A la caza del vaquero verde
¿Puede una marca que vende siete millones de tejanos al año respetar el medio ambiente? La firma Tommy Hilfiger está en ello. Viajamos a su puntero centro de investigación en Holanda, de donde saldrá su próxima colección de jeans reciclados
DESGASTADOS, CON ROTOS y descosidos, ajustados, acampanados, de cintura baja o lo contrario, azul claro, muy claro, oscuro y hasta negro. Son casi infinitas las posibilidades de una prenda que nunca falta en ningún armario: los pantalones vaqueros. El término comercial del tejido empleado en su confección, denim (de Nimes, la ciudad francesa donde se ubica su origen), se ha convertido en sinónimo de la ropa misma. Hablar de mezclilla, la tela fuerte de la que están hechos, no suena igual. Y los fabricantes emplean denim para referirse al conjunto de una industria que en Europa es moda, en Asia está metida de lleno en la innovación y en Estados Unidos se asocia más con la ropa cómoda. Los tejanos son resistentes y duraderos, pero tienen un problema: dejan una huella medioambiental considerable porque el cultivo del algodón precisa mucha agua, y hay que lavarlos y teñirlos. ¿Pueden los vaqueros ser sostenibles? Tommy Hilfiger, la compañía estadounidense que lleva el nombre de su fundador, dice que sí y lanzará sus primeros modelos de algodón cien por cien reciclado esta primavera.
Las piezas elegidas para este estreno son unos pantalones de tiro alto de mujer, otros cónicos y una chaqueta camionera grande. Han salido del nuevo Centro de Denim que PVH Corporation, dueña de Hilfiger y otras marcas, como Calvin Klein, tiene en Ámsterdam, la capital holandesa. En este laboratorio de ideas y maquinaria de alta precisión se ha logrado un nuevo tipo de algodón posindustrial obtenido con los recortes de tela restantes de las mesas de confección. Los retales son reciclados con una técnica mecánica —secreta y patentada— que precisa menos agua y sustancias químicas, y emite menos CO2, aseguran en la empresa. El hilo de coser, por otra parte, está hecho de botellas de plástico recicladas. Los botones se aprovechan de otras temporadas, y las etiquetas son confeccionadas a partir de papel reciclado.
El acabado, que al cliente de hoy le gusta envejecido, se logra con una depurada técnica láser. El aspecto que se le pretende dar a la prenda (las arrugas y los pliegues) se programa en detalle en un ordenador. Metido en una cápsula, el pantalón cuelga como en un tendedero, pero en lugar de moverse con el viento, un láser recorre ambas perneras de arriba abajo y por ambos lados, grabando el patrón deseado. Mientras el color índigo se quema y desaparece en volutas de azul, las fibras permanecen intactas. Son dos minutos, en lugar de los cuarenta tradicionales, y se ahorra agua y se reducen los químicos.
“El consumidor quiere transparencia y saber de dónde viene lo que compra”, explica el director ejecutivo de Tommy Hilfiger Global
“El consumidor quiere transparencia y saber de dónde viene lo que compra, y ello promueve la innovación. Tommy Hilfiger quiere ser responsable e intenta ir un paso por delante. Por eso hemos puesto un hilo de plástico reciclado en los jeans. Nadie nos lo pedía, pero queremos ser cada vez más sostenibles porque no hay otro modo de avanzar. Creo que la industria de la moda debe operar al unísono en este campo para que resulte asequible. Porque el cliente no espera. Cuando pide algo lo quiere pronto”, dice Daniel Grieder, director ejecutivo de Tommy Hilfiger Global y de PVH Europa, en su luminoso despacho con profusión de ventanas y vistas al puerto. Grieder, de origen suizo y directivo veterano de la compañía, reconoce que la tela de apariencia usada y los rotos son una moda que no deja de sorprenderle. “Uno piensa que si una prenda es nueva ya está, pero con los jeans es otro mundo. En nuestra firma el denim supone el 15% y creemos que puede llegar al 25%. Forma parte de nuestra historia”.
En conjunto, el Centro de Denim de Ámsterdam cuenta con cuatro unidades: la academia, el laboratorio, la biblioteca de muestras y el taller. En este último, los patrones se crean con medios digitales para montar luego un prototipo del modelo que será fabricado a gran escala (Hilfiger produce siete millones de pares de jeans al año; PVH, 15 millones). Una vez ajustado, el patrón maestro se envía a los proveedores por correo electrónico. Están listos en 48 horas, cuando antes se necesitaban seis semanas. La biblioteca está en un armario que tiene 1.300 muestras ordenadas y catalogadas. Es una llamativa colección de tejidos vaqueros de diferentes colores y texturas, grados de rigidez, flexibilidad y desgaste, que permite compararlos antes de diseñar nuevos modelos.
En el laboratorio, una lavadora gigantesca, programada para usar ozono y suavizar el tono del azul en 15 minutos, ahorra hasta 60 litros de agua. Las técnicas empleadas con vaporizadores para teñir y suavizar prendas reducen el uso de agua y fórmulas químicas tradicionales en un 70%. Manejadas todas por expertos con bata blanca, otra de las máquinas utiliza enzimas no tóxicas y tambores abrasivos de acero inoxidable, para imitar el lavado a la piedra. Evita agua y las tradicionales piedras volcánicas de Grecia y Turquía. Al final de la sala hay una central de tratamiento hídrico que filtra las fibras, los restos químicos y el tinte añil, y permite reutilizar el agua durante 40 días. La que acaba en el desagüe cuenta con el visto bueno del Ayuntamiento.
La academia, finalmente, es un centro de entrenamiento y seminarios a los que acuden compradores como El Corte Inglés o Zalando, la tienda europea de venta digital. “Las start-ups están más abiertas a cambios de esta envergadura, sin embargo, para empresas como nosotros, transformarse es inevitable. Si no lo haces, estás fuera”, asegura Grieder, con americana marino y, por supuesto, vaqueros impecables.
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