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Si eres rico, pagarás menos por el agua (y será de mejor calidad)

Más de 2.000 millones de personas viven en países que sufren una fuerte escasez de este bien, alerta un nuevo informe de Naciones Unidas

Fuente de agua mineral en el Valle della Caffarella (Italia).
Fuente de agua mineral en el Valle della Caffarella (Italia).Riccardo De Luca / FAO
Tiziana Trotta
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Tres de cada diez personas en el mundo no tienen acceso a agua potable segura y la escasez de este recurso irá aumentando en paralelo con el crecimiento de la demanda y la intensificación de los efectos del cambio climático. Así lo alerta el nuevo informe mundial de las Naciones Unidas sobre el desarrollo de los recursos hídricos, No dejar a nadie atrás, publicado este martes. La pobreza, destaca el estudio, desempeña un papel decisivo a la hora de determinar la discriminación. Mujeres y niñas; minorías étnicas, religiosas y lingüísticas; migrantes y refugiados corren los mayores riesgos de quedarse rezagados. La discapacidad, la edad y el estado de salud también pueden influir.

Naciones Unidas se ha fijado como objetivo para 2030 el acceso universal a agua asequible y limpia. Pero el informe, que anticipa la celebración el 22 de marzo del Día Mundial del Agua, evidencia que aún hay mucho camino por recorrer para lograr esa meta. Discriminación, exclusión, marginación, asimetrías de poder arraigadas y desigualdades materiales lastran el progreso. A pesar de los avances de los últimos 15 años, en 2015, 2.100 millones de personas carecían de acceso a servicios seguros de agua potable y aproximadamente 4.000 millones padecían una grave escasez durante al menos un mes al año. Casi la mitad de las personas que beben de fuentes no protegidas vive en África subsahariana.

En cuanto al saneamiento, 4.500 millones de personas (seis de cada diez) de todo mundo no disponían de instalaciones seguras en 2015 y una de cada nueve practicaba la defecación al aire libre, algo que Naciones Unidas se propone erradicar para 2030.

4.500 millones de personas de todo mundo no disponían de saneamiento seguro en 2015 y una de cada nueve practicaba la defecación al aire libre

El aumento de la población, el desarrollo socioeconómico y el cambio en los modelos de consumo apuntan a un incremento del 20% al 30% por encima del nivel actual de uso del agua en 2050, debido principalmente a una mayor demanda en los sectores industrial y doméstico. De seguir así, el 45% del PIB mundial y el 40% de la producción mundial de cereales estarán en peligro. El cambio climático, estiman los expertos, acentuará el estrés hídrico en las áreas que ya se ven más afectadas y los pobres y las poblaciones marginadas pagarán el precio más alto.

La persistencia de desigualdades en el acceso a agua potable segura y al saneamiento se alimenta, según el informe, de políticas mal diseñadas y aplicadas de manera inadecuada, así como de un uso ineficaz de los recursos financieros. Para abordar el problema, Naciones Unidas pide respuestas específicas para los más necesitados, que no estén aisladas del goce de otros derechos humanos.

¿Quiénes son los que se quedan atrás?

El desplazamiento masivo de población somete a presión a los recursos hídricos y servicios relacionados como el saneamiento y la higiene en los puntos de transición y de destino. Los gobiernos anfitriones a menudo mantienen a refugiados y desplazados en campos con instalaciones temporales o comunes, incluso si su permanencia el país de acogida se prolonga. Esta situación puede originar desigualdades en el acceso a agua y saneamiento entre los nuevos llegados y los lugareños.

Las mujeres y niñas son víctimas de prácticas como la sextorsión. La gestión de la salud menstrual, además, rara vez se tiene en cuenta. Casi la mitad de las personas que beben agua de fuentes no protegidas vive en África subsahariana, donde ellas niñas son las principales responsables de la recogida de agua, una actividad a la que dedican más de 30 minutos al día en detrimento de su educación.

Otros factores concurren a determinar la exclusión, por ejemplo, pertenecer a una minoría étnica, religiosa y lingüística, la discapacidad, la edad y el estado de salud, pero el elemento decisivo es la pobreza, las diferencias en cuanto a propiedad, posesiones, residencia, posición económica y social.

El informe dibuja un escenario de fuertes disparidades entre países, pero también entre regiones, comunidades e incluso barrios de la misma ciudad. En las zonas urbanas, los pobres que viven en viviendas informales que no están conectadas al agua corriente a menudo pagan de 10 a 20 veces más por el agua que sus vecinos de barrios más ricos. Y lo hacen para recibir a cambio un servicio de igual o menor calidad, prestado por sistemas de suministro comunitarios como vendedores de agua o camiones cisterna.

En las áreas rurales pobres, las infraestructuras siguen siendo sumamente escasas, mientras que las zonas periurbanas a menudo están excluidas de los planes de suministro cuando los residentes no pagan impuestos y, en consecuencia, los más desfavorecidos pueden experimentar dificultad para acceder a los servicios básicos.

Respuestas a medida

Naciones Unidas insiste en que no existe una fórmula mágica para hacer frente a los problemas de agua y saneamiento que valga para cualquier contexto. Investigación científica, desarrollo e innovación son esenciales para respaldar la toma de decisiones, así como la recolección de datos desglosados (por género, edad, renta, etnia…). Se recomienda también la elaboración de análisis de inclusión social para determinar qué grupos corren más riesgos de quedarse atrás y por qué.

La insuficiencia de fondos y la falta de mecanismos eficientes de financiación representan un obstáculo que impide que todos gocen del pleno derecho a agua y saneamiento, admite el estudio. Pero aumentar la cantidad de inversiones por sí solo no garantiza necesariamente que los servicios vayan a llegar a todos los más desfavorecidos.

Además del apoyo de la comunidad internacional de donantes, se invitan los gobiernos nacionales a aumentar drásticamente los recursos públicos disponibles para la expansión de los servicios de agua, saneamiento e higiene, cuyo retorno es muy alto: por cada dólar invertido, el efecto se multiplica por dos para el agua potable y 5,5 para el saneamiento.

Fuertes disparidades regionales

La región árabe es la más afectada del mundo por la escasez de agua, un problema que, según estima Naciones Unidas, seguirá aumentando debido al crecimiento demográfico y el cambio climático. En 2015, unos 51 millones de personas (el 9% de la población total de la región) carecían del servicio básico de agua potable. Conflictos como el de Yemen contribuyen a empeorar la situación, causando daños a la infraestructura.

El cambio climático agrava la escasez de agua también en Asia y el Pacífico: en 2016, 29 de los 48 países de la región fueron calificados como inseguros desde el punto de vista hídrico. Uno de cada diez habitantes de las áreas rurales no tenía acceso a agua potable en 2015 —un problema agravado por los altos niveles de contaminación—, mientras que 1.500 millones de personas no disponían de instalaciones de saneamiento mejoradas.

La escasez de agua entorpece el camino de África Subsahariana hacia el desarrollo y constituye un factor central en la persistencia de la pobreza. En 2015, apenas el 24% de la población de la región tenía acceso al agua potable mejorada y el 28% a los servicios básicos de saneamiento.

El panorama en América Latina y el Caribe es algo mejor: en 2015, el 65% de la población disponía de servicios hídricos gestionados de forma segura, pero solo el 22% a saneamiento adecuado.

América del Norte y Europa también se ven afectados. Estos problemas se reproducen en muchos países, especialmente en las áreas rurales, por ejemplo en Europa del Este y el Cáucaso. En 2015, 57 millones de personas no contaban con agua corriente en casa y 21 millones aún carecían de acceso a los servicios básicos de agua potable. Además, 36 millones de personas no tenían saneamiento básico.

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Sobre la firma

Tiziana Trotta
Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS, principalmente en Planeta Futuro y en la Mesa Web. Es licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad de Urbino (Italia), Máster en Ciencias Históricas, Filológicas y de las Religiones por la Universidad Sorbona (Francia) y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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