Banalidad en Mauthausen
Las palabras de Domènech son intolerables y resulta todavía más grave que no haya sido desautorizada por ningún cargo de la Generalitat
En el campo de concentración nazi de Mauthausen fueron encarcelados, esclavizados y torturados ciudadanos de todas las naciones europeas ocupadas por los nazis, entre ellos 7.500 republicanos españoles, a los que el régimen de Franco había privado de su nacionalidad. En este campo, fundado por las SS en 1938 y liberado por los aliados el 5 de mayo de 1945, se asesinó a más de 100.000 personas: su memoria pertenece a todos.
Por eso resulta especialmente banal su utilización política por parte de una representante de la Generalitat en una ceremonia celebrada el domingo en honor de las víctimas del nazismo en el antiguo campo.
La directora general de Memoria Democrática de la Consejería de Justicia de la Generalitat, Gemma Domènech, aprovechó una conmemoración internacional en las instalaciones del campo para hablar de los nueve políticos catalanes que están siendo juzgados en el Tribunal Supremo con todas las garantías de un Estado de derecho y por delitos que no tienen nada que ver con su defensa de la independencia, algo perfectamente legal en España.
Las palabras de Domènech son intolerables de por sí, pero resulta todavía mucho más grave que no haya sido desautorizada de manera rápida y rotunda por ningún cargo de la Generalitat. Incluso para aquellos que no creen en la justicia española, ni en sus instituciones —aunque se afanen en acudir a ellas siempre que lo consideran necesario—, o incluso para los que piensan que los nueve políticos juzgados en el Supremo están injustamente encarcelados y son inocentes, las palabras de Domènech debían resultar grotescas, chirriantes y ofensivas porque los partidos democráticos europeos comparten un escrupuloso respeto por todo lo que rodea a las víctimas del nazismo. Solo entre los partidos de extrema derecha se escuchan ocasionalmente —pero, desgraciadamente, cada vez más a menudo— voces disonantes, que tratan de minimizar o relativizar los crímenes de Hitler o que quieren utilizarlos de manera partidista con comparaciones insostenibles.
En Mauthausen fueron encarceladas y ejecutadas decenas de miles de personas por sus ideas. O, como en el caso de los 25.000 judíos deportados allí desde el campo de exterminio de Auschwitz a finales de 1944, porque los nazis les negaban el derecho a la vida solo por el hecho de ser judíos. Esas víctimas merecen el profundo respeto de los demócratas que disfrutan de una libertad que costó millones de vidas alcanzar y de la que ahora disfrutamos todos. Un respeto que el Gobierno de la Generalitat presidido por Quim Torra parece incapaz de ofrecerles.
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