidad y asegurarla es protegerlo. El DNI infantil permitiría que todos los niños estuvieran resguardados, esto es de vital importancia en los países en guerra, imagínense ahora con el conflicto entre Estados Unidos y México y las familias separadas, en muchos casos con bebés.

¿Y esos 10.000 niños que han desaparecido en las fronteras europeas como consecuencia de las crisis de refugiados y migrantes? En este momento la mayor parte de las guerras afectan, sobre todo, a civiles. Del total de bajas, un 80% puede corresponder a la población civil y, dentro de esta, la mitad sería la infantil. Los niños tienen un precio y hay que protegerlos ante las mafias de trata de personas y las adopciones ilegales. En las dictaduras militares, guerras o catástrofes naturales, uno puede perder su identidad y vivir otra vida que al nacer no le correspondía. Pero en el caso de los pequeños, aunque estén inscritos pero no identificados, si pierden a sus padres, principalmente por muerte violenta, perderán su identidad. La historia se repite en cada conflicto y crisis humanitaria. En la guerra de los Balcanes de los años noventa murieron 250.000 personas y 30.000 niños perdieron su identidad. En Kosovo, en Afganistán, Chechenia y ahora en Siria, 10.000 pequeños no acompañados han desaparecido en nuestras fronteras sin dejar rastro. Son críos sin infancia y sin pasado, deambulando por un territorio ajeno. Ni ellos conocen su lugar de nacimiento o quiénes fueron sus padres. Pero los pequeños viajan con sus huellas dactilares. Si hubieran sido registradas en un archivo nacional o supranacional, podrían llegar a saber sus raíces, su identidad, y los familiares podrían recuperarlos en cualquier momento.

Carlos Spottorno

¿Un recién nacido debidamente registrado es un niño a salvo de peligros? Son los más expuestos. Si secuestras a un bebé, al cabo de unos meses no lo conoce nadie. Si tuviéramos su huella la policía lo podría casar con las de desaparecidos. Así sería fácil encontrar a Madeleine McCann, que desapareció con 3 años y ahora tendría 16. Con la protección de la huella cubres desde un accidente a cualquier problema.

¿En qué se basa la falsa identidad? Puede tener dos orígenes: el desconocimiento del padre o el de la madre. Los avances tecnológicos aplicados a la medicina permiten determinar, sin sombra de duda, la paternidad verdadera mediante una prueba de ADN. Ahí está concentrado todo el perfil genético del individuo que se transmite generación tras generación. El ADN no solo sirve para encontrar a los padres, también se aplica en las investigaciones policiales o judiciales. La presencia de un perfil de ADN determinado en el lugar de un crimen suele ser una prueba de cargo.

En su libro La identidad del ser humano. Errores y falsificaciones a lo largo de la historia, documenta numerosos cambios de niños en diferentes lugares del mundo. Como el que se produjo en enero de 1973, en el hospital de El Pino en Las Palmas de Gran Canaria, donde nacieron dos mellizas que fueron introducidas en incubadoras en el nido, donde ya había otra pequeña. Al alta, una de las mellizas se le entregó a la madre que no era, y su hija se unió a la otra melliza. Así vivieron durante 28 años, hasta que por casualidad una dependienta, cuando vio entrar a la otra melliza —que no la saludó—, propició un encuentro y se descubrió el cambio. Y sigue ocurriendo, los periódicos informan puntualmente de episodios parecidos. Muchos se descubren casi al momento, como el de una mujer que tuvo un bebé con seis dedos y le entregaron uno con cinco, pero cuando pasa tiempo plantean problemas sentimentales, médicos y judiciales. Mirando hacia atrás, creo que el nido fue un invento nefasto. Fue ahí, hará unos 50 años de su puesta en marcha, al ver cómo funcionaban las maternidades, cuando me impliqué en identificar a los niños, afortunadamente eso se ha corregido y solo van al nido los casos patológicos.

El problema viene de lejos, la historia desde el antiguo Egipto hasta la actualidad parece plagada de casos de cambios de identidad. Hay mucha leyenda y picaresca. De Pedro el Cruel contaban que su madre tenía en la habitación de al lado un bebé, hijo de una judía, por si la reina no había concebido un varón que heredara el trono y había que cambiarlo para garantizar el derecho dinástico; luego su hermano Enrique de Trastámara alimentó esa fábula. Durante tiempo inmemorial, los partos de los reyes se hacían con testigos, garantizando que no se producían sustituciones. María Antonieta dio a luz en Versalles ante numeroso público, y hasta 1936, que fue derogada la ley, las reinas de Inglaterra traían al mundo a sus vástagos delante del primer ministro. Recuerdo que cuando la infanta Elena iba a tener el primer niño, la reina Sofía dijo: “Ignoro si estas leyes están vigentes, pero sería un anacronismo”. Personalmente llevé a La Zarzuela el DNI de la Comunidad de Madrid y a la Reina le gustó mucho porque ponía un punto final a este tema. Una huella hubiera bastado para identificar a la gran duquesa Anastasia, que murió sin demostrar que era la hija del zar.

Las demandas de paternidad de personajes públicos como El Cordobés o Julio Iglesias están a la orden del día. Una simple prueba de ADN basta para establecer todo un árbol genético. ¿Puede mantener una persona los derechos sucesorios de sus padres una vez descubierta su verdadera identidad? Naturalmente, ¡y dentro de poco tiempo, para legar una herencia conflictiva legalmente habrá que hacer un ADN a todos los herederos para ver si les corresponde, se impondrá el ADN para testar los derechos!

“Pero eso sería muy tormentoso y habría que esperar a ver a quién le corresponde”, protesta el fotógrafo Carlos Spottorno desde la habitación de al lado, donde prepara el escenario para las fotografías de la entrevista. “A los 50 años no vas a desposeer a alguien de lo que tiene para llevarlo a otra familia, sería una aberración”.

Hay otras cosas que también suenan a desvarío, como enterarte de que tu mujer es tu hermana, aunque las posibilidades de que eso ocurra sean remotas. Pero en esa lucha por conocer la verdadera identidad están también las pruebas de paternidad. Los casos en los que al conocer los resultados de algunas de las pruebas de ADN que se realizan a los familiares para valorar si pueden actuar como donantes y descubren que no todos son hijos del mismo padre. En España se realizan unas 4.000 pruebas de paternidad al año y un 25% de los casos muestran que el supuesto padre no es el biológico.

La medicina actual se apoya en la analítica y en pruebas con aparatos sofisticados que no existían cuando usted ejercía como médico. ¿La formación médica de antes era mejor que la de ahora? Sí y no. Los avances tecnológicos son una maravilla, pero lo primero es escuchar. El diagnóstico está en la historia clínica y si no está es porque hay algo mal hecho. Cuando pedimos datos complementarios, como análisis o radiografías, rara vez estos datos cambian la valoración. En cinco minutos con un paciente no obtenemos un diagnóstico. La sanidad pública española es de las mejores del mundo, hemos avanzado mucho, pero Marañón decía que lo que puede hacer el médico ante el enfermo es sentarse en una silla y escucharlo, luego viene todo lo demás. Caminamos hacia un médico robot y un paciente de plástico, sin alma ninguno de los dos. 

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