Los cuidadores de nuestros hijos también requieren cuidado
Las habilidades y formación de quienes trabajan con niños pequeños son cruciales para el desarrollo infantil. Sin embargo, reciben muy poco apoyo y atención en la formulación de políticas y programas relativos a la primera infancia
Clara tiene 24 años. Trabaja de lunes a viernes, ocho horas diarias, en un centro de atención infantil en una zona de alta pobreza en Perú. A su cargo tiene ocho menores de tres años que no le dan descanso: les da de comer, les cambia los pañales, les ayuda a lavarse las manos y los dientes, les hace dormir la siesta y, mientras realiza todas esas actividades, les canta y les habla. No tiene un contrato formal de trabajo, sino que ejerce de voluntaria y recibe una paga compensatoria de 300 dólares al mes.
Clara no terminó su educación secundaria. Recibió un pequeño curso de capacitación profesional antes de empezar en su trabajo y un par de veces al mes un supervisor le da ciertas indicaciones. Clara sabe que esto no es suficiente para interactuar con la calidad necesaria con los niños bajo su responsabilidad. Es consciente de la importancia de su labor, pero también de la carencia de apoyo y de recursos para mejorar su formación.
Cada día hay más evidencia de que los servicios de atención infantil tienen que ser de alta calidad para fomentar el desarrollo de los niños, particularmente en lo que se refiere a las interacciones entre los trabajadores y los niños y sus familiares. La calidad de estas interacciones es algo que está, además, directamente vinculado a un personal bien formado capaz de mantener relaciones cálidas, ricas en lenguaje y sensibles a los intereses de los niños. Esto incluye no solo a trabajadores como Clara, sino a todo el espectro del personal laboral relacionado con la primera infancia: educadores, visitadores a domicilio, trabajadores sociales, empleados comunitarios...
Sin embargo, a pesar del papel crucial que juegan en el desarrollo y aprendizaje de los niños, la falta de preparación, de apoyo y de recompensas profesionales es un problema generalizado en este sector laboral desempeñado casi exclusivamente por mujeres. En Estados Unidos, por ejemplo, el Centro para el Estudio del Cuidado Infantil asegura que los trabajadores de la primera infancia son de los grupos profesionales peor pagados y que, en ocasiones, los salarios han llegado a niveles tan bajos que se han denunciado problemas de inseguridad alimentaria o de tratamientos médicos postergados.
A pesar del papel crucial que los educadores infantiles tienen en el desarrollo y aprendizaje de los niños, la falta de preparación, de apoyo y de recompensas profesionales es un problema generalizado
En buena parte del mundo existen grandes obstáculos para mejorar las condiciones de trabajo de los empleados en la atención infantil: excesivo volumen de trabajo, carencias de beneficios sociales, salarios reducidos, insatisfacción en el trabajo o insuficiente cualificación o preparación de los trabajadores. Muchos de estos problemas requieren un esfuerzo coordinado entre varios departamentos ministeriales, pero el punto de partida a corto plazo es, sin duda, la capacitación y la formación.
En América Latina y el Caribe existen muy pocos servicios de atención infantil que ofrecen una formación estandarizada y estructurada, con un currículo que responda a las necesidades laborales del sector. La Iniciativa para los trabajadores de la primera infancia, un esfuerzo multisectorial liderado por la asociación internacional Resultados para el Desarrollo para fomentar una mano de obra de calidad en la primera infancia, subraya un conjunto de buenas prácticas para el diseño de estos programas de formación.
La clave es definir con claridad las habilidades requeridas para desarrollar el trabajo diario para que luego sirva de base al diseño del contenido de los programas de formación. Más aún, definir estas competencias es fundamental para las mejoras continuas en la calidad del servicio porque permite guiar a los supervisores, aquellos responsables de la formación en el programa, en el momento de asesorar y reforzar el desempeño de los trabajadores.
El Banco Interamericano de Desarrollo, en un estudio realizado recientemente sobre el programa peruano de visitas domiciliarias Servicio de Acompañamiento a Familias, diseñó un listado corto y sencillo para monitorear la calidad en la atención. Este también sirve como herramienta para que los supervisores del programa puedan formar a los visitadores. Esa herramienta de formación incluye destrezas específicas tales como observar con qué frecuencia el visitador responde ante las señales del niño, o si lo alaba en sus intentos por realizar las actividades. Al ser observadas y analizadas por los supervisores facilitan ofrecer comentarios enriquecedores para dotar a los visitadores de las habilidades necesarias para dispensar servicios de alta calidad a las familias beneficiarias.
Hay consenso sobre el hecho de que la calidad de los servicios de atención infantil afecta al desarrollo y, aún más importante, de que esa calidad depende en gran medida de las interacciones entre los trabajadores y los niños y sus familias. Mientras hay muchas áreas que requieren intervenciones políticas para mejorar las condiciones laborales, el entrenamiento y la formación son el punto de partida. No se puede seguir hablando de mejorar la calidad de la educación temprana si al mismo tiempo se ignora a quienes realmente tienen sobre sus hombros la gran responsabilidad de impartirla.
Marta Dormal es consultora en desarrollo infantil temprano en la División de Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo.
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