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Columna
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Dejación del idioma

La lengua sirve para mucho más que para comunicarnos. Es una forma de estar en el mundo

Cristina Manzano

Se nos llena la boca presumiendo del creciente peso del español en el mundo. Que si es la segunda lengua materna por número de hablantes; que si está entre los que más se enseña, como segundo idioma, junto con el francés y el chino; que si es el tercero más utilizado en la Red. Semejante complacencia, sin embargo, no parece corresponderse con el uso cada vez más errático que hacemos de él.

Para empezar, porque pese a algunos intentos institucionales, entre amplias capas de la sociedad española todavía no ha calado que la riqueza y el potencial del español proceden de su enorme diversidad, tanto regional como, sobre todo, por su vertiente americana. No hace muchos días se supo que Netflix había traducido al español “de España” los diálogos de la maravillosa Roma de Alfonso Cuarón. La empresa dio marcha atrás ante la polémica, pero fue todo un síntoma de una distancia que no debería existir.

Esa misma sociedad asiste impasible al maltrato cotidiano de la lengua, ya sea por la constante intromisión de incontables e innecesarios términos procedentes del inglés o por el desprecio manifiesto de los usuarios. (Algunas perlas habituales: “aplicar” a un trabajo, “poner en valor”, “preveer”).

Mundo tecnológico aparte —por razones obvias; ojalá la innovación global fuera más hispanohablante—, esta realidad se extiende por todos los ámbitos. El de la empresa se lleva la palma, pero también el de la moda, el del entretenimiento, por no hablar de los propios medios de comunicación y las redes sociales.

Es significativo lo que ocurre en el terreno de las relaciones internacionales. En teoría, nuestra lengua es la segunda más importante y la tercera de trabajo en Naciones Unidas. En la práctica, su uso es tan reducido —según el propio Instituto Cervantes— que resulta casi inapreciable. No debería extrañar teniendo en cuenta el escaso apoyo que reciben las organizaciones y las publicaciones dedicadas a intentar explicar y analizar el mundo en español.

La importancia estratégica de un idioma como herramienta fundamental de poder blando es más que reconocida, pero, como todo, hay que gestionarla. Con menor número de hablantes, la francofonía y la lusofonía se han convertido en armas poderosas de la acción exterior francesa y portuguesa. Mientras, parece que el español debe seguir confiando en su potencial natural.

Bajo el título El español se cuida solo, un reciente documento del Real Instituto Elcano alerta de la miopía de no contar con una visión clara sobre la geopolítica del idioma y de no actuar coordinada con el resto de países hispanohablantes para potenciar este gran activo. Porque la lengua sirve para mucho más que para comunicarnos. Es una forma de estar en el mundo.

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