_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La táctica del carnero

La política se reduce hoy a embestir al adversario

José Andrés Rojo
José María Aznar y Pablo Casado durante la convención del PP.
José María Aznar y Pablo Casado durante la convención del PP.ÁLVARO GARCÍA

Hace algunos días, el Partido Popular se reunió con el boato habitual de las grandes citas para poner a punto sus ideas, para debatirlas y afinarlas, para armarlas con argumentos más elaborados. Eso dijeron por lo menos sus responsables, se refirieron a una suerte de rearme ideológico. El asunto ha quedado ya viejo en esta sociedad de urgencias y donde manda la inmediatez, pero no está de más volver sobre aquella cita; al fin y al cabo, lo que iba a salir de allí era la columna vertebral que va a sostener en un futuro próximo las políticas del principal partido de la oposición. No resultó gran cosa. Más que juntarse para hacer un balance crítico de las circunstancias que terminaron por apartar al PP del poder y construir la estrategia y las tácticas que deben orientar al partido ante las nuevas circunstancias, lo que hicieron en Madrid fue simplemente cargarse de munición. Lo que salió de la convención del PP solo fue la trompetería de consignas que prepara a la soldadesca para lanzarse contra el enemigo. La intervención de Pablo Casado fue una sucesión de mensajes como puños. El sector de los llamados sorayistas tuvo un perfil bajo.

Malos tiempos para la política. De esa convención solo quedaron grandes brochazos y puro ruido —balas, balas y balas—, y, lo que es peor, también una actitud, unas maneras. Como ocurre en estos días en el teatrillo de lo público, faltó trama, grandes personajes que defendieran posiciones distintas (no hubo batalla de argumentos entre Rajoy y Aznar, solo hilos que corrieron paralelos), un punto de auténtico dramatismo que le diera algo de verdad a los afanes de un partido que se ha quedado desnortado por la pérdida de poder y por la arrolladora entrada en escena de una fuerza a su derecha. Todo resultó previsible, y quedó tan solo la imagen de un líder que pega voces y que repite los salmos de un viejo mantra. Poco más.

Hay una manera de hacer las cosas a la que se ha referido el escritor Juan Benet, en lo que toca a lo militar, en sus escritos sobre la Guerra Civil y que, como dice él mismo, “se puede llamar la táctica del carnero: embestir de frente contra la testuz del adversario, un procedimiento que ningún tratadista se atreve a mencionar sin menosprecio”. Esa táctica es la que ha salido de la última convención del PP como fórmula para abordar el futuro. Embestir, embestir y embestir, una y otra vez, da igual con qué ni a propósito de qué, de lo que se trata es de chocar y de erosionar y gastar y, a ser posible, demoler al adversario. Como decía Benet, refiriéndose en su caso al Ejército franquista, sin “una sola maniobra de gran estilo, una campaña de movimientos, un ataque de flanco, una aproximación indirecta…”.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

En la gran movilización que terminó cristalizando como el 15-M hubo una denuncia que se escuchó con particular fuerza, la de que los políticos no nos representan. Quizá no resulte descaminado pensar que esa táctica del carnero ayudó para que aquel descrédito creciera: no nos representan porque lo único que saben es embestir de frente, unos contra otros. El caso es que de aquella explosión plural de descontento y rabia surgió una fuerza, Podemos, que terminó reduciendo también su estrategia al grueso concepto de la gente contra la casta, para así chocar con más eficacia contra la testuz del adversario. Lo malo de esta historia es que esas maneras tan burdas le pueden pasar una factura muy seria a la democracia.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_