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23 cosas que quizá habría que dejar de hacer a partir de los 35 años

No hay forma de evitarlo: nos hacemos mayores. Y algunos se resisten con todas sus fuerzas cuando lo mejor suele ser asumirlo con deportividad

Raúl Arévalo, Quim Gutiérrez y Adrián Lastra en 'Primos' (2011), una película en la que unos cuantos adultos deciden refugiarse en su adolescencia.
Raúl Arévalo, Quim Gutiérrez y Adrián Lastra en 'Primos' (2011), una película en la que unos cuantos adultos deciden refugiarse en su adolescencia.

Es inevitable: todos nos hacemos mayores. Puedes asumirlo estoicamente e ir quemando etapas con la mayor dignidad posible o bien convertirte en uno de esos individuos que se aferran a la juventud mientras les pasa por encima. ¿Por qué nos gustará tanto tomar la segunda vía? "Vivimos en una sociedad en la que el individualismo está en auge y por ello nos sentimos más frágiles. Si a eso le sumamos que las cosas no son como nos prometieron y que el mundo es muy precario, nos encontramos con una falta de motivación total para actuar de una forma madura", explica la psicóloga Jara Pérez, autora del blog Therapy Web.

Hay vida más allá de la estantería Billy o el diván Hemnes. Las botellas de cerveza tampoco cuentan como elemento decorativo. Y si quieres conservar tus viejos carteles de películas, suelta esas chinchetas y al menos, llévalos a enmarcar

Está claro que la madurez física no está unida a la mental. "El filosofó francés Gilles Lipovestsky acuñó el término adultescente para referirse a las personas que a pesar de su edad avanzada no logran salir de la etapa adolescente. Se podría decir que son personas que tienen privilegios de adultos, pero no las responsabilidades que implican". Todos lo hemos sido alguna vez. Por eso hemos elaborado una lista, a base de años y errores, para que poco a poco uno se convierta en el adulto que querría ser. O del que menos se avergonzaría.

1. Dejar de alimentarse de comida prefabricada... Con 20 años, una pizza congelada nos salva la vida; a partir de los 30, aunque se customice, es un insulto a la cocina italiana y un atentado contra la salud. La OMS alerta de que una buena parte de las enfermedades están vinculadas a nuestros hábitos alimenticios. Y esa mala praxis se traduce en que el 50% de los adultos padezca sobrepeso, el 24% tenga la presión arterial alta y el 21% padezca de colesterol elevado. ¿Nota cómo su cuerpo se estremece? Pues solo irá a peor.

2. ...Y aprender de una vez a cocinar. Hay platos con los que establecemos un fuerte vínculo familiar: las lentejas de la abuela, el pollo asado del padre o esa tortilla poco cuajada de mamá… Ahora, parémonos un segundo y pensemos: ¿Cuál será nuestro legado? ¿La ensaladilla rusa del Mercadona? ¿Unos noodles instantáneos? Venga, hay que aprender a cocinar ya.

Mark Wahlberg en 'Ted' (2012), otro ejemplo de película con un adulto incapaz de asumir su madurez.
Mark Wahlberg en 'Ted' (2012), otro ejemplo de película con un adulto incapaz de asumir su madurez.

3. Tirar las viejas camisetas de grupos y comprarse básicos de calidad. Porque lo que ocurre con este tipo de prendas es que permiten leer entre líneas y el mensaje que alguien extrae rara vez coincide con el que uno quiere lanzar. Llevar una de los Beatles o los Rolling Stones no significa que se tenga buen gusto musical, solo resalta lo simple que es. Es como decir: “Me gusta la música”. ¿Los Ramones? “Me la acabo de comprar en Inditex”. ¿Los Smiths? “Soy un esnob cultureta, tan arrogante como Morrissey”. Hay que deshacerse de ellas como haría Marie Kondo y apostar por el misterio que da un básico de calidad. Porque ni el Mercado de Fuencarral, donde uno compró esa camiseta de Sonic Youth cuando se mudó a la capital, soportó el paso del tiempo.

4. Pronunciar frases como “ya no se hace música como antes” o “el trap y el reguetón tienen fecha de caducidad” también suma años de vida. Más de los que uno tiene. A evitar.

5. Conocer las tendencias, pero no asimilarlas todas. El chándal está de moda. Los diseñadores Virgil Abloh y Gosha Rubchinskiy lo han elevado a objeto de lujo y algunos cuestan tanto como un traje a medida. Pero eso no significa que nos queden bien. En el mejor de los casos, uno puede parecer parte del elenco de Los Soprano. En el peor, harán que los niños se alejen de nosotros. Lo mismo ocurre con las gorras, los pantalones cortos o las camisas hawaianas. Con veinte años está bien experimentar y buscar un estilo propio, con cuarenta ya se debería tener bastante claro.

6. ¿Figuritas de Lego en las estanterías? ¿Álbumes de cromos del 92? ¿En serio acaba uno de comprar un mando para la Sega Megadrive? Igual es el momento de despedirse del robot Emilio e invertir en un robot aspirador. La nostalgia es un arma de doble filo y la infancia un refugio al que nos gusta (demasiado) volver. De ahí el éxito de Toy Story 3. ¿Por qué nos cuesta tanto deshacernos de nuestros recuerdos? "Porque no queremos cerrar etapas", advierte la psicóloga Jara Pérez. "Desde mi punto de vista este comportamiento tiene que ver con el ensalzamiento de la individualidad, que a fin de cuentas nos hace sentir solos y frágiles ante los eventos de la vida adulta. Cuanto más frágiles nos sentimos más difícil es enfrentarnos a los problemas de la adultez y más tendemos a escondernos tras una máscara de adolescencia".

7. No viajar como un Erasmus inconsciente. O, en otras palabras: nada de alojarse en hostales cutres, hacer couchsurfing o pasar la noche en aeropuertos. La revelación llegará en cualquier momento. Cuando la rodilla emita un extraño crujido mientras se intenta alcanzar la cima de esa triple litera mugrienta. O cuando uno de los doce individuos con los que se comparte habitación en Londres, en lugar de saludar, desee buena suerte. ¿Qué habrá querido decir? Que ya está uno demasiado mayor para averiguarlo. ¿La buena noticia? Dormir bien cuando se viaja no le convierte a uno en un sibarita, es imprescindible para no acabar odiando cada rincón de la ciudad que pisas.

'Humanitarians of Tinder' recoge los intentos de los usuarios de Apps de citas de ligar con fotos solidarias.
'Humanitarians of Tinder' recoge los intentos de los usuarios de Apps de citas de ligar con fotos solidarias.

8. Dejar de compartir piso; o, al menos, intentarlo. El sector inmobiliario está tan mal y las tiendas de decoración han explotado tanto el concepto minipiso, que una casa con ventana se paga a precio de palacio. Según datos de pisos.com, la renta media de alquiler es de 890 euros, un 18,35% más caro respecto al año anterior; mientras, el salario medio del 30% de los españoles, según el Instituto Nacional de Estadística, apenas alcanza los 1.200 euros. ¿Te salen las cuentas? No. Pero tampoco hay que refugiarse en esta excusa para seguir viviendo en comuna. Porque a medida que uno crece sus vicios y manías, al igual que las de sus compañeros, son incorregibles. Y la convivencia, imposible.

9. Cuando se disponga de un sitio al que llamar hogar, no hay que decorarlo exclusivamente con artículos de Ikea. Hay vida más allá de la estantería Billy o el diván Hemnes. Las botellas de cerveza tampoco cuentan como elemento decorativo. Y si quieres conservar tus viejos carteles de películas, prescindamos de esas chinchetas y al menos llévemoslos a enmarcar.

10. No olvidarse de mover los muebles al limpiar. Según la filosofía hindú la limpieza del hogar influye en la salud mental y espiritual. Solo es preciso echar un vistazo a todo lo que hay debajo de la cama para comprobar si uno está a un pasito de la demencia.

11. La madurez se alcanza cuando uno aprende a decir "no". ¿Por qué nos cuesta tanto? "Creo que tiene que ver con la cantidad de opciones que tenemos y la voluntad de no perdernos nada. Queremos estar en todos los lugares, viviendo todas las experiencias que tenemos a nuestro alcance y vivimos con la continua sensación de que nos lo estamos perdiendo todo", apunta Jara Pérez.

12. No pedir dinero a los padres (salvo si se necesita ayuda para la entrada de una hipoteca).

13. Tampoco hay que preocuparlos con los problemas diarios. Ya tienen bastante pensando en que en cualquier momento uno aparecerá por la puerta para volver a ocupar su vieja habitación infantil. A estas edades, nuestros padres ya estaban casados, tenían una casa a su nombre, un coche aparcado en el jardín y un hijo en el que habían puesto todas sus esperanzas. Gracias a la crisis económica y a la precariedad laboral, a la edad que nos tuvieron, si uno no vive con ellos es porque le pagan una casa bien lejos. El año pasado, según datos del Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud de España, solo el 19,3 % de los menores de 30 años consiguió independizarse. No hay que avergonzarse pero tampoco abusar.

14. Hay que dejar de quejarse en Facebook y comportarse como un 'trol' en Twitter, además de pensárselo bien antes de subir a Instagram ese selfi en el espejo del baño. O hagámoslo, pero recordemos: todo lo que se publique hoy en las redes sociales saldrá a la luz en algún otro momento. Si no es para boicotear nuestra carrera, será para avergonzarnos.

15. No recurrir al postureo solidario en Tinder. Se ha convertido en un clásico de las apps de citas: fotos de voluntarios en países en desarrollo, rodeados de niños o indígenas, para venderse como un buen samaritano y enternecernos el corazón. Desde hace cuatro años la cuenta Humanitarians of Tinder ha recopilado estas estampas a modo denuncia. La ayuda humanitaria destinada al ligoteo fácil.

El 'meme' del Señor Burns disfrazado de Jimbo.
El 'meme' del Señor Burns disfrazado de Jimbo.

16. ¿Besarse con lengua en público? No, por favor. Hace años la compañía de transportes de Viena, Wiener Linien, lanzó una campaña en la que criticaba ciertos comportamientos de los pasajeros: un señor hurgándose la nariz, un perro babeándolo todo y una pareja besándose de forma descontrolada. La portavoz de la compañía, Anna Maria Reich, aclaró en la BBC que besarse con lengua no estaba prohibido ni sujeto a multas, pero tampoco entraba dentro de los parámetros de "un comportamiento considerado". Es cierto, con quince años puede parecer tierno. Con más, y cuando no eres uno de los implicados, puede resultar incómodo.

17. ¿Seguro que queremos entrar en esa discoteca? Es posible que en los clubs de la ciudad sigan haciendo los mismos tributos a Oasis y Queen. Pero no hay que engañarse: que aún no se haya ido a recoger el título a la facultad no significa que se siga siendo un universitario. Antes nos pedían el DNI para entrar, ahora uno debería preguntarse si es buena idea salir de fiesta con más de 35. La pregunta arroja diariamente más de 47.000.000 resultados en Google. ¿La respuesta? Según un estudio realizado por la cadena Currys PC World la cifra está en los 37 años. A partir de esa edad ya no procede.

18. Empezar a beber con cabeza. Porque la imagen de ese cuarentón tirado en la barra del bar solo funciona en la literatura. En la vida real, el malditismo se traduce en lástima.

19. No trabajar por amor al arte. Cuando uno está terminando sus estudios pueden engatusarle, ofreciéndole experiencia, visibilidad o un hipotético futuro en la empresa. De hecho, según los datos recogidos en 2018 por Comisiones Obreras en la guía Aprendices, becarias/os y trabajo precario, en España hay 1,4 millones de jóvenes engañados con acuerdos de prácticas no remuneradas. A partir de los treinta ya deberías saber que trabajas, sobre todo, porque necesitas dinero. El capitalismo es así.

20. Evitar expresiones millennials como: "yass", "LOL" o "plot twist". Recordemos ese meme del Señor Burns con un juvenil gorro de lana... eso es lo que uno parece cada vez que asegura “estar living”, mientras busca en la mirada de los más jóvenes averiguar si lo ha empleado bien.

21. Visitar regularmente al médico, al dentista o al fisioterapeuta sin posponerlo más. A partir de los treinta años nuestro cuerpo empieza a envejecer. La salud se va a convertir en una de nuestras grandes preocupaciones.

22. No intentar cambiar a nadie. Porque no se conseguirá.

23. Y dejar de indignarse y comentar airadamente en artículos de este tipo. Que ya tenemos una edad.

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