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Activistas por Europa: la lucha por el voto en tiempos del Brexit

Más de 400 millones de habitantes de la UE tienen una cita con las urnas el próximo domingo. Ante el Brexit y el populismo, estos son algunos de los miles de voluntarios que luchan contra la abstención con la palabra y las redes sociales. Forman parte de Esta Vez Voto, una apuesta por la participación.

SEIS DE LA TARDE de un jueves. Alrededor de una mesa, una veintena de jóvenes —y no tanto— reflexionan, debaten y celebran Europa. Hay mujeres y hombres a partes iguales. Diversos aunque con inquietudes similares y objetivos comunes: lograr que la alta abstención sea por fin un espejismo en las elecciones al Parlamento Europeo del próximo 26 de mayo. Su misión es importante. En 2014, solo el 42% del censo acudió a las urnas, y el pasado marzo apenas el 5% de los encuestados en el eurobarómetro supo decir con exactitud la fecha de los comicios.

El camino que les ha conducido hoy hasta la sexta planta de la sede del Parlamento en Madrid se llama This Time I’m Voting (Esta Vez Voto, en español), una iniciativa lanzada por el Parlamento Europeo en junio del año pasado con el objetivo de que fueran los propios ciudadanos los que hablaran de Europa a otros ciudadanos de Europa. A falta de unos días para la cita electoral, se han registrado a través de una plataforma online casi 300.000 personas, demostrando su compromiso de votar y de difundir el mensaje sobre la importancia de hacerlo. De ellos, 24.000 han ido un paso más allá. Han decidido implicarse de manera activa como voluntarios en la consecución de la meta. Los hay jubilados, ciudadanos extracomunitarios nacionalizados, gente sin estudios o sin inquietudes políticas conocidas hasta la fecha, periodistas, politólogos y deportistas. La mayoría, eso sí, son jóvenes en la veintena. Ellos representan el hueso más duro de roer: su abstención en las últimas elecciones comunitarias ascendió al 72%. El reto que afrontan es evitarlo.

“No hay juventud más europeísta que la portuguesa”

Texto: Javier Martín del Barrio | Fotografía: James Rajotte

Gonçalo Gomes divide su ocio entre el presidente Frank Underwood y la vicepresidenta Meyer, es decir, entre las series House of Cards y Veep. "No tengo tiempo para nada más. La universidad es muy exigente, soy voluntario de Desta Vez Eu Voto [Esta Vez Voto], miembro de Understanding Europe [Entendiendo Europa] y embajador de Youth European. Los fines de semana dejo Lisboa y me voy a mi casa, a Viseu. Si leo algún libro es de algo práctico". Es normal vivir estresado a los 20 años si tu misión consiste en que el 26 de mayo no se abstenga el 82% de los jóvenes portugueses. "No hay juventud más europeísta que la portuguesa", cuenta Gomes, "pero tampoco la hay más abstencionista. En las últimas europeas votó el 18%".

En agosto del año pasado se apuntó a la iniciativa del Parlamento Europeo para ir por Portugal evangelizando a los jóvenes sobre la importancia de la Unión. Este estudiante de Económicas se estrena en una plaza dura, Mirandela, ciudad de 15.000 habitantes del noreste del país, una región que sufre como pocas la despoblación, la incomunicación y el olvido de todas las Administraciones públicas. Acuden una treintena de personas, de entre 18 y 70 años de edad. Gomes y otros jóvenes euromisioneros siembran de puerta en puerta con la esperanza de que vote más del 33%, la participación portuguesa en 2014, una de las más bajas del continente.

Este atleta frustrado ha programado sus siguientes mítines en un campo más propicio, el de los universitarios. “De entrada están de mi lado. Los jóvenes somos europeístas, pero luego no votamos. El problema no es Europa, es la desconfianza en los políticos que se apuntan siempre lo bueno y de lo negativo el culpable es Bruselas, y no, Bruselas somos todos”.

Cuando no estudia ni adoctrina abstencionistas, Gomes va por las escuelas secundarias portuguesas impartiendo cursillos sobre la historia de Europa. “Les cuento los privilegios de ser europeos, atravesar fronteras sin necesidad de pasaporte y sin cambiar moneda, hablar por teléfono al mismo precio que en tu país o el derecho a trabajar en cualquiera de los 27 países. Son cursillos de cuatro horas, todo gratis, ¿eh?”.

Como muchos jóvenes portugueses, Gomes ve su futuro en el norte y alejado de la política. “En junio acabo Económicas y me marcho a Londres a trabajar en una consultora”.

“Me siento casi más europea que griega”

Texto: María Antonia Sánchez-Vallejo | Fotografía: Manuel Vázquez

"Me siento casi más europea que griega. Por trabajo, viajo mucho por toda Europa, y eso me permite estar en contacto con gentes y culturas muy diversas que no me resultan ajenas, porque son mi cultura", cuenta Stavroula Katsoula, inyectando vitalidad a su apuesta por Europa. Dedicándose al deporte como lo hace en cuerpo y alma, en el departamento de comunicación de la Unión Europea de Taekwon­­do, no es extraño que la voz de ­esta griega de 30 años suene enérgica.

Su europeísmo podría sonar a anatema en un país tan resentido con Bruselas por culpa de una década de rescates y una estricta supervisión económica. Pero Katsoula cree que precisamente por eso, por la crisis, hay que potenciar la articulación de Europa: "Grecia no puede plantearse el desarrollo fuera de Europa, las inversiones, las ayudas, la propia seguridad del país… La soberanía nacional es mucho más fuerte cuando se está en consonancia con los otros miembros del club, como demuestra el Brexit".

Pero su Europa no es una abstracción, sino, pura y llanamente, la cotidianidad que la rodea. “Durante los campeonatos, vivo cada vez en una ciudad, donde disfruto de sus servicios, que revelan el modo en que cada país invierte en sus ciudadanos. Cada experiencia me hace apreciar más los beneficios de la UE: viajar con seguridad, procedimientos comunes de control, servicios de apoyo, derechos ciudadanos, pero también campos más alejados de mi trabajo muy importantes para el futuro: sostenibilidad, seguridad alimentaria, I+D, [lucha contra el] cambio climático…, aspectos que contribuyen a mejorar nuestras vidas”.

Al margen de campañas organizadas, sin más ayuda que su entusiasmo y las redes sociales, Katsoula se ha volcado en la promoción de las elecciones con un objetivo: “Convencer a la gente de que vote porque es muy importante”, subraya. Una campaña ­individual boca a boca, entre la familia, con amigos y compañeros de trabajo. ¿Receptivos? “La familia sí, claro. El resto al principio no sabía qué estaba haciendo, pero ahora me preguntan para que les explique por qué resulta tan importante Europa”.

Para persuadir a todos los que quieran escucharla, Katsoula se nutre de distintas fuentes. “Dado que la mía es una labor fundamentalmente informativa, debo leer a diario varios periódicos, la mayor parte extranjeros, y así alimento mi mensaje”. Así, leyendo diarios, esta licenciada en Marketing, con sendos MBA deportivos —en el Euroleague Basketball Institute (Barcelona) y en la Universidad Vytautas Magnus en Kaunas (Lituania)—, se ha convertido en la apologeta más olímpica de la UE.

“Esta es la batalla de nuestra generación”

Texto: Rafa de Miguel | Fotografía: Manuel Vázquez

Hoi Lam es la prueba definitiva de que ser europeo es más una voluntad que un accidente geográfico. "Si podemos extraer una lección de lo que ha ocurrido en el Reino Unido con el Brexit, o del resurgir de la extrema derecha en el continente, es que la democracia no es gratis y que a cada generación le corresponde su propia batalla. Esta es la nuestra", dice este ingeniero bien pagado, bien tratado, bien considerado, con alta responsabilidad en uno de los gigantes tecnológicos que hoy domina la economía mundial. Lleva 27 años viviendo en el Reino Unido, la mayoría de ellos en Londres. Ya es ciudadano británico.

"Lo que más echo de menos es aquella Inglaterra de 2012, cuando celebramos aquí los Juegos Olímpicos. El Reino Unido dio la bienvenida al resto del mundo y le invitó a la fiesta. Para mí, ese fue el punto álgido de este país, en el que dijimos: 'Hey, quizá ya no seamos una superpotencia, pero todavía podemos brillar a nuestra manera'. Quiero regresar a ese tiempo".

En un mundo extremadamente competitivo en el que la ventaja se adquiere acumulando talento, Lam vio la angustia de compañeros ­europeos expatriados, temerosos de que el Brexit acabara con la libertad del movimiento de personas. “Algunos vinieron con su familia, sus hijos van a la escuela. Y si pierden su empleo, no solo pierden eso. Supone el desarraigo y tener que volver a tu país de origen. Ese es un riesgo enorme”. Ese riesgo, y una mente analítica como la suya, le empujaron a involucrarse en la defensa del proyecto europeo. “Creo que los principios y valores de la Unión Europea son muy parecidos a los verdaderos valores británicos: un sentido de respeto a las reglas y de inclusividad. A lo que añado un refuerzo de la cooperación. Como países individuales, nuestro tamaño es mediano. Uno a uno no podemos hacer frente a las superpotencias de este mundo, pero como grupo podemos tener una palabra que se haga escuchar”.

No entiende cómo los ciudadanos británicos que votaron a favor del Brexit compraron el argumento de que el dinero de sus impuestos acababa “en manos de los burócratas de Bruselas”. “Si miras todas las ventajas obtenidas, en el sentido de reglas y agencias comunes, la idea de pagar un 50% menos para tener que acabar gastando otro 100% en duplicar funciones no tiene ninguna justificación financiera. Lo que obtenemos es casi una ganga”. Lam cree que contrarrestar el mensaje de los populistas es relativamente sencillo. “Ellos claman que quieren ‘recuperar el control’. Ese debería ser también nuestro mensaje. Yo también quiero recuperar el control, y aquel Reino Unido de los Juegos Olímpicos de 2012 que me deslumbró a mí y deslumbró al mundo”.

“No pienso abandonar de nuevo otro país”

Texto: María Hervás | Fotografía: Manuel Vázquez

De la Venezuela chavista a la Hungría de Orbán. Luis C. Cano dice conocer bien lo que es vivir en sociedades oprimidas, "bajo el yugo del populismo". De padre con ascendencia húngara y madre colombiana, creció en Caracas, estudió Derecho en Bogotá (Colombia) y se especializó en Derecho Constitucional en la Universidad Centroeuropea de Budapest (CEU). Fue el primero de la familia en trasladarse a esta ciudad en 2010. Justo cuando Viktor Orbán llegó por primera vez al poder. No le costó adaptarse y pronto se convirtió en el presidente del sindicato de estudiantes de la CEU, la universidad más cosmopolita y liberal del país, fundada por el filántropo millonario George Soros, archienemigo del primer ministro Orbán. Esta institución se convirtió en el blanco de los ataques del Ejecutivo ultranacionalista, muy contrario a la ideología multicultural que promueve el magnate. "Conforme el Gobierno recortaba derechos y aumentaba la persecución contra mi universidad, crecía mi activismo", reconoce desde Budapest.

Nueve años después de su llegada, su universidad ha anunciado su traslado a Viena por las presiones del Gobierno, las políticas autoritarias de Orbán alejan a Hungría de la UE y Cano asegura que el ambiente es “cada vez más asfixiante”. Reconoce que prefiere no hablar español con su madre fuera de casa por miedo a sufrir un ataque racista. “Y es impensable ir de la mano con mi marido por la calle”. Confiesa estar cansado. “Pero no pienso abandonar de nuevo otro país”. El año pasado fundó la organización Jövőképző, un laboratorio de ideas que promueve el pensamiento crítico. “Es mi manera de luchar por la democracia”. Ahora también participa en el programa de This Time I’m Voting. “Ofrecemos cursos para explicar qué hace Bruselas por nosotros. Enseñamos el papel de las instituciones comunitarias o hablamos de cómo los fondos europeos han mejorado nuestra vida”. Cano lo hace en sus ratos libres, cuando acaba su jornada como asesor de política corporativa en una compañía húngara. “La tasa de participación en Hungría en las elecciones europeas de 2014 rozó el 29%. Tenemos que intentar que más ciudadanos voten esta vez. Nos jugamos mucho”.

“Europa es de todos, también de los euroescépticos”

Texto: Bernardo de Miguel | Fotografía: Manuel Vázquez

"Vas muy deprisa". A Karim Hallal Peche (Murcia, 1995) sus padres le piden calma, que no se coma el mundo a dentelladas para no atragantarse. Con solo 24 años, habla cinco idiomas, ha publicado un libro sobre los mileniales y las relaciones internacionales, y ha sido invitado a dar una charla TED sobre Europa. Pero este joven mediterráneo asentado a la sombra de Bruselas desde hace 15 meses no puede parar. Al menos, por ahora. "Estoy enfrascado en mi proyecto personal", asevera durante un paseo de casi dos horas por el barrio europeo de Bruselas.

La ambición personal de Hallal en medio de este hormiguero de eurofuncionarios se centra en explotar al máximo su canal de YouTube y su cuenta de Instagram para movilizar el voto de su generación en las elecciones al Parlamento Europeo del próximo 26 de mayo. "Pretendo ser la chispa que despierte el interés de la gente", se ilusiona a los pies de la mastodóntica sede del Parlamento Europeo. "Todo nace cuando vine a Bruselas con una beca y llegué al Parlamento. Noté un shock muy fuerte porque vi un montón de cosas interesantes de las que nadie habla fuera de aquí o que se cuentan de manera aburrida", recuerda ante un zumo de naranja en una soleada terraza en la plaza de Luxemburgo.

Como voluntario, este joven de padre libanés y madre española se emplea a fondo desde hace meses para frenar la hemorragia de votantes. Hasta septiembre de 2018 había captado 451 personas para la campaña, récord en España y segunda mejor marca de toda Europa. Como recompensa, fue invitado, junto a otros voluntarios, a una sesión plenaria del Parlamento en Estrasburgo. Pero no ha cejado en el tremendo esfuerzo que supone conectar las elecciones con los votantes más jóvenes. “Ahora llevo 636”.

Su vida profesional apunta en la misma dirección. Trabaja para Migration Policy Group, think tank especializado en políticas de integración, migración y antidiscriminación. Forma parte del equipo que aspira a aumentar la cuota de participación electoral entre los cinco millones de inmigrantes ya naturalizados europeos que el 26 de mayo pueden votar por primera vez.

Los continuos esfuerzos del Parlamento Europeo por movilizar al electorado podrían llevar a una mayor afluencia a las urnas, lo cual, paradójicamente, podría desembocar en un ascenso de los partidos antieuropeos. Hallal no se arredra ante esa perspectiva: “Europa es de todo el mundo, también de los euroescépticos”. Y extrae una lectura positiva del ascenso de fuerzas eurófobas. “Los populistas tienen algo bueno porque llegan a todo el mundo y hacen que el ­mensaje, en este caso sobre Europa, se propague. Eso puede tener un efecto rebote o bumerán, favorable a la UE”, pronostica. Y apunta como ejemplo lo ocurrido con el Brexit. “No me asusta que la gente vaya a votar”.

“Viendo el clima político de aquí, mi esperanza se refugia en Europa”

Texto: Lorena Pacho | Fotografía: James Rajotte

Para Pietro Valetto, turinés de 20 años y con amplia experiencia internacional, Europa es una gran oportunidad. Sobre todo para los jóvenes que, según él, "pueden crecer y conocer otras culturas de una forma más abierta, sin estar limitados a su propio país". El año en el que nació, 1999, se introdujo la moneda única. Solo ha conocido una Europa unida, de la que quiere ser parte viva. "Es muy importante fomentar la ciudadanía activa", dice.

De los 6 a los 14 años vivió en Nueva York. Ahora estudia Economía y Gestión Empresarial en la Universidad Bocconi de Milán y vive en una residencia de estudiantes en un ambiente multicultural. Pietro votó por primera vez en las elecciones generales italianas de 2018 y la deriva nacionalista que ha adquirido el país desde entonces le desconcierta. “Viendo el clima político de Italia, mi esperanza se refugia en Europa”, dice. También le preocupa que el voto joven apenas tenga peso en los comicios europeos. Por eso, el pasado noviembre decidió sumarse a la iniciativa This Time I’m Voting (Esta Vez Voto). “No se trata de dirigir el voto hacia ninguna posición, sino de promover que voten todos. Se espera que, si vota más gente, triunfe la racionalidad y se vea la importancia de la unidad”, observa. “Intentamos que no vote solo quien tiene miedo o quien tiene opiniones más radicales. Queremos hacer que los jóvenes y quienes tienen esperanza vayan a votar”, añade.

Es sábado y Europe Generation, la asociación a la que pertenecen Pietro y otros jóvenes de la Universidad Boccon de Milán, ha organizado un taller de oratoria y una comida europea en un parque cerca del ateneo. En sus eventos suelen abordar todo tipo de argumentos "que tocan directamente a los ciudadanos", desde la seguridad en Internet hasta el Fondo Europeo de Desarrollo Regional, pasando por temas como el aborto o la eutanasia. En esta ocasión, cada participante viaja hasta 2022 para escenificar un discurso sobre la hipotética presentación de un ejército europeo común. Hablan en inglés con todo tipo de acentos. Hay italianos, estadounidenses, franceses y rumanos.

Entre todos consiguen crear un extraordinario punto de encuentro para debatir sobre el futuro de la UE. “Invitamos a personas de países y realidades diferentes para ampliar el círculo”, apunta Pietro. Lo hacen de diversas formas. El 14 de abril organizaron una carrera en Milán, la EcoRun, para concienciar de la importancia de acudir a las urnas. Consiguieron llegar a 500 personas.

La atracción de Pietro por Europa se despertó cuando se enroló en el programa Parlamento Europeo de los Jóvenes, una experiencia que recomienda a sus coetáneos españoles. “Somos la generación a la que le tocará pasar de las palabras a los hechos”.

“No hay que olvidar que la paz nunca es segura”

Texto: Marc Bassets | Fotografía: James Rajotte

Se apellida como la primera ministra británica que reclamaba a los eu­­ropeos que le "devolviesen el dinero" y que hacía honor a su apodo de la Dama de Hierro para torpedear la integración del continente. La francesa Valérie Thatcher, al contrario que Margaret Thatcher, es una europeísta convencida. Hay pocos como ella, dispuesta a recorrer a pie los 750 kilómetros que separan su ciudad, Lyon, de Bruselas, sede de las instituciones comunitarias. Porque cree en el proyecto europeo y porque teme que la extrema derecha lo secuestre, esta mujer de 48 años inició su peregrinaje envuelta en la bandera que a tan pocos parece hacer vibrar en estos tiempos de nacionalismo: la bandera de Europa. "Para mí es un símbolo de unidad, de solidaridad, de fraternidad", dice Valérie, que lleva el apellido de su marido, de origen inglés. "No hay que olvidar que la paz nunca es segura, la guerra siempre está a nuestras puertas".

Thatcher, que nunca antes había hecho ni deporte ni política, se lanzó el 10 de marzo por las carreteras y caminos de Francia y Bélgica. Era una aventura quijotesca, a contrapelo. Es inhabitual movilizarse para defender lo que existe y no para revolucionarlo o destruirlo. El statu quo tiene poca épica. A ella le movía una profunda convicción europea, y también coincidía con un momento de cambio vital. Caminó durante 32 días, unos 25 kilómetros diarios, equipada con el teléfono móvil, que le servía para orientarse, escuchar música y comunicarse con familiares y amigos; pernoctando en casas particulares o habitaciones alquiladas, y explicando a quien quisiera escucharla por qué hay que votar.

“Me parece increíble que personas que quieran salir de Europa monopolicen los escaños de eurodiputados. Y me parece insoportable la canalización de la extrema derecha en nuestro paisaje político”, explica. Por eso, y porque “los extremos siempre van a votar, de todas maneras, están motivados y son activos”, hay que votar.

En la ruta, las reacciones oscilaron, con excepciones, entre la indiferencia y la crítica. La crítica se dirigía a la UE, no a su viaje. Le arroparon su marido, sus hijos y sus padres, que esporádicamente la visitaban. Una colecta por Internet recaudó 250 euros. El resto, autofinanciado. El Parlamento Europeo la apoyó difundiendo su iniciativa. Hubo pocos momentos difíciles. Que fuese mujer y viajase sola inquietaba a su madre y a su hija. “A mí, nada”, dice.

El viaje terminó el 14 de abril. ¿En algún momento pensó en rendirse? “Nunca”, responde. La respuesta también vale para Europa.

“Me sorprende que los jóvenes no sepan para qué sirve la UE”

Texto: Helena Poncini | Fotografía: James Rajotte

“El que aprende el idioma de su enemigo, se salvará de los daños o males que le esté preparando”. Zohra Merzougui echa mano de una frase de Mahoma para explicar su afán de conocimiento. Habla cuatro lenguas y tiene dos carreras universitarias. Bueno, “dos y media. Wert me dejó sin la última”, apunta, en referencia a la subida de tasas universitarias aprobada por el exministro de Educación. No aceptó pagar el doble por la matrícula. A esta argelina nacida en Rabat, que llegó a España con 49 años, el activismo no le ha abandonado desde su juventud y tampoco parece que vaya a hacerlo ahora. Está jubilada y dedica parte de su tiempo libre a la iniciativa Esta Vez Voto.

A sus 66 años, Merzougui representa la diversidad en una red de voluntarios constituida en su mayoría por adultos jóvenes. A ella se unió empujada por el miedo al ascenso de la ultraderecha y el populismo. “En el primer encuentro, casi todos tenían alrededor de 20 años y me sorprendió que no supieran para qué sirve la Unión Europea”, recuerda. A diferencia de algunos de sus compañeros, que tienen en las redes sociales su principal aliado, esta exprofesora de idiomas se moviliza en la calle, ya sea abordando cuestiones eu­­ropeas entre sus conocidos o repartiendo folletos en la Puerta del Sol de Madrid. Una acción que le reveló el principal muro con el que se enfrenta su cometido: el desinterés de los jóvenes. Lograr su atención es una labor titánica en un país en el que, en 2014, solo acudió a las urnas un 27% de los votantes de entre 18 y 24 años, según datos del Parlamento Europeo. “Creo que la tecnología no les acerca a la cultura adecuada”, opina. El WhatsApp à gogo constituye una de las pocas concesiones de la jubilada al mundo digital.

Vecina del barrio del Pilar, en Madrid, Merzougui milita en una agrupación política de izquierdas, aunque pide no desvelar las siglas. El recelo a airear demasiado su vida privada no evita que se posicione con rotundidad en aspectos como la defensa de los derechos de la mujer. "Si alguien dice barbaridades sobre la violencia de género, cómo le voy a votar", sostiene. Más allá de su apuesta política personal, su objetivo como voluntaria pasa por que la gente vote, con independencia de a quién. "Acepto el resultado, pero no perdono la abstención", asevera. Ella, presume, no ha faltado a una sola cita electoral desde los 18 años.

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