Lo que Cela no vio en su ‘Viaje a la Alcarria’
Los caracoles acuáticos incrustados en las rocas revelan que la comarca fue el fondo de un lago hace 10 millones de años
“¡Arre, Generosa!”, le gritó un mozo a su mula un día de junio de 1946, mientras a su lado conversaban una mujer y un futuro ganador del Premio Nobel de Literatura. “¡Buen castillo tienen ustedes ahí!”, comentó casi al mismo tiempo Camilo José Cela a la señora que atendía el parador de la localidad guadalajareña de Torija. “Sí, es muy antiguo. Según dicen, está ahí desde los moros”, respondió la mujer.
El castillo de Torija, efectivamente, lleva en pie desde el siglo XIV, cuando fue construido por los siervos del ricohombre Alonso Fernández Coronel, combatiente en la batalla del Salado contra los musulmanes. Siglos después, en el XIX, la fortaleza medieval fue tomada por el ejército francés del general Joseph Léopold Sigisbert Hugo, padre del novelista Victor Hugo. Y, en 1812, fue volado por la guerrilla de Juan Martín el Empecinado, para evitar que fuera ocupado por los soldados napoleónicos. Y ahí sigue, ya restaurado: una mole de rocas calizas blancas y rosas.
Ana María Alonso, presidenta de la Sociedad Geológica de España, sabe que las piedras del castillo existen desde mucho antes de “los moros”, como decía aquella mujer en Viaje a la Alcarria, una de las obras maestras de Cela. “Lo que siempre llama la atención cuando se ve este castillo es lo majestuoso y lo impresionante que es. Nos cuentan siempre su historia, pero casi nunca nos cuentan de qué está hecho”, reflexiona.
Alonso, catedrática de Petrología de la Universidad Complutense de Madrid, ejerce de Camilo José Cela en una nueva versión del Viaje a la Alcarria organizada por la Sociedad Geológica de España para presentar el Geolodía 2019, un evento de divulgación de la geología que se celebrará en todas las provincias españolas el fin de semana del 11 y el 12 de mayo.
“El viajero entra en el comedor a arreglar un poco el equipaje. La mesa tiene un hule a rombos blancos y de color rosa. El aparador llega hasta el techo. En la pared hay un mapa en relieve de la península ibérica”, escribió Cela sobre el restaurante del parador de Torija. En el centro de aquel mapa, en torno a Madrid, aparecía un triángulo monumental, formado por tres cordilleras: el sistema central, el sistema ibérico y los montes de Toledo. “Esas tres cadenas montañosas que se elevaron debido al empuje de África sobre Europa dejaron este agujero en el centro. En ese momento, hace más de 20 millones de años, esa cuenca estaba cerrada. No había ríos que sacasen los sedimentos hacia el mar”, explica Alonso.
La geóloga señala conchas de caracoles acuáticos fosilizadas e incrustadas en las rocas del paraje. Lo que hoy es la Alcarria —una comarca que ocupa la parte sur de la provincia de Guadalajara, el norte de Cuenca y el sureste madrileño— fue el fondo de un lago. “Las calizas que se han utilizado como material de construcción en este castillo se formaron hace unos 10 millones de años en unos lagos someros muy parecidos a lo que actualmente son las Tablas de Daimiel”, señala Alonso. Todavía hoy se puede ver en directo cómo se forman los carbonatos, las calizas, sobre los musgos de las cascadas del río Tajuña.
“En los libros de viajes suele sobrar la pedantería, que también es lo más fácil de poner, ya que viene en la Enciclopedia Espasa o en el Petit Larousse Illustré”, opinaba Cela en una nota a la primera edición de Viaje a la Alcarria en la colección Austral. “Lo mejor, según pienso, es ir un poco al toro por los cuernos y decir «aquí hay una casa, o un árbol, o un perro moribundo», sin pararse a ver si la casa es de este o del otro estilo, si el árbol conviene a la economía del país o no y si el perro hubiera podido vivir más años de haber sido vacunado a tiempo contra el moquillo”.
En uno de sus párrafos más memorables, Cela escribía: “Una cigüeña pasa, no muy alta, con una culebra en el pico. Unas perdices se levantan de un tomillar. Un pastorcito adolescente y una cabra pecan, con uno de los pecados más antiguos, a la sombra de un espino florecido de aromáticas florecitas blancas, como la flor del azahar”.
El Geolodía 2019 es todo lo contrario a ese estilo directo de Cela. Son excursiones con expertos para entender cómo influye la geología en la vida cotidiana de las personas: de qué está hecha esa casa, por qué está ahí ese árbol, de dónde sale el agua que bebe ese perro. Algunas de las actividades de este año serán “El Geoquijote de La Mancha”, en Albacete; “La extraña historia de la playa de Los Muertos”, en Almería; “Un tsunami en lo alto de una montaña”, en Gran Canaria; y “Playas fósiles en la Siberia extremeña”, en Badajoz.
Alonso cuenta que se enamoró de la geología gracias a la colección de minerales que regalaba Cola-Cao hacia 1975. “Quería saber cómo era nuestro planeta, cómo se había formado, porqué hay montañas y depresiones, como se forman el petróleo y el oro, qué son los fósiles, por qué hay estratos”, recuerda la catedrática en la web de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas.
La geóloga recuerda la dedicatoria de Cela a su admirado médico Gregorio Marañón. “La Alcarria es un hermoso país al que a la gente no le da la gana ir. Yo anduve por él unos días y me gustó. Es muy variado y, menos miel, que la compran los acaparadores, tiene de todo: trigo, patatas, cabras, olivos, tomates y caza. La gente me pareció buena; hablan un castellano magnífico y con buen acento y, aunque no sabían mucho a lo que iba, me trataron bien y me dieron de comer, a veces con escasez, pero siempre con cariño”, anotó el futuro ganador del Nobel en 1989.
Cuando Cela visitó la comarca, aquel final de la primavera de 1946, la Alcarria era una de las regiones más pobres de la España rural. Hoy, sus habitantes se enfrentan a nuevos problemas. “Cela decía que la Alcarria es un hermoso país al que a la gente no le da la gana ir. Los tiempos ahora están aún más difíciles. No es solo que la gente no venga a la Alcarria, es que la gente se va de la Alcarria. Estamos en la España despoblada”, lamenta Alonso.
La geología, opina, puede ser una fuente de ingresos para los supervivientes de esta España vaciada: “Todas las regiones, todas las provincias, tienen rasgos geológicos distintivos que pueden ser utilizados para el desarrollo rural, para atraer un turismo sostenible. Por eso, la geología puede ser un valor añadido para ayudar a que no se despueblen todas estas zonas”.