¿Acaso tienen gracia los chistes sobre violaciones masculinas?
Cine y televisión, incluso en el género infantil, han perpetuado la idea de que un hombre abusado sexualmente puede ser, al contrario que en el caso femenino, algo enormemente cómico
He aquí un extracto de algo que contó Bertín Osborne en la obra de teatro Mellizos, que representó con Arévalo entre 2013 y 2017 en España: “Hace dos o tres años me invitaron a que fuese a Sálvame. Me abrieron la puerta del plató y me dicen: pasa. Miré y dije: 'Y una mierda, ahí no entro yo'. Ahora, como no tenía más remedio, ¿qué es lo que hice? Metí el culo contra la pared y fui dando toda la vuelta al plató. El zócalo lo dejé limpio, limpio, limpio. Cuando estaba a unos centímetros de la silla, me tiré en plancha. Y menos mal que tenía ruedas la silla mía, porque cuando terminó la entrevista me fui sentado en la silla hasta casa. Ahí, como te levantes, en cualquier momento te ponen mirando a Torrejón”.
De fondo se oyen las risas del público. De ese tipo de público que se ríe de este tipo de chiste. El ejemplo de Osborne es, hasta cierto punto, inofensivo: es un tipo de humor apolillado, de trazo grueso y fecha de caducidad pensado para un público que no pide demasiado y está dispuesto a reírse de un texto así de pobre. Un mal perfectamente acotado: ahí nace, ahí muere. Pero analicemos, aun así, la narrativa del gag: Bertín cree que en el programa Sálvame, de Telecinco, corre el peligro de ser penetrado. O sea, de ser violado. Y de ser violado, muy probablemente, por otro hombre.
"¿Dónde estarás mientras el mundo me consume? Efectivamente, desde la celda de una prisión. Te enviaré una pastilla de jabón”, dice Robert Downey Jr. a Mickey Rourke en 'Iron Man 2'. “¿Por qué un preso deja caer su pastilla de jabón? ¡Porque nadie quiere hacerlo solo!”, cantó Neil Patrick Harris en los Oscar
En la lógica de este relato, las ganas irresistibles que los hombres que trabajan en Telecinco pudieran tener por penetrar a Bertín se aplacan sencillamente con que este oculte su trasero, ya sea pegándolo a la pared o a la silla. Esos violadores homosexuales en potencia no son solo básicos en sus impulsos sexuales, también en su capacidad ocular. En ese chiste, el hombre blanco y formal que es Bertín está expuesto a los depredadores sexuales que son los homosexuales.
Lo que hizo Bertín fue un chiste sobre la violación masculina. Y el suyo ahí se quedó, pero el cine y las series están llenos de chistes parecidos. Todos los conocemos: las duchas y el jabón que se cae. El hombre amanerado que te guiña el ojo y te lanza un beso desde la otra esquina del bar. Poner a alguien mirando "a Torrejón" o a Cuenca: una frase popular con ciertas connotaciones que no difieren mucho de esto que hablamos, por cierto, pues alguien que mira a Cuenca mira a La Meca, y alguien que mira a La Meca es porque reza, arrodillado en el suelo con el trasero en pompa. No hace falta explicar más.
El fenómeno acaba de ser analizado por Pop Culture Detective, el canal de YouTube del escritor, artista y crítico cultural Jonathan McIntosh. En un vídeo de casi media hora reúne infinidad de ejemplos de películas, series de televisión (tanto animadas como de imagen real) e incluso series y filmes infantiles en los que los chistes sobre la violación masculina son, continuamente, objeto de risas. Guardianes de la galaxia, Deadpool, Iron Man, Fast & Furious, Lluvia de albóndigas, Padre de familia, Seinfeld, Friends, Dos tontos muy tontos, El gato con botas o Bob Esponja son algunas de las películas y series que aparecen en el vídeo.
“¿Desde dónde verás como el mundo me consume? Oh, claro, desde la cárcel. Te enviaré una pastilla de jabón”, le dice Robert Downey Jr. a Mickey Rourke en Iron Man 2 (recomendada para niños a partir de 12 años y la séptima película más taquillera de 2010). “¿Por qué un preso deja caer su pastilla de jabón? ¡Porque nadie quiere hacerlo solo!”, cantó Neil Patrick Harris en el número musical de los Oscar de ese año (para todos los públicos, vistos por más de 40 millones de personas en Estados Unidos). "Aquí tienes jabón, ¡que no se te caiga!", le dice Bob Esponja al caracol Gary en un episodio de la serie infantil de Nickelodeon mientras le guiña un ojo. Esta escena no hace referencia a violación alguna, pero la frase y su gesto son una alusión muy poco ambigua.
Hay una película, Dale duro (2015, de la que ya hablamos aquí) en la que la broma se estira hora y media porque su protagonista, que va a ir a prisión, recibe consejos de un hombre que le lava el coche... y casi todos tienen que ver con el hecho de que va a ser violado en prisión.
¿Cuál es el problema?
“La vulnerabilidad de un hombre es una fuente inagotable de humor en las comedias populares", explica McCintosh. "Y la vulnerabilidad que resulta de un abuso sexual no es excepción. La idea de este chiste es tan obvia como tóxica: que los hombres que no son lo suficientemente duros o masculinos como para evitar convertirse en víctimas son patéticos, y por lo tanto se merecen el ridículo”. Asimismo, McIntosh señala que la idea de ser abusados sexualmente “gira alrededor de la idea de un hombre actuando según los deseos de otro hombre, y por lo tanto, forzado a un rol que es estereotípicamente femenino”. O sea: que el peor castigo para un hombre es que lo traten como a una mujer.
"La idea de este chiste es tan obvia como tóxica: que los hombres que no son lo suficientemente duros o masculinos como para evitar convertirse en víctimas son patéticos, y por lo tanto se merecen el ridículo” Jonathan McIntosh
Hay más. En una aplastante mayoría de películas, esos hombres que amenazan en las duchas de una prisión con violar a otro hombre son negros. Actores negros y gigantes que perpetúan la idea de una raza más primitiva y básica en sus deseos y forma de actuar. Y a menudo esos violadores aparecen representados como hombres con una elegante pluma, o son hombres maquillados. Otro tópico perpetuado: que el homosexual es incapaz de controlar sus instintos sexuales, que es un depredador incansable para el que cualquier varón es un objeto de deseo.
El chiste, por lo tanto, no es solo malísimo: es machista, racista y homófobo. ¿Alguien da más? A nadie se le ocurriría hacer hoy un chiste sobre una violación a una mujer. Muy poca gente se reiría. ¿Por qué sí cuando el hombre es la víctima? En primer lugar, porque todavía lo consideramos algo poco probable, una tragedia casi imposible, hasta cierto punto exótica. Y precisamente por esto, cuando un hombre da un paso al frente y afirma que ha sufrido algún tipo de abuso sexual, nos produce un cortocircuito.
El actor Terry Crews lo hizo y llegó a hablar de ello en una vista en el Congreso en Estados Unidos. “Sufrí abuso sexual por parte de un poderoso productor de Hollywood”, afirmó Crews. Crews es un actor negro, alto y fuerte. Muchos hombres, algunos famosos, se rieron de su confesión. ¿Por qué? Porque según ellos lo que debería haber hecho un hombre de verdad, un hombre adulto, fuerte y negro, es reventar la cabeza de ese tío, coserlo a puñetazos. En la narrativa épica de la masculinidad ni se contempla la posibilidad de que Terry Crews se quedase paralizado y sintiera miedo. En la narrativa épica de la masculinidad, siempre tan dada a asociar poder con fuerza física, nadie se paró a pensar que hay otros tipos de poder en juego en un asalto sexual que van mucho más allá del físico. El caso de Terry Crews dejó sin palabras a la opinión pública porque cuestionó todos los mitos y falsas creencias que teníamos sobre lo que es ser un hombre.
En España también tuvimos una confesión de violación por parte de un hombre. Roberto Enríquez, alias Bob Pop, escritor, periodista y colaborador televisivo, lo hizo en el programa de Andreu Buenafuente, Late Motiv. de una manera tan natural y relajada que dejó al público desconcertado. “Una noche alguien me violó y me desvalijó en el parque del Retiro. Y me dejó tirado. Tuve que buscar ayuda. Unos basureros me ayudaron y unos muchachos me llevaron a la comisaría. Lo pasé muy mal, fue una mierda, vomité, lloré… pero a los días siguientes me reía, salía con amigos, hacía cosas… había un subidón, además del dolor, porque cuando crees que te van a matar y sigues vivo, está de puta madre”.
Su historia se hizo viral, no solo por la forma valiente y directa que tuvo de contarla, sino porque coincidió con el juicio a la Manada y con el escrutinio que se hizo de la vida de la víctima. Y llama la atención que la contó con humor, provocando aplausos e incluso alguna risa del público. La diferencia entre el humor en el relato de Bob Pop y el humor en esas películas y series que hemos nombrado es que el de Bob Pop fue utilizado para dar voz, luz y esperanza a las víctimas. El resto solo buscaba, de forma vacía y cruel, reírse de ellas.
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