Kevin Hart, no es cuestión de tiempo: tus chistes homófobos ya eran ofensivos en 2009
El cómico que ha renunciado a presentar los Oscar tras salir a la luz antiguos tuits homófobos se equivoca al argumentar que "eran otros tiempos"
“Hubo un momento en el que los chistes sobre gais eran un lugar común, aceptados en gran parte por la sociedad. Pero como las bromas de polacos, afroamericanos, judíos, hispanos u otras minorías raciales, las bromas sobre gais están cada vez peor vistas. Para los grupos de activistas es un signo positivo de tolerancia en aumento; para otros, un ejemplo de la que corrección política se ha vuelto loca”.
Mientras en 2009 él hacía "humor" con la posibilidad de romper a su hijo una casa de muñecas en la cabeza, a 255 gays, lesbianas, transexuales o bisexuales le estaban pateando la cabeza de verdad
Esta columna de Peter Baker se publicó en el Washington Post el 21 de marzo de… 1993. Hace 25 años. Hoy seguimos exactamente igual. En los medios es noticia que Kevin Hart (Filadelfia, 1979), anunciado esta semana como flamante presentador de la próxima edición de los Oscar, ha anunciado que renuncia al puesto por unos tuits homófobos publicados entre 2009 y 2010 y bromas en el mismo tono presentes en sus espectáculos de comedia en la misma época. Los defensores de la "incorrección política" siguen echándose las manos a la cabeza: "Ya no se puede bromear con nada". No han entendido la realidad: hoy, precisamente, se puede bromear con muchísimas más cosas como para recurrir otra vez a los gais.
Para recapitular, aquí van algunos de esos tuits controvertidos, hoy borrados pero recogidos por el columnista de BuzzFeed News Adam B. Vary.
“Oye, si mi hijo llega a casa e intenta jugar con la casa de muñecas de mi hija se la voy a romper en la cabeza”
“¿Por qué la imagen de perfil de @DamienDW parece un anuncio gay del sida?”
“Este tío parece un pervertido de Internet, ¿qué web rarita buscaste hoy, cara de gay?”
Estos son solo tres ejemplos de una lista enorme en la que la obsesión de Hart por tener cara de gay, culo de gay o que las cosas sean gais en general parece casi patológica. Y si bien estos tuits tienen ya ocho años, hace solo tres estrenaba una película llamada Dale duro que sorprendió a medios como The Guardian, Variety e IndieWire por su homofobia.
En aquella película su protagonista (Will Ferrell) se preparaba para entrar en prisión durante 30 días y recibía los consejos de un limpiador de coches (Kevin Hart). Entre las bromas recurrentes de la película estaba el sexo anal (que parece que solo practican los homosexuales y que atemorizaba al protagonista por lo que pudiese ocurrir en las duchas de prisión). En una de sus escenas más despreciables, el personaje de Hart se lleva al que interpreta Ferrell a un “brunch de gais” y allí le dice que va a “aprender a comer pollas”. Después le deja claro que el sexo entre hombres homosexuales se limita a acercarse a uno de ellos y decirle: “Hola, soy James, ¿te importa si te hago una mamada?”.
Esta escena en la que dos hombres heterosexuales hablan de forma despreciativa del sexo gay rodeados de gais estereotipados (uno de ellos aparece chupando lascivamente la aceituna de su copa) es del año 2015. Para aquel entonces creíamos que la homosexualidad ya se representaba de forma natural en el cine. Habíamos visto La ley del deseo, Boys Don’t Cry, La mala educación, Brokeback Mountain, Mi nombre es Harvey Milk… y de repente, esto.
La contextualización temporal es importante porque en 2015, el mismo año en que se presentaba esa película, Kevin Hart habló de sus chistes homófobos en una entrevista con Rolling Stone. Dijo entonces: “No haría esa broma hoy, pero cuando la hice no vivíamos en unos tiempos tan sensibles como los actuales”. Pero Kevin, esas bromas ya eran terribles en 2009. Y lo hubieran sido en 2005, en 2001 y hasta en 1997.
Meterse con los débiles podía tener sentido cuando uno no podía meterse con los fuertes. O sea, con los poderosos. ¿A quién podía recurrir uno entonces? Había algunos que tenían el suficiente tacto como para no recurrir a eso ni tan siquiera en aquellos tiempos. La humorista Joan Rivers, por ejemplo, lo tenía claro: se metía consigo misma. También Richard Pryor, humorista afroamericano que usaba la palabra nigger ("negrata") y se reía de cómo los blancos veían a los negros. Hoy en día uno se puede meter con el poder, en España incluso con la Familia Real (aunque no todavía con una bandera). ¿Por qué seguir cebándose con los que lo tienen más difícil cuando pueden reírse de los que lo tienen más fácil? Cuando un humorista dispara contra el lugar equivocado está reivindicando y usando (legítimamente) su derecho a la libertad de expresión, pero también posicionándose en el extremo equivocado del espectro de la ética profesional y personal. Y, por lo tanto, exponiéndose a que el público le critique por ello.
Que nadie piense que no se pueden hacer chistes sobre gais. La comunidad LGTBQI es una de las que más se ríen de sí mismas, además de un modo estrambótico y lacerante en ocasiones. También la comunidad afroamericana: en Hollywood, películas como las de los hermanos Wayans (Scary Movie, Dos rubias de pelo en pecho, Cincuenta sombras muy oscuras) son casi un género en sí mismo. Películas de negros en las que se encadenan los estereotipos que han perseguido históricamente a los negros: que sin son peseteros, vagos, camellos, fumetas… Pero es que los hermanos Wayans son afroamericanos también. Si un blanco presentase así a los afroamericanos nadie tendría el menor atisbo de duda de que eso es racismo.
En España hay un ejemplo paradigmático de ese tipo de humor que podía ser "políticamente incorrecto" en su momento, pero es sencillamente ofensivo y terrible visto hoy: el sketch de "mi marido me pega" que ahora tanto avergüenza a Martes y Trece y por el que han pedido disculpas repetidas veces. En 1991, cuando el dúo cómico lo grabó y la televisión pública lo emitió, la violencia de género no era un mal tan interiorizado como lo es hoy. Pero la misma disculpa no se puede aplicar a Hart: en 2010, cuando él hacía esos chistes sobre los gais, las agresiones a miembros de la comunidad LGTB, que en ocasiones terminaban con su vida, ya impactaban al mundo. Según el informe de Calcasa (California Coalition Against Sexual Assault) solo en California (donde Hart reside) hubo en 2009 255 crímenes de odio contra la comunidad LGTB.
Los chistes de Kevin Hart son homófobos. Él mismo lo reconoció. Ha vuelto a pedir disculpas ahora por ellos y ya las había pedido anteriormente, como en la citada entrevista de Rolling Stone. Y pedir disculpas está bien. Se aceptan. Todos tenemos derecho a equivocarnos, reconocerlo y seguir adelante.
Pero el problema es que mientras él decía que le iba a romper a su hijo una casa de muñecas en la cabeza con fines humorísticos, a 255 gais, lesbianas, transexuales o bisexuales le estaban pateando la cabeza de verdad. Se puede perdonar el chiste, pero alguien que dice eso no puede presentar una gala que se autoproclama como inclusiva, respetuosa y diversa. Alguien que pensó en esa broma y que en el siglo XXI consideró que era lo suficientemente graciosa como para hacerla pública en sus redes y en sus espectáculos no merece, probablemente, ni presentar la teletienda.
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