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Orbán contra Soros

El primer ministro del país magiar ha convertido al magnate y filántropo húngaro-estadounidense en su principal enemigo

María R. Sahuquillo
Cartel de la consulta contra George Soros del Gobierno húngaro a las afueras de Budapest.
Cartel de la consulta contra George Soros del Gobierno húngaro a las afueras de Budapest.Saúl Ruiz

Tibor Kovacs vivió al lado de un conspirador. Era solo un crío cuando habitaba un apartamento de altos techos, a la vuelta de la esquina de la residencia de la familia Soros. Allí, en el barrio de Lipotvaros, en Budapest, creció también Gyorgy Schwartz, que más tarde cambiaría su apellido por Soros para ocultar sus raíces judías durante la ocupación nazi, y a quien hoy el Gobierno húngaro considera su enemigo número uno del Estado. El “responsable”, afirman, de poner al país bajo el foco de las instituciones comunitarias y de tratar de “minar” su estabilidad. El “culpable” de la crisis migratoria que ha sacudido Europa, resume Kovacs, de 75 años, un hombre de rostro afilado y lengua más afilada aún. “George Soros no es húngaro, nació aquí como pudo hacerlo en otro lugar; si lo fuese no pondría en riesgo nuestra herencia y nuestras tradiciones mandando aquí miles de refugiados musulmanes”, sentencia este funcionario jubilado.

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Kovacs no tiene ni una sola imagen nítida del Soros niño o adolescente. Tampoco quiere buscarlas. Quizá lo habría hecho en la época en la que George Soros, multimillonario y filántropo, era un héroe para el partido con el que simpatiza, Fidesz, y para su líder, el primer ministro nacionalista Viktor Orbán. Pero hoy le consideran un villano. El magnate dedica una enorme parte de su jugosa fortuna a promover, a través de la Open Society Foundations, los valores liberales y progresistas, respaldando proyectos educativos y de fortalecimiento de la sociedad civil en todo el planeta —también en Hungría—. Una doctrina radicalmente distinta de la del ultraconservador y cada vez más eurófobo Orbán, que defiende la idea de una “democracia iliberal” similar a la de Rusia, China o Turquía y acusa a Soros de usar esa red para lo que ha llamado el Plan Soros para “inundar” Europa con un millón de inmigrantes al año y socavar la “cultura cristiana” del continente.

Pero el político, de 54 años, y el millonario, de 86, no siempre fueron antagonistas. En 1990, cuando Orbán era un joven de pelo largo y pasional discurso anticomunista, recibió una de las becas del fondo de Soros para estudiar en Oxford. En aquella época, la Open Society Foundations, además de esas ayudas de estudio, alimentaba organizaciones civiles y grupos de medios en una Hungría que acababa de derribar la dictadura comunista y trataba de cimentar la recién estrenada democracia en la que Orbán debutaba.

Las cosas cambian. Y pese a que el multimillonario vive en Estados Unidos desde hace décadas, el primer ministro parece considerar a Soros, que hizo su riqueza gracias a la especulación, su verdadero opositor. El populista Orbán ha puesto en la diana al magnate y a sus proyectos en Hungría. Primero aprobó una ley que busca adelgazar la influencia de las ONG financiadas con capital extranjero, muchas de ellas y muy relevantes alimentadas con fondos de Soros. Después, ha tratado de forzar el cierre de la Central European University de Budapest, una prestigiosa institución educativa liberal que bebe también del capital del filántropo.

Viktor Orbán, el 5 de enero en Seeon (Alemania).
Viktor Orbán, el 5 de enero en Seeon (Alemania).L. BARTH (EFE)
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Ahora, en un capítulo más en la escalada, el primer ministro húngaro ha movilizado a las agencias de inteligencia para destapar al magnate. “La red Soros, que lucha por influir en la vida europea, debe quedar expuesta”, ha recalcado el mandatario, que se ha ganado varios toques de atención de la Comisión Europea por su deriva autoritaria.

Una última andanada que no ha quedado sin respuesta del filántropo, quien ha acusado al Gobierno húngaro de “Estado mafioso”. Soros, que ha denunciado que la campaña contra él desprende un “inconfundible tufillo antisemita”, afirma que Orbán busca señalarle como enemigo exterior para distraer a la ciudadanía de cara a las elecciones del próximo marzo, en las que el ultraconservador aspira a un tercer mandato consecutivo.

El millonario lleva un par de años siendo una parte nuclear del discurso político de Orbán. El carismático político se crece en la confrontación y suele buscarse un enemigo. Primero fue la oposición húngara. Después el FMI. Más tarde la burocracia de Bruselas y la política migratoria común, que enciende los ánimos nacionalistas del país, que ha blindado sus fronteras y se ha convertido en el estandarte contra el plan de cuotas de la UE.

Ahora ese contrincante es George Soros. "Es un enemigo cómodo, y no sólo lo es para Orbán, cada vez más países del Este le han lanzado ataques. Empezó Putin en Rusia pero han seguido en Macedonia, Serbia, Eslovaquia, Bulgaria e incluso en Rumania. Sostienen que la influencia de Soros puede socavar su poder político", apunta la analista Alina Raileanu. "No hay que olvidar que hizo el grueso de su riqueza con la especulación monetaria, así que el primer ministro húngaro, como el resto, explota el discurso sobre una conspiración de las élites financieras", resalta.

Campaña contra el magnate

En Hungría, además de medidas legislativas para tratar de rebajar su influencia, el Gobierno y el Fidesz (miembro del Partido Popular Europeo) han construido una campaña publicitaria contra el magnate. “Han repartido cientos de ejemplares de un polémico libro sobre él y han sembrado el país con carteles con su imagen”, dice con desagrado Mercedes Zcako, una joven rubia y espigada que se acaba de licenciar en Sociología en Budapest y que afirma sentir “vergüenza" por el camino emprendido por su país.

“Los ciudadanos, sobre todo fuera de las principales ciudades, están más preocupados por esa supuesta conspiración y por unos refugiados que no van a llegar que por el hecho de que el Gobierno se ha hecho con el control de los medios; ha reformado la Constitución para acaparar más poder; y ha instaurado el amiguísimo y la corrupción. El país no va mal económicamente, así que la gente piensa que todo lo demás no importa”, abunda en una cafetería vintage del centro de Budapest llena de jóvenes con barba hipster y bufandas de lana.

El Gobierno ha dado un paso más allá y hace unos meses convocó una consulta pública contra el que llama Plan Soros. Invitó a los ciudadanos a participar y pronunciarse contra Soros. La recogida de respuestas terminó en diciembre. El Gobierno afirma que participaron más de dos millones de húngaros (el país tiene más de nueve millones de habitantes). Sin embargo, todavía no ha hecho público el resultado. Tampoco ha aclarado qué hará con él.

En el cuartel general de la Open Society Foundations en Budapest, Goran Buldioski, director de esta institución para Europa, critica las maniobras de Orbán para demoler cualquier organización que se oponga a su narrativa. “Está atacando a alguien que no es un enemigo del Estado, que no está haciendo campaña política, que no está en la oposición”, se indigna Buldioski en su despacho, una habitación sencilla a la que no le falta una pequeña canasta de baloncesto. Buldioski, alto y con gafas de pasta, lamenta que la “persecución” del Gobierno está causando daños graves en el sector del activismo y en las organizaciones de derechos civiles de Hungría.

La fundación de Soros dedicó en 2016 unos 3,6 millones a proyectos y a apoyar ONG. "Ahora, cualquier entidad independiente contraria al ideario de Orbán es objetivo de sus ataques. Nos están estigmatizando y pintando como traidores a la nación. Estamos en un Estado autoritario, un Estado autoritario dentro de la UE", lamenta.

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Sobre la firma

María R. Sahuquillo
Es jefa de la delegación de Bruselas. Antes, en Moscú, desde donde se ocupó de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y el resto del espacio post-soviético. Sigue pendiente de la guerra en Ucrania, que ha cubierto desde el inicio. Ha desarrollado casi toda su carrera en EL PAÍS. Además de temas internacionales está especializada en igualdad y sanidad.

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