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Clases de agua a los campesinos más aislados

En los pueblos más remotos de Yemen, la importancia de este recurso es tanta como su escasez. Un cooperante de Oxfam explica cómo combaten las enfermedades que esto causa

Unas mujeres yemeníes obtienen agua de un pozo abierto.
Unas mujeres yemeníes obtienen agua de un pozo abierto. Pablo Tosco (Oxfam Intermon)
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La gobernación de Amran, como otras partes de Yemen, tiene unos bonitos paisajes con unos panoramas sumamente pintorescos. Pero, al visitar una lejana comunidad rural afectada por unos sospechosos casos de diarrea grave, observamos una escena diferente y aleccionadora que pasa desapercibida para cualquiera que se limite a entrar y salir de la comunidad.

El pueblo de Alowbala (en el distrito de Al-Qafla) está situado a más de tres horas en coche a través de una carretera de montaña pedregosa. Las casas están desperdigadas y cuando llega algún visitante los aldeanos se acercan a estrecharle la mano. La gente es amable y trabajadora.

Estamos aquí para enseñar a prevenir y controlar enfermedades como el cólera. Un anciano inicia la charla hablando de las difíciles condiciones de vida en la comunidad y los problemas ocultos a los que se enfrentan cada día para conseguir agua y satisfacer otras necesidades básicas. Menciona la extrema pobreza, la falta de escuelas en el pueblo, los elevados niveles de analfabetismo que eso conlleva y los ocasionales conflictos internos debidos a desacuerdos sobre la tierra y las escasas fuentes de agua. No hay ninguna instalación sanitaria en los alrededores; la más cercana se encuentra a 25 kilómetros de distancia. Y remacha: “En muchas de las casas que ven, no hay letrinas. Todo es rocoso y es muy difícil instalarlas aquí en la montaña”.

Nos enteramos de que desconocen en gran medida las ventajas del saneamiento y de que la comunidad defeca al aire libre. Un hombre más joven cuenta sus frustraciones. “No tenemos agua buena aquí. Cuando hay sequía, como ahora, tenemos pozos abiertos que excavamos nosotros en grupos para mantenernos y dar de beber a nuestro ganado. Solo es posible excavarlos abajo, en el valle, y hay un largo camino de vuelta hasta nuestras casas en las montañas”.

Guerra y cólera en Yemen

Yemen es uno de los más claros ejemplos de cómo el conflicto exacerba la falta de acceso al agua, según ha denunciado Oxfam Intermón con motivo del Día Mundial del Agua. Ya era uno de los países con mayor escasez del mundo antes de la guerra. En estos momentos 16 millones de personas, de una población de 29 millones, necesitan agua potable y saneamiento.

En Yemen, la epidemia de cólera se ha cobrado miles de vidas. La guerra ha destruido la mayoría de infraestructuras: en muchos sitios no hay acceso a agua potable y las condiciones higiénicas y sanitarias son paupérrimas.

Oxfam Intermón provee de agua potable y saneamiento a más de un millón y medio de yemeníes, incluso en áreas difíciles del país, proporcionando agua a través de camiones cisterna, reparando sistemas de agua, entregando filtros y bidones, construyendo letrinas y organizando campañas de limpieza. Oxfam Intermón atiende más de 430.000 personas en respuesta al brote de cólera.

Vemos un depósito de agua y preguntamos cómo consiguen recibirla con el servicio de camiones. Los aldeanos confirman al unísono que es para las pocas personas ricas de la comunidad, que llaman a los propietarios de los vehículos siempre que necesitan regar sus campos de qat —el qat es un cultivo que requiere mucha agua y cuyas hojas se mascan como un narcótico suave— y para beber. Los ricos pagan 15 dólares por cada viaje. En sus caras se ve claramente que el acceso al agua limpia es un lujo para unos pocos. Un hombre del grupo interviene y afirma que la gente que trabaja en las granjas de las familias ricas ha tenido que suplicar para que les diesen agua potable limpia.

Mientras tanto, llega una madre cuya familia fue ingresada recientemente en el hospital, con sus seis hijos. Se coloca entre los miembros de la comunidad femenina y luego dirigimos una charla sobre el lavado de las manos con jabón como práctica fundamental para prevenir y controlar la diarrea y el cólera grave. Un hombre se quedó sorprendido al ver el agua sucia que caía de sus propias manos. “Vivimos con la suciedad en nuestras manos”, decía sorprendido.

En el grupo de las mujeres, otra madre de seis hijos explica qué es lo que piensa que hizo que tuviesen que ingresarla a ella y a sus hijos en el hospital. “Fui al valle por la mañana a recoger agua de la fuente al aire libre y, tres horas después, exactamente a las cuatro de la tarde, después de que mis hijos bebiesen ese agua, se pusieron enfermos con una diarrea grave y vómitos. Primero mi hija, y luego el resto de mi familia, incluida yo”.

No hay ninguna instalación sanitaria en los alrededores; la más cercana se encuentra a 25 kilómetros 

Cuando los de mi equipo nos preparábamos para marchar, un anciano miembro de la comunidad se puso en pie para transmitirnos una sincera petición en nombre de otros que son vulnerables pero que no pudieron asistir a las sesiones: “Por favor, visítennos otra vez para contarles esto a nuestros vecinos que no han podido asistir hoy, para que también puedan recibir este importante mensaje. No podremos transmitirles esta información tan bien como ustedes”.

Nos conmovió la estrecha relación que habíamos entablado rápidamente con estas personas. Un adolescente tuvo el valor de acercarse a nuestro equipo porque tenía curiosidad por saber cómo tratar el agua para que fuese seguro beberla y prevenir las enfermedades.

Nos marchamos entendiendo mejor los problemas a los que se enfrentan los aldeanos, pero también admiramos sus ansias de aprender nuevos conocimientos que puedan facilitarles la vida.

John Migele es jefe del equipo de promoción de la salud pública de Oxfam en Amra, Yemen.

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